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Reflexiones: La educación del futuro

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 02 abril, 2019


La velocidad del ámbito social y tecnológico de nuestro tiempo nos confronta como sociedad con desafíos profundos en casi todos los ámbitos del quehacer humano. Por supuesto, la educación no queda excluida de este proceso de necesario debate y profunda transformación. Somos seres humanos, en tanto nuestra capacidad ampliada para aprender y transformar nuestro entorno; estas capacidades de la especie se ven hoy potenciadas de manera espectacular en el marco de la quinta revolución industrial en la que estamos inmersos.

Empero el debate sobre el papel de la educación, sus objetivos, procesos y formas están hoy en el centro de la agenda pública. Ya no basta con una campaña publicitaria a favor de la educación superior pública o promocionar pequeñas iniciativas aisladas para tratar de tapar el desconcierto de caminos no tomados o de decisiones, que nos exponen ante la sociedad de nuestro tiempo por la poca visión de futuro. Ha llegado la hora de lanzar un amplio debate sobre la educación, teniendo en cuenta que esta es y ha sido el principal instrumento de movilidad social del país, que es esencial para el fortalecimiento de la democracia y para avanzar hacia un desarrollo más equilibrado y sostenible, pero claramente debe innovarse, transformarse y repensarse a la luz de las nuevas épocas.

Precisamente, por ser un debate tan importante y tan trascendental para la sociedad, flaco favor le hacemos con poner el tema del financiamiento como el principal argumento para el cambio. Es un error pretender coartar la libertad de quién decide sobre una u otra carrera profesional; como lo plantea la inconsulta reforma planteada por el Consejo Nacional de Préstamos en Educación (CONAPE). Si bien se intenta con la medida corregir errores de política pública en educación al dejar hacer y dejar pasar respecto a cientos de carreras y títulos en universidades de dudosa reputación, la solución hoy es corregir la oferta, no violentar la libertad de demanda de nuestros actuales y futuros estudiantes.

Para la Universidad Nacional, heredera de una tradición humanista y cuna de maestros y profesores que transforman el país en el siglo XX, es imposible permanecer al margen de este gran debate y de la necesaria reforma del quehacer de la educación. Si bien son importantes las formas, no se trata de cambios únicamente en el sentido pedagógico, como lo mira nuestro reciente congreso docente. Se trata de un debate más profundo y sustantivo. La educación del futuro nos llama a replantearnos la sociedad, la cultura, la tecnología y la economía, todo al mismo tiempo; nos llama a la necesidad de abrir las aulas para una educación permanente y sistémica que propicie mayor democracia y libertad y que inspire a las futuras generaciones en su transformación social.

Dicha transformación de la educación debe nacer de un profundo convencimiento de la ciudadanía universitaria sobre la necesidad de repensar su quehacer de cara a una nueva sociedad que apenas y se asoma en el horizonte. La educación del futuro debe ser más humana, sustentada en una mayor valorización de la cultura, las prácticas sociales en la comunidad, el trabajo y el entorno familiar. Será una acción consciente de cambio y deberá estar sustentada en valores y prácticas docentes que pongan énfasis en las competencias —saber hacer—, más que en los conocimientos específicos de una u otra disciplina.

Debemos llamar a un amplio y profundo debate sobre la educación, para lo cual es necesario partir de nuestra propia realidad. La UNA no puede aceptar cerrar una carrera u opción académica sin una necesaria evaluación y reflexión. Estamos muy cerca del cambio en nuestras autoridades superiores universitarias, momento crucial que deberíamos aprovechar para introducir este gran debate de cara a las necesidades de la sociedad en el siglo XXI. Es hora de reflexionar para cambiar con inteligencia nuestro entorno y repensar la educación y la Costa Rica del siglo XXI.




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