Qué efectos tienen las microsiestas, los descansos de sólo unos segundos que puede que ocurran sin que te des cuenta
Claudia Hammond - BBC Future | Jueves 01 febrero, 2024
No estamos hablando de una siesta de cinco minutos en el sofá mientras miras una serie frente a la televisión. Eso es mucho tiempo en el mundo de la microsiesta. Aquí las siestas se miden en segundos.
Si bien no existe una definición única que utilicen los científicos, muchos estudios se centran en el sueño que dura de uno a 15 segundos cada vez.
Existe una comprensión cada vez mayor de cómo las microsiestas afectan nuestra vida diaria, desde importunar nuestras tareas cotidianas hasta poner vidas en riesgo en determinadas situaciones, como conducir un automóvil.
Y también estamos cada vez más cerca de saber por qué ocurren.
Investigaciones recientes han revelado que los verdaderos expertos en estos pequeños sueños son los pingüinos barbijos.
Mientras sus parejas están en el mar buscando comida, los pingüinos que se quedan anidan en colonias y deben permanecer alerta para proteger sus huevos de depredadores como el salteador pardo, así como de la agresión de otros pingüinos.
Paul-Antoine Libourel, ecofisiólogo del sueño del Centro de Investigación de Neurociencias de Lyon (Francia), midió la actividad cerebral y los patrones de sueño de 14 pingüinos en la isla Rey Jorge en la Antártida.
Durante un período de 10 días, los pingüinos nunca durmieron más de 34 segundos seguidos.
En cambio, tuvieron más de 10.000 microsiestas que duraron menos de cuatro segundos, a veces afectando solo la mitad del cerebro a la vez.
Cuatro segundos pueden parecer demasiado cortos para tener una función reparadora, pero el tiempo se suma y cada pingüino dormía la impresionante cantidad de 11 horas cada 24 horas.
Parece funcionar para ellos, pero para el ser humano moderno, las microsiestas no tienen tan buena reputación.
Las situaciones de vida o muerte en la que los humanos debemos permanecer alerta implica más bien conducir una gran caja de metal por una carretera a altas velocidades, y no evitar a un depredador.
Desafortunadamente, es una tarea que puede resultar monótona, pero que requiere atención constante.
Esta es precisamente el tipo de situación (pero sin riesgos) que los investigadores han tratado de replicar en el laboratorio para investigar la naturaleza de las microsiestas.
En 2014, se publicó el primer estudio que explora las microsiestas mediante el uso simultáneo de escáneres cerebrales, grabaciones de video de los ojos de las personas y equipos de electroencefalograma (EEG) para medir las ondas cerebrales.
El equipo ideó una tarea muy aburrida para sus desafortunados participantes.
Mientras estaban acostados en el escáner, tenían una pantalla frente a ellos y una palanca de mando en una mano. Su trabajo consistía en utilizar la palanca para garantizar que un disco en la pantalla siguiera constantemente el paso de un objetivo en movimiento.
Era tan aburrido que a las personas les costaba mantenerse despiertas: el 70% tuvo al menos 36 microsiestas durante la sesión de 50 minutos.
Los científicos, con sede en Christchurch, Nueva Zelanda, esperaban un poco de siesta, pero no tanto.
Sí, las personas acababan de almorzar y estaban acostadas, pero aún así, no estaban privadas de sueño y cualquiera que haya estado dentro de un escáner de resonancia magnética (IRM) sabrá que en el fondo hay un ruido de golpeteo constante.
No parece el lugar ideal para quedarse dormido.
No es sorprendente que las microsiestas sean aún más comunes en personas con narcolepsia. Pero las investigaciones sugieren que la mayoría de nosotros las padecemos.
Otros investigadores, de la Universidad de Canterbury en Christchurch, dieron a las personas un volante falso y un trayecto que debían seguir.
Observaron que se adormecían por el aburrimiento y demostraron esa secuencia tan familiar que quizás conozcas al tratar de permanecer despierto durante una conferencia en un habitación cálida, donde tus párpados se cierran por un momento, tu cabeza asiente un poco y luego, de repente, se sacude cuando te despiertas.
Cuanto más fatigados estemos, más probabilidades tendremos de microdormir.
Yvonne Harrison, investigadora del sueño de la Universidad de Loughborough, Reino Unido, descubrió que estas siestas son más comunes en las tardes y noches y a menudo preceden a un período de sueño más prolongado.
David Dinges, profesor de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania, mantiene a la gente despierta toda la noche para ver con qué frecuencia se quedan dormidos al día siguiente.
Después de pasar despiertos la noche entera, como era de esperar sus lapsos de atención (considerados por muchos científicos como microsiestas) se vuelven mucho más frecuentes.
Pero, de manera alarmante en términos de seguridad vial, descubrió que cuando las personas dormían seis horas por noche durante 14 días seguidos, tenían tantas microsiestas como aquellos que habían perdido una noche entera.
Pero a diferencia de ellos, las personas que dormían seis horas por noche no se dieron cuenta de que estaban tan fatigadas. Simplemente siguieron adelante.
Y no siempre sabemos que hemos tenido una microsiesta. En un estudio, se invitó a las personas a tomar siestas diurnas deliberadamente en el laboratorio y luego los investigadores las despertaron después de un minuto, cinco minutos, 10 minutos o 20 y les preguntaron si habían estado dormidos o no.
Entre los que se les permitió dormir sólo 60 segundos, sólo el 15% se daba cuenta de que había dormido alguna siesta. Incluso después de dormir 10 minutos, sólo la mitad reconoció que se había quedado dormido.
Esto podría tener sentido en esas ocasiones en que las personas niegan enérgicamente que se quedaron dormidos frente al televisor, a pesar de que se pudo ver claramente que estaban profundamente dormidos.
En términos de lo que sucede en el cerebro, las microsiestas se caracterizan en gran medida por un cambio de ondas alfa a theta, el tipo de ondas que se ven en la primera etapa del sueño.
Hasta aquí, todo es muy similar al sueño normal. Pero es posible que esté sucediendo algo más curioso.
El experimento de Nueva Zelanda en el que las personas seguían un objetivo con una palanca reveló un hallazgo intrigante que sorprendió a los investigadores.
En lugar de una disminución constante de la actividad en el cerebro a medida que las personas dormían, mientras que como se esperaba algunas áreas se volvían menos activas, vieron algo más: un aumento en la actividad en la corteza frontal y parietal, las áreas que se extienden detrás de la frente.
El equipo especula que esto podría ser una respuesta inconsciente al quedarse dormido, un intento de no dormir, sino de permanecer despierto.
Esto no se observa en sueños más prolongados ni en siestas, lo que sugiere que las microsiestas son diferentes del sueño normal y no solo más cortas.
Al analizar con más detalle los datos de este experimento nueve años después, el equipo encontró no una disminución, sino un aumento de las ondas delta, beta y gamma durante una microsiesta, lo que respalda la idea de que cuando nos quedamos dormidos, pero deberíamos estar concentrados, nuestro cerebro es consciente de esto y trabaja para iniciar un proceso que nos despierte nuevamente.
Cuando no estás conduciendo, es posible que estas horas de sueño no importen mucho, arriesgándote a perderte unos segundos de una película o una obra de teatro o, en el peor de los casos, avergonzándote si te descubren durmiendo mientras alguien te habla.
El problema es, por supuesto, que en los vehículos modernos y rápidos bastan dos segundos de sueño para que un coche o un camión se desvíe hacia el carril contiguo, lo que, por supuesto, puede ser mortal.
Así, no podemos arriesgarnos a sufrir siestas no planificadas mientras conducimos, por momentáneas que sean.
Resulta instructiva una investigación reciente realizada en una sola empresa de camiones en Japón, que emplea a casi 15.000 conductores.
Los científicos analizaron las imágenes de las cámaras de tablero de 52 de sus conductores profesionales que habían estado involucrados en colisiones después de quedarse dormidos.
Los videos revelaron que tres cuartas partes de ellos mostraban signos de una microsiesta antes de la colisión.
Las secuencias de eventos con un conductor fueron así. Un minuto antes del accidente empezó a parpadear rápidamente, 38 segundos antes del accidente su cuerpo dejó de moverse, seguido de un parpadeo lento y cuatro segundos antes del accidente sus ojos se cerraron durante sólo dos segundos.
Volvieron a abrir un segundo antes del choque, pero ya era demasiado tarde para hacer algo y el camión se había salido de la carretera.
A partir de estos videos, los investigadores identificaron formas de predecir que está a punto de producirse un accidente, lo que podría utilizarse para alertar al conductor.
Cuando se sienten cansados los conductores intentan mantenerse despiertos tocándose la cara o el cuerpo (no dan detalles, pero supongo que esto significa algo parecido a abofetearnos la cara para intentar despertarnos).
Es posible que se estiren o se inquieten antes de que se produzca la microsiesta.
Los investigadores sugieren que cualquier sistema automático para detectar que un conductor está a punto de quedarse dormido incluye mucho más que solo cerrar los ojos, hay que observar movimientos más amplios del cuerpo.
Mientras tanto, como conductores, debemos ser conscientes de que tenemos sueño, lo cual es más difícil de lo que parece teniendo en cuenta que no siempre detectamos que nos hemos quedado dormidos un segundo.
Y si sabemos que estamos agotados, no siempre basta con esforzarnos por concentrarnos.
Esto quedó evidenciado por las muertes entre los pilotos que regresaron a Inglaterra después de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, escribió el investigador del sueño Jim Horne en su libro “Sleepfaring: a Journey Through the Science of Sleep”.
Durante los combates aéreos, el miedo, la concentración, los esfuerzos por ganar y la adrenalina los mantenían despiertos, por muy cansados que estuvieran.
Pero cuando ya no hubo distracciones en el camino a casa, algunos pilotos se sintieron abrumados por la necesidad de dormir y, como resultado, estrellaron sus aviones.
La fuerza de voluntad no es suficiente incluso cuando sabes que te mantendrá con vida.
En un viaje largo debes seguir el consejo de detenerte en un lugar seguro tan pronto como te sientas cansado, tomar café, hacer una siesta y luego esperar un tiempo hasta que estés completamente despierto antes de continuar conduciendo.
Para los humanos, a diferencia de los pingüinos barbijos, las microsiestas no sustituyen a una noche de sueño adecuada.
Si las microsiestas son muy frecuentes, esto podría sugerir que no estamos durmiendo lo suficiente.
Pero cuando no estamos conduciendo o haciendo otra cosa en la que la concentración es vital, tal vez no deberíamos preocuparnos por unos segundos de sueño extra aquí y allá.
Este artículo apareció en BBC Future. Puedes leer la versión original en inglés aquí.
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