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COLUMNISTAS


Protestas, Huelgas y Desobediencia Civil

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 07 octubre, 2020


Pizarrón

El derecho de protesta, aunque no está puesto de esa manera, está garantizado en la Constitución Política, en el conjunto de derechos y libertades de los ciudadanos, a expresar sus puntos de vista y de actuar de conformidad a ellos. Es una forma de expresar la opinión. Es como cuando un niño protesta ante sus padres, reclamando algo, y hasta hace un “berrinche” para tratar de lograrlo.

El Gobierno, por su parte, tiene la obligación derivada de la Constitución Política, de garantizar el ejercicio de derechos y libertades de los ciudadanos, incluso el de protesta. Los Derechos y Libertades existen para ser ejercidos. No pueden ser limitados porque dejarían de serlos. Eso sí, se ejercen en función de que no afecten o limiten el derecho y libertades de los otros ciudadanos.

En el caso del ejemplo del niño, antes no se aceptaba su protesta, ni se toleraba, por sus padres. Los niños se sometían a la voluntad y última palabra de sus padres. Ni siquiera les dejaban opinar, o expresar sus “disidencias”. Evolucionó el concepto de niño y de derechos de los niños, y de considerar a los niños como “personas” pequeñas, y con ello el de respetarles sus puntos de vista, lo que no todos los padres hacen todavía. A mis hijos los educamos con reconocimiento de sus Derechos y Libertades, con los espacios para ser oídos y ser parte de la toma de decisiones. Recuerdo, una ocasión, en que regañando, llamándole la atención a Lautaro, que tenía como cinco o seis años, me respondió: “si me sigue regañando lo voy a acusar al Patronato de la Infancia”, porque sabía que existía esta institución de protección. Hoy todos mis nietos tienen prácticas familiares, con respeto, de ejercicio de derechos, libertades y de negociación, porque así se les prepara para la vida civil y social, que es cada vez mas compleja.

El derecho de protesta no es el derecho de huelga que si está expresamente señalado en la Constitución Política, ahora más regulado por el Código de Trabajo, como resultado de las mal conducidas huelgas magisteriales, que pusieron en evidencia “huecos” en la legislación laboral, nueva, vigente en el país, y que se puso a prueba de fuego en esas huelgas del 2018.

La protesta y la huelga son cosas distintas en las luchas sociales. Algunas protestas pueden desembocar en huelgas, así como toda huelga en sí misma es una protesta organizada, por un sindicato, por una organización, por un grupo de dirigentes que conducen esa lucha, con capacidad para valorar cuando suspenderla y para negociar directamente su suspensión, o por partidos políticos que manejaban o dirigían sindicatos, con sus propios líderes sindicalizados que respondían a su militancia política o a las directrices que les trazaban desde sus partidos políticos.

En la historia de la huelgas costarricenses las hemos tenido sin dirección política partidaria, de partidos políticos, pero con dirigentes responsables, con dirigencias reconocidas por sus bases, con la confianza de esas bases en la dirección de la lucha y con confianza en los acuerdos que les ponían fin a esas luchas, sin llevarlas a consultas de “la base”. Para eso está la dirigencia del movimiento.

Si esa dirigencia no tiene esa fuerza moral ante sus “bases” no dirige nada, es de papel. Esto es lo que está pasando en las últimas formas de luchas que se dan el país, desde las huelgas magisteriales del 2018, donde se evidenciaron desconfianzas profundas hacia los dirigentes, entre los mismos dirigentes, cuando habían dos por cada sindicato, controlándose entre ellos, y habían 12 sindicatos negociando, con una mesa de 24 dirigentes sindicales, donde era muy difícil lograr acuerdos, si ellos mismos acudían al expediente de ir a negociar lo que estaban aprobando con sus propias bases, o con solo uno que se opusiera.

Cuando un grupo dirigente se sienta a negociar va con toda la autoridad para hacerlo. Se entiende que su resultado será aceptado por las bases, porque el pliego de negociación es conocido de las bases, y es tan solo un pliego de negociación de lo cual pueden aprobarse todos los puntos o una parte de ellos.

Si se pretende negociar para ganar todo no hay negociación posible. Lo que hay son actos de fuerza y en este caso ¿para qué sentarse a negociar?, mejor mantener la fuerza de la calle, si eso es lo que la sostiene, para ver quien aguanta más. Pero si se pide negociar, hay que negociar.

El problema es cuando dirigentes beligerantes no tienen claro cuanto negociar, y de lo que quieren negociar qué es lo principal, lo más importante, en lo que no se echa para atrás, sacrificando las otras demandas si fuera del caso.

El derecho de desobediencia civil, sobre lo que escribí hace poco, tampoco está establecido en la Constitución Política, pero es una forma de lucha que ha existido, en otros países, con mucho éxito en determinadas épocas y circunstancias.

Cuando se ha tratado de desobediencia civil, que incluyó grandes huelgas de hambre, como las de Gandhi, eran luchas dirigidas por una persona, con reconocimiento público y con liderazgo ganado en esas luchas, alrededor de las cuales se movilizaba la gente, para apoyar a su líder, en su protesta, que se transformaba en protesta social organizada.

La desobediencia civil no es una huelga en sí misma, es una acción que se toma generalmente frente a disposiciones legales, leyes, que no se quieren acatar, en algunos casos por objeción de conciencia, como las que impulsó Henry Thoreau, para no pagar impuestos que justificaban guerras anexionistas, colonialistas o imperialistas, según las queramos ver. Esta forma de lucha es válida cuando depende de la persona pagar el impuesto y negarse a hacerlo, pero si los impuestos se rebajan de los salarios, de los ingresos, de las personas, por vía de sus planillas o de los pagos que reciben, o se pagan en los productos que se compran, no hay nada que se pueda hacer, porque no se puede hacer gestión legal alguna para que esas deducciones no se realicen.

Las protestas, las huelgas y la desobediencia civil tienen que tener, cuando se realizan, objetivos y metas posibles de lograr. No se puede mover gentes, ni ciudadanos, a luchas con objetivos imposibles, porque fracasan esas luchas. Pero también es irresponsable movilizar gente en luchas que de antemano se saben que no obtendrán un resultado positivo para los demandantes.

Las protestas, las huelgas y los actos de desobediencia civil deben ser escuelas de formación política ciudadana, para que quienes participen de ellas, se eduquen en esas luchas, para avanzar social y políticamente, para mejorar niveles organizativos, para ampliar bases, números de personas, debidamente organizadas.

Estas formas de lucha no pueden educar en acciones anárquicas, en acciones descontroladas, en acciones que “se pueden salir de las manos”, como irresponsablemente ha dicho uno de los convocantes a estas formas de lucha, sin importarles que se salgan de las manos, y llamando a que se mantengan en la calle por sí mismas, sin dirección política general, donde se ha llegado a mezclar hasta el cobro de peaje, en los retenes de esta lucha, lo que se parece más a “maras” políticas que a luchas políticas correctas. Ese tipo de actitudes es más peligros hoy por las manifestaciones populistas que pueden brotar de estas luchas donde estos mismos dirigentes pueden ser borrados, y como en la Revolución Francesa ser llevados a Patíbulo.

Este dirigente, a quien así se le reconoce por los medios de comunicación, el más viejo de ellos, y no lo trato de viejo despectivamente, porque yo también lo soy, sino porque él mismo así se reconoce para decir que no tiene ningún afán político electoral en esta lucha. Cuando lo veo apelar a esta irresponsable actuación suya, de dirigente viejo, nada improvisado, sin organización, porque la organización titular “Rescate Nacional” que representa, no existe más que en el discurso, en la arenga más política que reivindicativa, no está inscrita en ninguna parte, ni como asociación, ni como sindicato ni como partido político. He oído decir, en la Televisión, a ciudadanos que están con él en esta lucha que no lo apoyarían en un partido político, y me imagino que a los están con él en esa tarima, o pasarela política, por donde pasan políticos, tampoco los apoyarían políticamente. Entonces, ¿a dónde quieren ir?, si ellos saben que en el escenario político nacional solo por medio de partidos políticos se puede actuar en la política, se puede ser representante popular, diputado, o Presidente. Es obvio que detrás está la aspiración político electoral de estos que mas visiblemente encabezan estas protestas sociales. Uno de ellos, también exdiputado, Oscar Campos, al menos con franqueza ha dicho que va a organizar su partido políticos para el 2022, porque sabe que como dirigente social que es, de muchos años, ese puede ser su correcto camino, para continuar estas luchas y las defensas que invoca.

Cuando oigo decir tonterías a ese dirigente octogenario, ex diputado, que sabe o debe saber cómo funciona el tinglado político nacional, entre Legislativo y Ejecutivo, y sabe donde es que hay que presionar, y presionar en el Poder equivocado, en el Ejecutivo, porque el tema de fondo está en trámite legislativo, es evidente que lo que busca es el caos, y de él salir, seguramente así se lo piensa, como el Ave Fénix, de las cenizas que quede del entramado democrático institucional existente que puede derrumbarse con acciones irresponsables.

Aquí me recuerda a mi querida profesora Niní Chinchilla de Mora, que también fue diputada de su mismo partido cuando nos decía a sus alumnos, como una gran enseñanza, que “cuando uno está viejo necesita que lo arrienden”, refiriéndose a los caballos que había que sujetar o atar por las riendas, o enseñar a obedecer a una caballería a la rienda.

Cuando se orientan a presionar al Poder Ejecutivo demandando la “cabeza”, la “renuncia” del mandatario, y de su Gabinete, es obvio que pretenden sustituir a ese Presidente y a su Gabinete, con otro Presidente y otro Gabinete, que hasta ahora no exhiben en sus pretensiones. Más anárquicamente no se puede actuar. Porque no se podría pensar que sin Presidente y sin Gabinete el país se va conducir, sin gobierno, sin gobernantes. No hay una solo experiencia en el mundo donde esto haya ocurrido.

Detrás de estas luchas no hay partidos políticos conocidos, porque también se agitan consignas contra todos los partidos políticos, contra todos los políticos, contra las instituciones de funcionamiento democrático, la misma Asamblea Legislativa, el Poder Ejecutivo, hasta la misma Corte Suprema de Justicia. ¿A dónde se quiere llegar?

El show mediático de establecer una consigna para la mesa de diálogo con el gobierno es que se haga con la mayor transparencia posible, para los demandantes, con televisión y radio, porque así se deben discutir los temas que conduzcan a paralizar sus luchas. Ninguna lucha social se discute de esa manera, porque entonces los actores no estarán para buscar soluciones, sino para buscar auditorios, para buscar oídos que quieran escuchar discursos de plaza pública, arengas, que es lo que hacen algunos, cuando lo que se buscan son soluciones. Lo que algunos de esos dirigentes andan buscando es protagonismo político más amplio que lo obtendrían de esa manera, al menos para la foto.

La discusión que se exige debe ser serena, tranquila, sin la gritería ni vocería de la calle presionando en alguna dirección. Los dirigentes que se presenten deben ir lo suficientemente autorizados para llegar a acuerdos, si llegan a darse, como para imponerse ellos mismos ante los mismos manifestantes que confían en ellos. Si no es así, no hay nada que hacer. Y, que cada palo aguante su vela.

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