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Primera crisis energética mundial en la era de la transición hacia las energías más limpias (I)

Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 16 mayo, 2022


La energía es un pilar fundamental de los procesos de desarrollo económico y social de un país y lo que ocurra con ella (altos costos, desabastecimiento, inseguridad energética, etc.) afecta directa e indirectamente el bienestar nacional y mundial.

La primera crisis energética mundial en la era de la transición hacia las energías más limpias, provocada por limitaciones en el abastecimiento energético mundial, los crecientes precios de la energía y la inseguridad energética, está afectando fuertemente el desarrollo de los países.

Este nuevo período de la transición energética se está caracterizando por una mayor volatilidad y una mayor incertidumbre.

Entre muchos otros aspectos de la transición energética (técnicos, económicos, sociales, financieros, etc.), también hay que tener claras las complejidades de las demandas contrapuestas entre la acción climática y las crecientes necesidades de energía.

La transición energética es un proceso multidimensional (técnico, económico, financiero, fiscal, social, ambiental, etc.) muy complejo debido, entre otras cosas, a los muchos factores externos que intervienen, cuya evolución es muchas veces impredecible.

Una transición energética exitosa que evite crisis energéticas debe contener un balance adecuado entre los múltiples factores e incertidumbres que intervienen, por lo que su desarrollo debe planearse e implementarse de manera muy estratégica y con alta resilencia a los eventos externos.

Para que un sistema energético funcione apropiadamente, éste debe operar con suministros de energía abundantes, con costos bajos, con aceptación social y con bajas emisiones al ambiente.

En el 2021 empezó a generarse una crisis energética actual como consecuencia de suministros limitados de energía en el mundo y una demanda energética creciente derivada del nuevo crecimiento económico, una vez que los efectos de la pandemia empezaron a atenuarse.

Con esta crisis, el mundo empezó a darse cuenta que hay serios problemas y grandes vulnerabilidades, incertidumbres y volatilidades en los procesos de transición progresiva hacia las fuentes más limpias de energía.

Lo anterior es el resultado de múltiples factores, incluyendo los siguientes:

• Energías renovables. Inversiones inadecuadas e insuficientes, altos costos, lentitud en la penetración del mercado energético y limitaciones de suministro. Las principales fuentes de energía renovables (en cuanto a crecimiento de la oferta) están asociadas a factores inherentes a su producción, como la intermitencia, la variabilidad y los diferentes grados de indisponibilidad de su producción debido a su dependencia climática. La expansión creciente de las energías renovables en los sistemas energéticos implica una alta intermitencia y variabilidad de la oferta energética, razón por la cual se deben tomar acciones complementarias que permitan potenciar su aprovechamiento (las cuales muchas veces no se toman).

• Combustibles fósiles. Falta de suficiente seguridad energética y una débil estrategia para asegurar una salida progresiva y ordenada de estos combustibles.

• Reformas insuficientes de los sistemas energéticos que conduzcan exitosamente la transición energética y que contengan amortiguadores de precios y de seguridad energética. Sin reformas importantes en los sistemas energéticos se generaran más crisis energéticas en el futuro.

Es importante también comprender bien que las transiciones energéticas van más allá del simple reemplazo de una fuente de energía por otra, ya que incorporan muchos elementos adicionales fuertemente interrelacionados, como la seguridad y la competitividad energética, la descarbonización y la sostenibilidad (económica, financiera, social, ambiental, etc.).

El Oxford Institute for Energy Studies de la Universidad de Oxford del Reino Unido, ha señalado que la transición energética implica, entre otros aspectos, cambios en tres dimensiones fundamentales que están fuertemente interrelacionadas:

• Los elementos tangibles del sistema energético, los cuales incluyen la tecnología, la infraestructura, el mercado, los equipos de producción, los patrones de consumo y las cadenas de distribución.

• Los actores del sistema energético y su conducta, lo cual incluyen las nuevas estrategias y los patrones de inversión, así como el cambio de las coaliciones y las capacidades de los actores.

• Los regímenes socio-técnicos que contienen las regulaciones, las políticas formales y las instituciones, así como la mentalidad y las creencias de la gente y las opiniones sobre la normalidad y las prácticas sociales.

Un artículo escrito por el reconocido experto internacional Daniel Yergin, titulado “Why the Energy Transition Will Be So Complicated”, nos recuerda que la transición energética es mucho más complicada de lo que se cree y que no se comprende bien el grado en que el mundo depende de los combustibles fósiles. Nos recuerda también las dificultades de desarrollar una sustitución progresiva y ordenada de estos combustibles de los cuales el mundo depende fuertemente.

Como consecuencia de lo anterior, a menudo se proponen “soluciones” simplistas, y muchas veces populistas, que no solamente no cumplen con sus objetivos, sino que más bien agravan la situación.

En este artículo se profundiza sobre lo siguiente:

Las complejidades de la transición energética. Un ejemplo fue el caso de un invitado desagradable que apareció en la puerta de la conferencia de Glasgow sobre cómo luchar contra el Cambio Climático, realizada en noviembre del 2021. En ese año, una crisis energética se empezó a apoderar del mundo. Empezó con el petróleo, pero luego fue agravada por la escasez de carbón y gas natural. Esto hizo que los precios de la energía se dispararan.

Las energías renovables tuvieron igualmente una contribución a esta nueva crisis. En Europa, la escasez de energía también empeoró por la baja velocidad del viento en el Mar del Norte, que redujo drásticamente la electricidad producida por las turbinas eólicas marinas.

Si la escasez de energía se agrava (incluyendo aquella proveniente de las fuentes renovables), los gobiernos podrían verse obligados a reconsiderar el momento y el enfoque de sus objetivos climáticos, lo cual agravaría aún más la crisis climática en todo el mundo.

El shock energético actual ha puesto en evidencia varios ejemplos de la complejidad a la que está sujeta la transición energética. Un ejemplo de lo anterior ha sido el caso del Reino Unido. Mientras que este país se comprometió a poner fin al uso del carbón, se vio obligado a reiniciar plantas de carbón inactivas para ayudar a compensar la escasez de electricidad.

El término transición energética de alguna manera suena como si fuera un movimiento bien lubricado de una realidad a otra. Sin embargo, la evidencia es demostrando que será mucho más compleja. A lo largo de la historia, las transiciones energéticas han sido difíciles, y esta es aún más desafiante que cualquier cambio anterior por la urgencia de resolver la crisis climática.

Por lo tanto, esta transición energética está destinada a ser totalmente diferente a las anteriores. Actualmente el 80 por ciento de la energía que se consume en el mundo proviene de los combustibles fósiles.

Aquí es donde las complejidades se vuelven claras, donde a menudo no se comprende bien hasta qué punto el mundo depende de estos combustibles.

No se trata solo de pasar de los vehículos a gasolina a los eléctricos, que, por cierto, son alrededor del 20 por ciento de plástico producido a partir de petróleo y de gas natural. Los plásticos se utilizan también en las plantas eólicas y solares, y el aceite que es necesario para lubricar las turbinas eólicas.

Los teléfonos celulares usan plástico, así como en los hospitales, los marcos de los anteojos y la industria farmacéutica. Los aviones necesitan mucho plástico, incluyendo las fibras de carbono de alta resistencia derivadas del petróleo. Se espera que el número de aviones de pasajeros se duplique en las próximas dos décadas.

Los productos derivados del petróleo también han sido cruciales para hacer frente a la pandemia, desde equipos de protección para el personal de emergencia hasta los lípidos que forman parte de las vacunas de Pfizer y Moderna.

El acetaminofeno, incluidas las marcas como Tylenol y Panadol, es un producto derivado del petróleo. En otras palabras, los productos no energéticos derivados del petróleo y del gas natural están profundamente arraigados en la vida moderna.

Una división diferente está comenzando a desarrollarse hoy en torno a diferentes perspectivas sobre cómo abordar el cambio climático. Una vez más, enfrenta al mundo desarrollado contra los países en desarrollo, pero los contornos son diferentes.

Para el mundo desarrollado, como demostró la conferencia de Glasgow en el 2021, el clima es un imperativo abrumador, a menudo descrito por los líderes políticos como un asunto “existencial”.

Si bien también están profundamente preocupados por el clima, los países en vías de desarrollo también enfrentan otras preguntas existenciales. Además del clima, estos países luchan por recuperarse de la pandemia, reducir la pobreza, promover el crecimiento económico, mejorar la salud y la educación y mantener la estabilidad social.

La primera crisis energética mundial en la era de la transición hacia las energías más limpias, que se inició en el 2021 y que continúa en el 2022 sin una solución a la vista, amenaza con modificar muchas premisas fundamentales actuales del desarrollo energético y de la acción climática en el mundo.

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