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EDITORIAL


Prevenir los desastres naturales

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 02 junio, 2008


Editorial


Costa Rica cuenta con un clima privilegiado que le permite evitar las difíciles situaciones que se presentan, durante el invierno y el verano, en otros países.

En los territorios con cuatro estaciones, en las que el invierno trae fuertes nevadas y el verano intensos calores, los pobladores construyen su infraestructura y adoptan prácticas y formas de vida idóneos para esos climas.

Son países con gobiernos y habitantes conscientes de la necesidad de tener planes de mantenimiento y mejoramiento de los elementos necesarios para facilitar la vida de las personas, a pesar de la inclemencia del clima.

Incluso el resto de Centroamérica debe sufrir durante la temporada de lluvias, que aquí llamamos invierno, la violencia de huracanes y fuertes tormentas tropicales, con su saldo de graves pérdidas materiales y humanas. Algo de lo cual, hasta el momento, Costa Rica se ha salvado en buena medida, aunque nos lleguen pequeñas muestras de la magnitud y consecuencias de esos fenómenos.

No obstante esto, es inaceptable que los costarricenses veamos casi como natural el que tantas personas sufran por fenómenos climáticos a causa de la imprevisión.

Porque abrir albergues, socorrer aterrados, rescatar personas afectadas por las inundaciones y otras acciones que se repiten año con año, constituyen medidas encomiables, sin embargo, no existe un adecuado plan nacional de verdadera atención a infraestructuras y personas, puentes y ríos. En realidad, las autoridades e instituciones designadas para estos menesteres, deben urgentemente adoptar medidas preventivas, con el propósito de evitar que los albergues se llenen o rescatar vehículos de puentes derrumbados.

Los costarricenses debemos cambiar de cultura, de hábitos, en este sentido y las autoridades deben tener muy claras en sus planes nacionales de gobierno las medidas y estrategias por desarrollar para prevenir en vez de lamentar y apagar incendios cada vez.

El que una parte de la población no sufra por los problemas antes mencionados no quiere decir que no debamos ocuparnos todos y, con espíritu solidario tomar las previsiones para enfrentar y minimizar sus consecuencias.

Por otra parte, no debe existir un solo habitante en el país que viva en condiciones tales que lo mantengan en riesgo permanente, a causa de estos fenómenos. Esto, a como dé lugar, es un asunto que debe erradicarse. No hay razones para que se mantenga.







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