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NOTA DE TANO


Patético mirar a Pinto tan, pero tan solo

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 22 marzo, 2021

Bryan Ruiz

En el alto rendimiento la lealtad entre el entrenador y su atleta debe ser cerrada, fuerte, impenetrable, sólida, como una esfera de acero, que no permita que nadie de afuera la rompa.

Tiene que ser cómo todavía la llevan Francisco Rivas y Claudia Poll. Sólidos, leales uno al otro y que se caiga el mundo que nadie los distrae de sus metas y propósitos.

En el primer juego de la Selección Nacional en Brasil, cuando Costa Rica aplastó a Uruguay 3-1, fue patético, doloroso, injusto, observar como los goles de Campbell, Duarte y Ureña, el técnico Jorge Luis Pinto tuvo que gritarlos solo.

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Ninguno de los capitanes del equipo, que lo cuestionan por sus métodos disciplinarios se acercó a abrazarlo, señal inequívoca de que la relación entre las partes estaba rota.

Fácil comprender por qué, el técnico manifestó que durante el Mundial de Brasil durmió con el enemigo.

No solo Paulo César Wanchope estaba en la acera de enfrente, luego de pedir a Eduardo Li su cabeza. También se alinearon con “Chope”, los líderes del equipo.

Después de derrotar a Uruguay y pese al desaire de los capitanes del grupo, Jorge Luis Pinto se dispuso a preparar y a planificar lo que luego calificó como “el partido perfecto”. La derrota de Italia.

Similar a Francisco Rivas, que “le robó” a las hermanas Poll, juventud, bailes, serenatas, amigos, con rigurosos, exigentes, disciplinados, duros y fuertes entrenamientos, como única forma de ganar la plata en Seúl y el oro en Atlanta, el entrenador Pinto exprimió a sus discípulos, sacándoles sangre, sudor y lágrimas, excediéndose y errando en sus manifestaciones verbales, conocedor de que esa era la ruta correcta que llevaría al éxito.

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Cuando Bryan Ruiz cazó el centro de Junior Díaz y batió a Buffon, de nuevo Jorge Luis Pinto, el maestro, quien planificó la obra cumbre metiéndose en todo como lo dice siempre, fue abandonado por los capitanes del equipo. Tuvo que llorar el éxito de ese gol en solitario.

Pasaron los años y Silvia y Claudia Poll jamás se quejaron de los sacrificios que debieron cumplir en aras del éxito. Nunca, media palabra pública en contra del trabajo de su maestro. Lealtad que exige el alto rendimiento.

Todo lo contrario, antes del pitazo inicial del juego Costa Rica-Uruguay, la relación entre el maestro y los jefes de su tropa, estaba hecha pedazos.

El Maestro se excedió en su verbo y los alumnos jefes se le rebelaron.

gpandolfo@larepublica.net

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