Pacto de Concordia por la Educación
Eleonora Badilla ebadilla@castrocarazo.ac.cr | Viernes 22 abril, 2022

El nuevo reporte de la UNESCO sobre Los Futuros de la Educación, tiene como subtítulo: Un Nuevo Contrato Social para la Educación. Fue publicado a finales del año 2021 y se trata de una iniciativa mundial para replantear cómo el conocimiento y el aprendizaje pueden conformar el futuro de la humanidad y el planeta.
Costa Rica, se adelantó a la recomendación de la UNESCO en 200 años. El 1 de diciembre de 1821, al saberse independiente de la corona española, se redactó un contrato social para garantizar que los primeros pasos autónomos se dieran en un clima de convivencia pacífica. Se considera nuestra primera Constitución Política (provisional) y se llamó Pacto Social Fundamental Interino del Estado de Costa Rica, o Pacto de Concordia. Rigió hasta 1823 y su importancia tiene ecos hasta nuestros días, ya que sienta las bases republicanas del Estado costarricense al manifestar el deseo de que se conserve “…libre, unida, segura y tranquila por un pacto de unión y concordia.”
En relación específicamente con la Educación del país, se han firmado varios acuerdos (tres de los que yo tengo memoria), mismos que han sido engavetados, olvidados y borrados de la historia patria. En 2017, todas las personas presidentes de los partidos políticos con representación en la Asamblea Legislativa en esa fecha, firmaron un documento llamado Acuerdo Nacional por el Bicentenario, que incluye acciones para el Educación específicamente en el tema 5, entre las páginas 80 y 88.
Ese Acuerdo Nacional por el Bicentenario, en particular el de la Educación, como se mencionó anteriormente fue precedido por algunos otros que se olvidaron sin haberse cumplido, y ya hay voces que solicitan desestimar este también y proceder con un nuevo acuerdo. Otro más para la gaveta de los ignorados.
Hay algunas diferencias del Acuerdo Nacional por el Bicentenario con los antecesores y posiblemente con los que se logren firmar si este se archiva con los anteriores. Una es que el que nos ocupa no fue convocado por un gobierno o partido político específico, sino coordinado por una iniciativa no gubernamental y los datos fueron recogidos y analizados con una metodología impecable propuesta y ejecutada por Miguel Gutiérrez Saxe y Roberto Artavia Loría. Otra, es que el del Bicentenario se enfoca en la estrategia y en la gobernanza; los anteriores en las tácticas y las técnicas. La situación actual de la educación pública en el país, como ha reclamado sucesivamente el Informe del Estado de la Educación con datos contundentes y como hemos confirmado con experiencias de primera mano, visitas, entrevistas y noticias en los medios, es trágica. Requiere de una intervención estructural de fondo: es decir, una operación que varíe la estrategia y la gobernanza. Pero si los acuerdos sobre cambios tácticos y técnicos son difíciles de poner en marcha, las modificaciones estratégicas y de gobernanza lo son mucho más: requieren reformas constitucionales de fondo, cambios a reglamentos y participación de diversos sectores de la sociedad. Amén de un cambio de mentalidad y una visión de mundo prospectiva. Lo que está en juego es el futuro.
Desde hace mucho tiempo sabemos que hay que hacerlo, pero no lo hacemos: ignoramos acuerdos y hacemos reformas tímidas y cosméticas a leyes y reglamentos. Hemos dejado que el sistema educativo público se haya ido deteriorando, primero de manera paulatina, casi imperceptible, y en el siglo XXI, de manera dramática y visible.
La situación, desesperada, pone en riesgo y desventaja a generaciones completas de jóvenes que quedan a merced de la delincuencia y el narcotráfico; impide la productividad del país al no contar con personas formadas y calificadas; fomenta la inequidad y amenaza gravemente la paz social.
En nuestro país, un nuevo contrato social por la educación que promueve la Unesco, debe asumirse de manera urgente, valiente y con fuerza. Más acuerdos y reformas superficiales, tácticas y técnicas no harán más que dar un golpe de gracia a la educación pública del país y acelerar las desigualdades.
Debe ser un Pacto de Concordia como el firmado hace 200 años que nos permita vislumbrar de nuevo, en el horizonte una patria “…libre, unida, segura y tranquila…”
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