Oaxaca: tesoro colonial y arqueológico
Carolina Barrantes redaccion@larepublica.net | Viernes 22 agosto, 2008
Oaxaca: tesoro colonial y arqueológico
Los templos, conventos y el Monte Albán son algunos de los atractivos del estado mexicano
Carolina Barrantes
cbarrantes@larepublica.net
Oaxaca, México- Mística como su historia misma, rodeada de hermosos valles y largas cadenas montañosas, Oaxaca se despierta cada mañana bajo el calor del sol, el canto de las aves y el colorido de sus ciudades de rasgo colonial.
El estado mexicano, el quinto más grande de esa nación, invita a los foráneos a viajar por un mundo mágico debido a su exquisito tejido cultural, en el que las obras artesanales son algunos de sus más preciados tesoros.
Con sus avenidas adoquinadas y sus casas con forma de cuadrado perfecto, de colores intensos como el azul, rojo, verde y amarillo, y ventanales rústicos, el Centro Histórico de la ciudad es el primer punto de visita obligatoria.
El sitio declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, alberga un gran compendio de edificaciones tan espléndidas que dejan a la vista rasgos del progreso que ha tenido el estado en toda su historia.
El Hotel Camino Real es un emblema, cuyas habitaciones pequeñas pero de finos acabados en madera, encierran las vivencias espirituales que tuvieron las religiosas dominicas de Santa Catalina de Sena, quienes albergaron el lugar por primera vez.
Algunas de sus paredes internas carentes de pintura por su conservación también reflejan los infortunios que sufren los privado de libertad, ya que después de 1860 fue convertido en la cárcel del sitio.
Más hacia el norte de la ciudad, con su monumental fachada ejemplo de la arquitectura barroca novohispana, el Templo de Santo Domingo de Guzmán abre sus majestuosas puertas para las ceremonias religiosas cada día.
A cada paso en el recinto se respira un aire renovador para el alma, que está acompañado por decenas de esculturas y 36 pinturas de santos y vírgenes finamente labradas, y que tienen su punto álgido en tres altares enchapados en oro.
Como un sitio de encuentro cuyo secreto es la sabiduría, el templo continúa con una bóveda vaída, donde se observan 104 medallones de mártires dominicos y que finaliza a manera de broche de oro, con una representación de la paloma del Espíritu Santo.
Algunos de los tesoros más conservados de Oaxaca son sus artesanías y tradiciones ancestrales, por lo que un lugar de referencia obligatoria es la comunidad de Santa Ana.
A 40 minutos de la ciudad, el pueblo recibe a los extranjeros con decenas de hectáreas de pasto y la venta de platillos típicos, como las tlayudas, tortillas con guacamole, queso, frijoles y pollo o carne de res, y el tejate, bebida hecha a base de maíz sin cáscara, agua de ceniza y cacao.
Como parte del lugar, espectáculos como la Danza de la Pluma y el baile del Jarabe del Valle, amenizan un paseo por el mercadito de artesanías y el museo, que brillan por la calidad y colorido de sus obras.
Así, un buen recuerdo serían los famosos tapetes y portavasos de lana y algodón, teñidos con tintes naturales, y las chalinas, que sirven como bufanda, faja o un medio chal.
Para cerrar con broche de oro un viaje por Oaxaca, el Monte Albán es el lugar por excelencia, por las historias y tesoros arqueológicos que esconde.
Se encuentra entre 1.800 y 1.500 metros sobre el nivel del mar y alberga piezas que datan del año 800 a.C. hasta el 1520 d.C.
Con solo caminar unos metros dentro de la plaza del monte, se siente la organización de la tribu de los zapotecos, quienes fundaron la ciudad, para construir sus casas y defenderse de futuros ataques.
Asimismo, cerca de lo que se cree eran recintos para hacer ceremonias y observar los astros, pueden verse monumentos con escrituras de la tribu, como hombres bailando, que aún los expertos no han podido descifrar en su totalidad.
No hay duda de que un paseo por Oaxaca, al sur de México, representa un viaje a lo largo de la historia azteca, que invita a los foráneos a repetir el trayecto innumerables ocasiones.
Los templos, conventos y el Monte Albán son algunos de los atractivos del estado mexicano
Carolina Barrantes
cbarrantes@larepublica.net
Oaxaca, México- Mística como su historia misma, rodeada de hermosos valles y largas cadenas montañosas, Oaxaca se despierta cada mañana bajo el calor del sol, el canto de las aves y el colorido de sus ciudades de rasgo colonial.
El estado mexicano, el quinto más grande de esa nación, invita a los foráneos a viajar por un mundo mágico debido a su exquisito tejido cultural, en el que las obras artesanales son algunos de sus más preciados tesoros.
Con sus avenidas adoquinadas y sus casas con forma de cuadrado perfecto, de colores intensos como el azul, rojo, verde y amarillo, y ventanales rústicos, el Centro Histórico de la ciudad es el primer punto de visita obligatoria.
El sitio declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, alberga un gran compendio de edificaciones tan espléndidas que dejan a la vista rasgos del progreso que ha tenido el estado en toda su historia.
El Hotel Camino Real es un emblema, cuyas habitaciones pequeñas pero de finos acabados en madera, encierran las vivencias espirituales que tuvieron las religiosas dominicas de Santa Catalina de Sena, quienes albergaron el lugar por primera vez.
Algunas de sus paredes internas carentes de pintura por su conservación también reflejan los infortunios que sufren los privado de libertad, ya que después de 1860 fue convertido en la cárcel del sitio.
Más hacia el norte de la ciudad, con su monumental fachada ejemplo de la arquitectura barroca novohispana, el Templo de Santo Domingo de Guzmán abre sus majestuosas puertas para las ceremonias religiosas cada día.
A cada paso en el recinto se respira un aire renovador para el alma, que está acompañado por decenas de esculturas y 36 pinturas de santos y vírgenes finamente labradas, y que tienen su punto álgido en tres altares enchapados en oro.
Como un sitio de encuentro cuyo secreto es la sabiduría, el templo continúa con una bóveda vaída, donde se observan 104 medallones de mártires dominicos y que finaliza a manera de broche de oro, con una representación de la paloma del Espíritu Santo.
Algunos de los tesoros más conservados de Oaxaca son sus artesanías y tradiciones ancestrales, por lo que un lugar de referencia obligatoria es la comunidad de Santa Ana.
A 40 minutos de la ciudad, el pueblo recibe a los extranjeros con decenas de hectáreas de pasto y la venta de platillos típicos, como las tlayudas, tortillas con guacamole, queso, frijoles y pollo o carne de res, y el tejate, bebida hecha a base de maíz sin cáscara, agua de ceniza y cacao.
Como parte del lugar, espectáculos como la Danza de la Pluma y el baile del Jarabe del Valle, amenizan un paseo por el mercadito de artesanías y el museo, que brillan por la calidad y colorido de sus obras.
Así, un buen recuerdo serían los famosos tapetes y portavasos de lana y algodón, teñidos con tintes naturales, y las chalinas, que sirven como bufanda, faja o un medio chal.
Para cerrar con broche de oro un viaje por Oaxaca, el Monte Albán es el lugar por excelencia, por las historias y tesoros arqueológicos que esconde.
Se encuentra entre 1.800 y 1.500 metros sobre el nivel del mar y alberga piezas que datan del año 800 a.C. hasta el 1520 d.C.
Con solo caminar unos metros dentro de la plaza del monte, se siente la organización de la tribu de los zapotecos, quienes fundaron la ciudad, para construir sus casas y defenderse de futuros ataques.
Asimismo, cerca de lo que se cree eran recintos para hacer ceremonias y observar los astros, pueden verse monumentos con escrituras de la tribu, como hombres bailando, que aún los expertos no han podido descifrar en su totalidad.
No hay duda de que un paseo por Oaxaca, al sur de México, representa un viaje a lo largo de la historia azteca, que invita a los foráneos a repetir el trayecto innumerables ocasiones.