Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 10 febrero, 2010
El sentimiento de impotencia que sufren las personas más cercanas al alcohólico activo, que son desde luego sus familiares, amigos cercanos y compañeros de trabajo, por querer y desear a toda costa ayudar a ese ser querido a que deje de beber, es una característica primaria del entorno del enfermo alcohólico.
Todos los que aman al borracho, quieren que deje de beber, pero el borracho no, de ahí uno de los refranes más populares y ciertos de los Alcohólicos Anónimos: “si uno no quiere ni Dios puede”.
Por eso, conocedor del tema por haberlo vivido en carne propia, comprendo y entiendo la impotencia que anunció el director técnico del River Plate, Leonardo Astrada, cuando el pasado lunes pidió la colaboración de la familia del futbolista Ariel Ortega, para que comience un tratamiento de rehabilitación de su adicción al alcohol.
El “Burrito” tuvo una recaída el pasado fin de semana y no jugó el partido frente al Rosario Central, por lo que su entrenador dijo: “nos pone mal porque lo queremos ver bien, pero nosotros buscamos todos los medios para que se sienta cómodo y se recupere de la enfermedad que tiene”.
Y agregó. “Lo que todos buscamos es ayudarlo, pero la única que puede tomar una decisión para una rehabilitación es la familia; nosotros no podemos llevarlo a un lugar y encerrarlo”, manifestó Astrada.
Con plena comprensión de la impotencia que expresa don Leonardo, en este punto está equivocado, porque nunca la decisión para que Ortega deje de beber, puede llegar de su familia. Solo él puede tomarla.
El día que Ortega acepte, se humille y se derrote ante Dios y reconozca que es impotente ante el alcohol y necesita ayuda (AA), llegará la más grande de sus victorias. Mientras tanto, no hay nada que hacer. Unicamente seguir orando.
“Trato de buscar la manera de que esté cómodo y a gusto para que se recupere. Si me dicen que lo más conveniente es que vaya a un lugar de rehabilitación y deje de jugar al fútbol lo vamos a aceptar, por eso necesitamos el apoyo de la familia”, afirmó Astrada.
“Si digo que no lo tengo más en cuenta, ¿lo estaría ayudando en algo?”, se preguntó el entrenador.
¡Qué angustia la de este hombre!
¡Qué calidad de ser humano!
Cuando escucho lo que dice, solo recuerdo el dolor que provoqué en mis seres más cercanos, hasta que me rendí.
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