Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 31 diciembre, 2009

Un equipo motivado es un rival tremendo.
Cuando la mente sustituye el poder de las piernas y el corazón las eventuales debilidades técnicas, tácticas y físicas, hay que ponerle atención al enemigo.
Puntarenas se ganó la admiración de los costarricenses a puro corazón.
Cuando asesinaron a su presidente y la señora esposa se hizo cargo de la administración; cuando los socios mexicanos salieron en carrera; cuando para tapar huecos en la tesorería se tuvieron que vender jugadores símbolo, como Shane Orio, Kevin Sancho, Mario Camacho; cuando Javier Delgado tuvo que marcharse antes de tiempo porque no se le podían cumplir sus ilusiones y cuando Carlos Restrepo asume sin contrato y de palabra la conducción técnica del equipo, solo era posible un destino: último lugar y descenso.
Así lo escribimos en su oportunidad.
Bueno, a pura mente y corazón, los naranjas convirtieron el descenso en subcampeonato y estuvieron a medio minuto de coronarse campeones.
Fue el tiempo exacto que duró Daniel Jiménez para lanzar el quinto penal de la serie, después de que Josimar Arias erró el suyo.
El penal más trascendental de la final, no fue el de Keylor Soto; si Keylor lo botaba o Bryan Zamora se lo detenía, la serie seguía, pero si el “Travieso” no anotaba el suyo, Puntarenas era campeón nacional.
¡Y vaya forma de lanzarlo!
Despacito, globeadito, en cámara lenta casi al centro del marco; el lanzamiento más dramático de la serie de doce, porque al final de cuentas lo que Soto envió fue un bombazo y punto. Jiménez lanzó una obra de arte en el instante más decisivo para los brujos, porque ahí se jugaban el título.
Reflexionando entonces lo cerca que estuvo Puntarenas de la corona y conocidos los antecedentes y el cesto de problemas de toda índole que arrastró a la competencia, valorar el trabajo del grupo, que demostró, al mejor estilo del querido y también cuestionado Badú, lo básico, lo fundamental, lo urgente y lo necesario que es trabajar en la mente de los deportistas.
Por ahí fue donde se derrumbó la Selección Nacional; se cayó mentalmente Kenton y se produjo dentro del grupo, el efecto dominó.
Cierro con una sugerencia: ¿por qué no fichamos como técnico de la Selección a Carlos de los Cobos? Me encantó su trabajo en El Salvador. ¡Feliz 2010!
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