Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 27 abril, 2015

Escenario.
Sala de redacción de La República.
Hora: 5.45 de la tarde del viernes 24 de abril.
Sentado en mi cubículo, frente a la computadora escribo la Nota de Tano.
A mi espalda, la editora deportiva Dinia Vargas.
Dos espacios a mi derecha, el periodista Rodrigo Díaz.
Detrás de Rodri, el colega Fabio Parreaguirre. Frente a mi cubículo, las redactoras Fabiola Vargas y Melissa González.
Me urge una consulta con Dinia; le hago una pregunta sin volverla a ver y no obtengo respuesta. La miro y la noto concentrada sobre el teclado de su máquina.
Seguro no me escuchó, me digo.
Pego un grito con su nombre...
Ni se inmutó.
¡Qué raro!, me dije.
Le hablo en voz fuerte a Rodrigo, casi le grito, preguntándole si le tocaba editar el domingo para coordinar unos trabajos y tampoco me responde.
Riiiiiiiiiiiiigo, lo llamo.
Cero respuesta.
Desde mi cubículo y sentado en mi escritorio, le pido a Parreaguirre que me haga un favor; me urge que me traduzca un formulario que debe responderse en inglés y ante mi llamado, no mueve ni una oreja.
Cero comunicación con Dinia, Díaz y Fabio.
Supongo que están centrados en sus respectivos trabajos por el cierre de edición.
Me pongo de pie y quedo al frente de Fabiola, la zarcereña de pelo largo, fanática de la Liga y antisaprissista de cepa; le lanzo una broma sobre el penal que Ariel Rodríguez le regaló a Danny Carvajal y Fabi, ni siquiera alza la mirada; ni me volvió a ver.
¡Qué sucede en esta redacción!
Me urge conversar con alguien y pego con cerca. Nadie me pone atención.
Mi salvación es Melissa, alegre, simpática, da bromas, es la líder del casino, la que siempre gana porque apuesta al Saprissa; está de espaldas al frente mío y le pregunto.
¿Meli, dónde son los vinitos de esta noche?
¿Siempre van a ir donde Karina, con Dinia?
Meliiiiiiiiiiii, vieras que Dinia está muy seria, no me habla.
¿Estará brava conmigo?
Meliiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Melissa siguió como estatua sobre el teclado.
Ahí me picó la curiosidad e inicié la investigación.
¿Por qué Dinia, Rodrigo, Fabio, Fabiola y Melissa no respondieron, ni me contestaron, me ignoraron, me dejaron hablando solo como extraterrestre y tontito?
¡Los audífonos!
Los cinco redactores, mis cuates y compañeros, tenían pegados audífonos en sus orejas y estaban concentrados en su propio mundo.
Me dejaron hablando solo: hice preguntas, pedí favores, di bromas y no obtuve respuestas. Pocas veces en mi vida me he sentido tan fuera de lugar, tan roco y pasado de moda.
Mis dos nietos mayores, Daniel y Franco, ambos quinceañeros hace rato que no hablan seguido con el abuelo. Un beso amoroso cuando nos topamos, el amigable... hola nonno y pare de contar.
Sumergidos en el celular, hace mucho que no hablamos del Saprissa, la Liga, el Real Madrid, los Indios, la Sele y los Yanquis.
La tecnología cortó la comunicación. Iluso, pensé que serían temas de hogar, domésticos. Pero ahora hablo solo en la redacción.
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