Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 27 agosto, 2013
No dudamos ni por un segundo que la directiva de Liga Deportiva Alajuelense quiere mucho a Mauricio Montero, lo que sucede es que al “Chunche” no solo lo quiere la dirigencia manuda: lo ama toda Costa Rica.
Es el futbolista más carismático y querido por el pueblo costarricense que en diferentes oportunidades y como consecuencia de varios eventos, lo ha considerado como patrimonio nacional. Mauricio es una especie de Carmen Granados, propiedad afectiva de todos.
Ahora: una cosa es querer y otra cosa es valorar y en esto de darse a valorar, el peor pecado lo ha cometido el propio Montero, quien desde que llegó al cuerpo técnico del Alajuelense se contentó con papeles secundarios y se refugió en la seguridad de un buen salario, prácticamente sin chistar.
Mauricio arrastra el lastre de su poca academia y son muchas las entrevistas que guardan los medios de comunicación en las que admite que las posibilidades de llegar a ser director técnico de la Liga son escasas, por no decir nulas.
Cuando Óscar Ramírez desapareció del mapa con cuatro títulos en las vitrinas, conquistados con el “Chunche” como su asistente, parecía que se abrían las puertas para que Mauricio ascendiera como titular del cargo.
Sin embargo, recuerdo que en una entrevista por aquellos días, Montero manifestó más o menos lo siguiente: “me siento preparado para ser técnico del Alajuelense, pero me perjudica la falta de títulos académicos; estoy casi seguro de que la dirigencia de la Liga, preferiría esperar a que Luis Antonio Marín termine sus papeles con la Selección Nacional, para firmarlo en lugar mío”.
No son palabras de un conformista; son manifestaciones realistas.
Finalmente sucedió lo que tenía que suceder: Mauricio Montero debió valorarse y renunciar a su trabajo cuando Manuel Keosseian lo arrinconó en una esquina del banco de reservas y lo puso a repartir chalecos. Lo que pasa es que esto es facilísimo escribirlo pero dificilísimo ejecutarlo.
No es cualquiera el que renuncia a un salario decente y menos en un medio tan complicado laboralmente como el futbolístico.
Entonces, el “Chunche” se acomodó con Keosseian, archivó sus rencores pero no los desechó y apenas pudo cometió el error ético de soltarlos, oportunidad propicia y apetecida por la dirigencia del equipo para cesarlo. Los argumentos que esgrime la dirigencia eriza para justificar el caso son válidos, pero el fondo del asunto, desde luego que es otro.
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