Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 19 enero, 2009
La pura verdad que fueron miles de miles de aficionados y fanáticos al fútbol mexicano, los que más disfrutaron del esplendoroso juego de Jafet Soto, un incomprendido de varios técnicos de selecciones nacionales mayores, que injustamente lo separaron de los grandes eventos.
Inexplicable que un jugador fuera de lo común para nuestro raquítico medio, no haya vestido el uniforme tricolor en ningún campeonato mundial de categoría mayor.
Talentoso, habilidoso, de zurda prodigiosa, con lectura del juego y panorama amplio del terreno, Jafet desde niño nació para convertirse en un legítimo número 10, con la responsabilidad y el compromiso que portar ese número en el dorsal, representa.
Nunca, nunca, el fútbol costarricense le dio el sitial merecido, y menos en su apresurada, gris y desordenada despedida del pasado sábado, que retrató precisamente lo injusto que fuimos los amantes del fútbol criollo con este fuera de serie.
Lo que vimos a la carrera en el estadio Eladio Rosabal, cuna de los momentos mágicos de la zurda de Soto en defensa de los colores del equipo de sus amores, reflejó, lamentablemente muy bien, el mal trato que este mediocampista izquierdo recibió, sobre todo de entrenadores miopes que no supieron valorar su talento.
Amado por los fanáticos del Herediano; venerado por sus seguidores, ensalzado por la prensa deportiva nacional, no hubo forma, ni manera de que Jafet Soto fuera protagonista, titular y convocado sin reservas al equipo nacional.
La Selección Nacional fue el talón de Aquiles de Jafet Soto; siempre estuvo a la sombra de otros grandes mediocampistas como Wilmer López, Oscar Ramírez, Juan Cayasso, Juan Carlos Arguedas, Walter Centeno, con iguales o mejores condiciones técnicas que varios de ellos.
Corea-Japón 2002 debió ser el Mundial de Jafet, pero no fue citado a la máxima vitrina del fútbol universal, escenario donde esta estrella del fútbol de varios clubes mexicanos donde sentó cátedra, debió treparse a exhibir sus credenciales.
Ya lo pasado en las canchas, pasado está, pero por favor, no dejemos a esta estrella del fútbol costarricense con ese “homenajito” apresurado y desordenado que le rindió su club la noche del sábado.
Jafet Soto merece una despedida monumental, porque fue monumental su obra en los terrenos de juego, al ser un futbolista comprometido con el espectáculo, con el buen gusto, con el exquisito cuido de la pelota; en síntesis, un jugador que primordialmente respetó al aficionado y que del aficionado, recibió idéntico respeto.
Señores del Herediano, esto de Jafet Soto no se puede quedar ahí, ni así.
A ver qué hacen para despedir dignamente a futbolista precisamente tan digno. De nuestra parte, gracias Jafet por tantos minutos de esplendor que nos regalaste desde que tu propio padre en el primer partido en los albores de los años 90, les anunció a los periodistas que un nuevo talento del balompié, había nacido.
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