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Nicaragua, ¿un conflicto hasta cuándo?

Natalia Díaz natdiaquin@gmail.com | Jueves 21 junio, 2018


Nicaragua, ¿un conflicto hasta cuándo?

Se cumplen dos meses ya de haberse iniciado la protesta del pueblo nicaragüense contra la dictadura del binomio Ortega-Murillo. Los combates recrudecen, los muertos ascienden a 185, en su mayoría jóvenes estudiantes, y en la última semana la represión del ejército y de las turbas sandinistas, afines al gobierno, contra la población civil en protesta, se ha acentuado.

La lucha es desigual desde todo punto de vista. El aparato estatal armado con tecnología de avanzada y los opositores con armas de fabricación casera artesanal, de escaso alcance y débil efecto letal.

El resultado es una economía en franca desaceleración. Se dice que en el sector privado la pérdida de empleos ya llega a más 20 mil; hoteles y restaurantes cerrados, las ventas de electrodomésticos, vehículos y otros artículos nuevos son casi nulas, y el riesgo de saqueos mantiene cerrados infinidad de comercios de este tipo. El país venía creciendo a un ritmo cercano al 5% anual, pero según estimaciones de analistas económicos, en este momento el crecimiento debe andar en menos del 3%, y de continuar el conflicto, a final del año, el crecimiento será negativo, con una recesión inminente que no será de fácil reactivación.

La familia Ortega no acepta abandonar el poder y convocar a elecciones inmediatas, y así lo hicieron ver en la respuesta que recién han dado a los obispos de la Conferencia Episcopal Nicaragüense. Desde ese mismo momento la negociación con la Oposición ha quedado rota, pues el pueblo enardecido solo depondrá las protestas ante el cambio de mando inmediato del Ejecutivo.

Todo está paralizado; las conversaciones en punto muerto y la maquinaria castrense gubernamental asesinando a su mismo pueblo. ¿Qué oscuros negocios habrá en todo ese entramado político-comercial que se ha montado en largos 11 años de continuismo reciente? Sin agregar los 11 años previos al cambio que dio con doña Violeta Chamorro en los 90. La respuesta no es sencilla, de ahí que solo un paro generalizado de brazos caídos, donde nada se mueva; donde nadie pague impuestos ni tasas, y donde el gobierno se quede sin fondos para pagar a sus mismos soldados y a sus mismos funcionarios afines al régimen, podría generar un descontento en el Estado Mayor del ejército, lo suficientemente fuerte para que Daniel Ortega y su familia decidan irse del país, y de esta forma la convocatoria a elecciones libres pueda realizarse con la organización de un ente electoral imparcial ad-hoc, hasta que se restablezca el sistema político al cual aspiran todos los nicaragüenses, la democracia representativa.

Mientras esto ocurre, el comercio y la actividad económica en el istmo empezarán a resentirse a corto plazo. Nicaragua tiene una ubicación geográfica central; tanto Panamá como Costa Rica requieren una ruta fluida para llegar al Norte; y el triunvirato Honduras, Guatemala y El Salvador, también utilizan ese corredor para enviar sus exportaciones hacia nuestros países. El conflicto geopolítico es serio y los organismos internacionales tendrán que acelerar los mecanismos diplomáticos para buscar el cese inmediato de esa “guerra civil” en que se ha transformado ya el problema interno nicaragüense.

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