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GLOBAL


Negociaciones sobre comercio mundial fracasan

| Miércoles 30 julio, 2008




Derrumbe de proceso de siete años fue recibido con calma en Latinoamérica
Negociaciones sobre comercio mundial fracasan

Negociaciones mundiales de comercio entran en incierto compás de espera

Ginebra
EFE

Las negociaciones para cerrar un acuerdo mundial sobre liberalización agrícola, industrial y de servicios empezaron con mucha ambición hace siete años, pero el fracaso anunciado ayer coloca a la Ronda de Doha en un incierto compás de espera y en peligro de perder siete años de trabajo.
Los principales actores de esta negociación reconocieron uno tras otro de distintas formas que los grandes perdedores con
este resultado son los países más pobres, aquellos que no pueden subsidiar a sus agricultores y tampoco tienen suficiente capacidad para exportar a los mercados más importantes del mundo con los niveles de aranceles vigentes.
En el corto plazo, los países en desarrollo de vocación agroexportadora pierden la oportunidad no sólo de que sus productos entren con mayor ventaja en los mercados del mundo desarrollado, sino también en los de las potencias emergentes, como India y China, que tienen altos niveles de protección en cierta áreas.
Para los países industrializados se desvanece la posibilidad de apertura de nuevos mercados, pero al mismo tiempo nada les obliga ahora a reducir sus millonarios subsidios agrícolas internas, como las que brindan Estados Unidos y la Unión Europea.
El derrumbe del proceso fue recibido con relativa calma por varios países latinoamericanos, principalmente por aquellos que tienen firmados tratados de libre comercio con sus principales mercados de exportación.
A ellos, con economías basadas en un modelo de libre mercado y muy abiertas, un acuerdo de la Ronda de Doha les ofrecía poco en términos de acceso a nuevos mercados agrícolas, mientras que aquellos con un desarrollo industrial limitado poco tenían que ganar en esa área.
Las ganancias de Doha para los latinoamericanos se concentraban en el comercio de servicios, en la posibilidad de que los países ricos eliminarán sus subsidios a la pesca y en la protección de la biodiversidad y los conocimientos tradicionales, entre otros temas que formaban parte del “paquete” de la negociación.
Todas las ofertas y prome
sas que se consiguieron de unos y otros en estos siete últimos años quedan pues sobre la mesa y pierden todo su valor.
En conclusión, el proteccionismo se mantendrá y la OMC, al menos en el periodo más inmediato, se concentrará en su función de gendarme de las reglas vigentes del comercio internacional a través de sus arbitrajes para resolver litigios comerciales entre países.
Fuera de la Ronda de Doha, esta tarea es la que ha dado más visibilidad a la institución en los últimos años.
Nadie esta noche ha querido lanzar con nombre propio el dardo de la culpa, pero Estados Unidos ha apuntado claramente hacia China e India, mientras que los países en desarrollo han dicho que chocaron con la incomprensión de los más poderosos.
Pero esta conclusión no sólo es una mala noticia para la OMC y el sistema multilateral en general, sino también para la economía mundial, abatida por los altos precios de los alimentos y del petróleo, la crisis de créditos en Estados Unidos y las continúas revisiones a la baja de las perspectivas de crecimiento de algunas de las principales economías del planeta.
Para algunos de los protagonistas de este proceso ha sido muy doloroso ver como se había llegado “tan lejos como nunca antes” y que el acuerdo se quemó en la puerta del horno.
En esta nueva situación son comprensibles los temores de un reforzamiento del unilateralismo, particularmente si como se puede prever, los países vuelcan sus esfuerzos a las negociaciones de acuerdos bilaterales o regionales de comercio y dejan aparcado el multilateralismo comercial que representa la OMC.
“A los miembros se les escapó el acuerdo de los dedos”, afirmó Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que había convocado la reunión con la esperanza de poder desbloquear el proceso y cerrar un acuerdo que estableciera la reducción de los subsidios agrícolas y el recorte de aranceles a los productos agrarios e industriales.
“No voy a oc
ultar que hemos fracasado”, dijo Lamy, tras explicar que los ministros que negociaron frenéticamente durante nueve días habían logrado resolver “entre un 80% y un 85%”.
“Ese acuerdo hubiera representado ahorrarse $130 mil millones en aranceles” hasta el fin del periodo de implementación del acuerdo, se lamentó el director general.
Enseguida se defendió de los rumores que le culpan por haber convocado una reunión para la cual los países no estaban preparados, diciendo que ningún ministro le dijo que la convocatoria había sido un error.
Lamy llamó a una treintena de ministros que representan los intereses de los 153 miembros que forman la institución.
No obstante, tras dos días poco productivos, la reunión se redujo a los siete países (G-7) considerados clave en el proceso -Australia, Brasil, China, Estados Unidos, India, Japón y la Unión Europea- los mismos que han sentenciado el proceso “tras sesenta horas” hablando de un solo tema, en palabras de Lamy.






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