Mis propósitos de Año Nuevo
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 07 enero, 2010


VERICUETOS
Mis propósitos de Año Nuevo
Habiendo visto que la prensa nacional concede particular importancia a los deseos y propósitos para este año de modelos, futbolistas, faranduleros y toda otra clase de “famosos”, no quise quedarme atrás. Claro que, como nadie me entrevista ni me da pelota porque no soy modelo, farandulero ni futbolista (lo que es más que evidente), ni mucho menos famoso, tengo que tomar provecho de este espacio que tan generosamente me facilitan don Fred, doña Rosemary y don Luis.
Mis pretensiones no son un viajecito a Cancún, ni cambiar el chunche, ni tener un nuevo trabajo, ni conseguir un contrato para asegurarme una pasarela todo el año. Tampoco me muero por ir a jugar a Europa, ni lograr un espacio en los programas de la tele nacional. Mucho menos gemir hasta el que, ni al tope de Palmares. Como farandulero sería un fracaso porque ese tema de las fiestas monocromáticas me parecen tan infumables como patéticas.
Claro que, como la gran mayoría, me propondré hacer dieta y agregar un poco de actividad física a mi agenda cotidiana, a ver si logro quitarme unas 50 libritas de encima antes de que se me antojen los próximos tamales navideños. Ojalá que las intenciones logren sobrevivir ante la tentación de un helado de café de la Pops o de un postrecito de esos de Spoon.
También me comprometí conmigo mismo a concentrarme más en las cosas importantes de la vida y ponerles menos atención a las que son fútiles, perder menos tiempo en la computadora y dedicárselo a los libros, no volver a ver los noticieros nacionales llenos de muertos, asaltos, bandas y sucesos de todo tipo. Por supuesto que tampoco quiero volver al estadio a ver a la Liga dando palos de ciego como si fuera equipito de tercera división, hasta que las cosas cambien y el equipo mejore, ni volveré a amargarme con los triunfos de la S porque la envidia es mala consejera y mucho más cuando es en el fútbol.
Me auto-prometí no dejarme seducir para estas elecciones por los discursos vacíos que prometen soluciones imposibles, parloteos que solo engañan a los cándidos que se creen eso de que la culpa de todos los males habidos y por venir la tienen los Arias, que los problemas del país se pueden arreglar de un soplido y que los bolivarianos no nos tienen el ojo puesto. Dicho de otra manera, intentaré ser menos ingenuo y más mal pensado sobre todo con los que, perdiéndose en las encuestas que los han reducido casi a la nada, serían capaces de cualquier barrabasada para alzarse con el poder.
Este año volveré a leer mucho sobre la historia institucional de mi país, para refrescar la convicción de que somos un pueblo privilegiado que ha sabido labrarse un destino excepcional, muy a pesar de los pesares y de los males que nos aquejan en estos tiempos. Por eso me propongo seguir reforzando mi fe en las instituciones de la democracia, en particular en el Tribunal Supremo de Elecciones, porque habiendo sido testigo, desde que soy elector, de varios procesos transparentes, no me aqueja ninguna razón para darles crédito a las infundados cuestionamientos que intentan crear un clima de crispación ante un resultado previsible.
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