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Merkel muestra a los hombres cómo se lidera

Bloomberg | Martes 22 julio, 2014


Con un nivel de aprobación del 71% –muy superior al que pueden esperar líderes de otros países industrializados- Merkel no debería necesitar ninguna otra justificación para permanecer en el poder. AFP/La República


Merkel muestra a los hombres cómo se lidera

¿Las mujeres son acaso mejores que los hombres manejando el mundo? Puede argumentarse que sí con el ejemplo de Angela Merkel, actualmente el líder con más tiempo en funciones –y más popular- de un país del Grupo de los Siete.
Hace diez años, la ex física química celebró sus 50 años escuchando una larga conferencia titulada “El cerebro: un sistema complejo sin director: consecuencias para nuestra imagen personal”. Un perfil aparecido en el New Yorker en 2005 sobre la estrella política emergente informó que cuando uno de sus rivales por el liderazgo del Partido Demócrata Cristiano de Alemania llamó a último momento para aceptar la invitación de Merkel al evento, ella le afirmó que la invitación tenía el propósito de ser “un test de inteligencia”.
El 17 de julio de la semana pasada, para sus 60 años, Merkel también se regaló a sí misma una conferencia –sobre globalización, por Juergen Osterhammel, historiador de la Universidad de Koblenz, quien hizo remontar las raíces de un mundo sin fronteras hasta la Edad Media. Esta vez, sólo una enfermedad o algún tipo de desastre podía mantener alejados a los más de 1 mil invitados, y el tema de la conferencia demostró que Merkel finalmente había hecho la transición de académica reticente y provinciana a estratega política. Ya no era un test de inteligencia sino un guiño sutil hacia su contribución a la historia alemana. Durante su gobierno, precisamente, Alemania pasó a ser el país más conectado del mundo por flujos de bienes, dinero, información y gente.
Con un nivel de aprobación de 71% –muy superior al que pueden esperar líderes de otros países industrializados- Merkel no debería necesitar ninguna otra justificación para permanecer en el poder. Tiene, no obstante, una inesperada: “Tengo, por lo menos hasta ahora, una curiosidad increíble”. No sólo de conferencias intelectuales. Merkel es una política poco frecuente que escucha en vez de hablar, razón por la cual, como es sabido, sus pronunciamientos públicos son insípidos y repetitivos. A veces, parecería que el presidente ruso Vladimir Putin la llama con tanta frecuencia (también este año para su cumpleaños), porque esas sesiones le resultan terapéuticas.
En sus primeros tiempos como canciller –en una cultura política primordialmente masculina, enérgica y jactanciosa- su consideración en algunos casos confundía. Su asiduidad para tomar notas en un encuentro de 2006 perturbó a Hartmut Mehdorn, entonces a cargo de Deutsche Bahn, el poderoso operador ferroviario alemán. “Ante semejante pasividad, cabe preguntarse si será capaz de tomar decisiones rápidamente cuando las cosas se ponen difíciles”, declaró. Las acusaciones de pasividad y “falta de liderazgo” la acosaron también durante la reciente crisis de la deuda europea –pese a que fue Alemania el país que, bajo su sereno liderazgo, emergió como el líder claro de la Unión Europea.

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