Más comercio y menos charla en Mercosur
Bloomberg | Viernes 01 agosto, 2014
Más comercio y menos charla en Mercosur
Cada vez que los líderes latinoamericanos se juntan, fluyen sentimientos cálidos. Así ocurrió en Caracas esta semana en la 46ª cumbre del Mercosur, donde cinco jefes de Estado del bloque comercial sudamericano se superaron uno al otro en mostrar bonhomía y compañerismo.
Como era predecible, hubo bravos por el presidente pro témpore saliente, Nicolás Maduro de Venezuela, y olés por Argentina, que batalla con acreedores internacionales malhumorados y flirtea con su segunda cesación de pagos en trece años. La presidente de Brasil Dilma Rousseff se deshizo en elogios al acuerdo comercial “democrático y pluralista”, mientras que su par uruguayo, José Mujica, presentó al Mercosur como el “pan de cada día” de América Latina.
Pero si se raspa la pintura, el cuadro no es tan claro. Dominó la agenda la guerra de la presidente de Argentina Cristina Fernández de Kirchner con los fondos buitre, el agresivo grupo de bonistas “holdouts” que rechazaron la gran quita que ofreció Argentina a los prestamistas y llegaron hasta la Suprema Corte de los Estados Unidos para recibir su parte.
Otro dirigente nacional al borde de la suspensión de pagos podría haber tratado de atraer a los holdouts. Kirchner actuó para la galería, comparando a su país con Eréndira, la infortunada chica del cuento de Gabriel García Márquez que era prostituida por su abuela para pagar deudas que no dejaban de crecer.
Se podría disculpar a los que conocen la afición de la Casa Rosada por retocar los índices de inflación, expropiar activos extranjeros, hostigar a los críticos y culpar a los extranjeros por recordar otra joya de la ficción latinoamericana, la película argentina “Nueve reinas”, que trata sobre un par de ingeniosos sinvergüenzas que llevan adelante un complicado juego.
La cumbre de Caracas también celebró el regreso de Paraguay al grupo. Los mandatarios de Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay recibieron al presidente Horacio Cartes como al hijo pródigo. Nadie mencionó que dos años antes, Paraguay, miembro fundador del Mercosur, había sido expulsado del bloque por destituir de su cargo al entonces presidente Fernando Lugo.
Con Paraguay en el área penal, Argentina, Brasil y Uruguay se apresuraron a incorporar a Venezuela al Mercosur. Para cuando Paraguay fue rehabilitado, con la elección de Cartes el año pasado, el Mercosur ya era bolivariano. Esta diplomacia de la fuerza suscitó una disputa que ni siquiera la camaradería de Caracas pudo borrar. Aunque parecía auténticamente complacido de volver a estar en buenas relaciones, Cartes llegó con una letanía de quejas que incluían algunas de las 183 resoluciones aprobadas en ausencia de Paraguay. Como cualquier decisión del Mercosur debe ser ratificada por todos sus miembros, Asunción podría tener de rehén al bloque.
Ese podría ser el menor de los problemas del Mercosur. Las riñas del grupo son el síntoma de una disfunción más profunda. En 23 años, el bloque comercial sucumbió al desvío de su misión y el hipernacionalismo.
Nacido como expresión de la unidad latinoamericana y contraofensiva a lo que se percibe como las ambiciones excesivas de los Estados Unidos, el Mercosur es presa de medidas a medias y los caprichos de miembros propensos a las crisis. Los pocos acuerdos comerciales que logró firmar, con Egipto, Israel y Marruecos, agregan poco a la mancomunidad. Las propuestas de una alianza con la zona euro languidecen desde hace más de una década.
Los mayores topetazos se dan entre Brasil y Argentina, que siguen discutiendo aranceles y cupos. Entretanto, un nuevo competidor latino, la Alianza del Pacífico, hizo más en dos años para liberar el comercio que el Mercosur en dos décadas.
Mientras el mundo comercia, el Mercosur habla. Es una historia tan vieja como América Latina.
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