Laurismo inspira
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 11 febrero, 2011
Laurismo inspira
Esta semana, se celebró de forma inadvertida y en lamentable silencio, una fecha trascendental en la evolución colectiva del costarricense. Se trata de un estadio mayor de madurez democrática, al conmemorarse un año de la elección de Laura Chinchilla como la primera Presidenta del país.
Además de ser valiente, elegante, doña Laura ha inspirado a una generación de mujeres sobresalientes que participan hoy en la construcción de nuestra sociedad.
Por supuesto, nuestra primera mandataria no llegó sola al poder, es más bien el resultado de una labor silenciosa, impecable, destacada y emprendedora de cientos de ciudadanas que en el pasado construyeron los cimientos de la buena imagen, en el desempeño de cargos de alta responsabilidad.
El equilibrio era necesario, ansiado y por lo tanto hoy es aplaudido. El mayor legado del laurismo en la vida política nacional será este testimonio vívido de coraje, profesionalismo y entrega.
No es sorpresa que Costa Rica haya dado este paso evolutivo en su democracia. En comparación con el resto de latinoamericanos, la cultura costarricense tiende hacia la feminidad.
El estudio lo realizó Geert Hofstede, psicólogo social holandés, quien dedicó buena parte de su vida a diseñar un método para analizar las diferencias entre las culturas de distintas sociedades modernas.
El investigador utilizó cuatro variables para siluetear a cada nación, la primera es el índice de distancia del poder; la segunda, el nivel de individualismo; la tercera, el grado de masculinidad, y por último, la tendencia a eludir la incertidumbre.
Costa Rica registró la nota más baja en masculinidad, en los países latinoamericanos, lo cual indica poco grado de diferenciación y discriminación entre sexos.
Este nivel es similar al de Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega.
Hofstede define como virtudes en el liderazgo femenino, la modestia, el compromiso y la cooperación.
El estilo de doña Laura tiene muchas de estas dotes, pero sobresale su velado énfasis en fortalecer las relaciones humanas, su inconfundible protección maternal a su equipo de trabajo y el interés conciliador con los grupos de presión. Lo anterior antepuesto a la satisfacción por sumar logros materiales y económicos, típico del mando masculino.
Esa significativa distancia entre el ser y el tener, lo femenino y lo masculino, resulta relevante a la hora de vivir la experiencia del liderazgo marcado por nuestra querida Presidenta.
Luis Alberto Muñoz
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