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COLUMNISTAS


La platina invencible

¿Cuántos gobiernos se necesitan para arreglar una platina?

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 30 julio, 2010


El sufrimiento diario de los conductores presas del puente de la platina es digno de literatura, realismos mágicos para intentar describir la incompetencia y la mentalidad de subdesarrollo que persiste en el país.

Una apertura de centímetros sobre la autopista General Cañas, nada menos que la más transitada del país, ha logrado superar a toda la burocracia estatal.

Ha sido sujeto de sátiras e ironías que no han logrado despertar hasta el momento el sentimiento de vergüenza de las autoridades, mucho menos un despliegue de estudios, expertos, comisiones, que al final pretendan reparar esta deshonra nacional.

Pero la triste realidad ha demostrado que el humor no ha sido suficiente para pullar a quienes deben actuar.

Ni siquiera el supuesto quinto poder de la democracia, la prensa, aquella a quien popularmente se le atribuye mandar detrás del trono, poner y quitar Presidentes, no ha sido capaz de enardecer a nuestros líderes para que reaccionen.

Ni tampoco la retahíla de titulares ha logrado conmover, “Conavi vuelve a pifiar con arreglo de puente en autopista”, “Rodrigo Arias exige acabar con el problema de la platina”, “¡Manden chinos del Estadio a arreglar la platina!”.

¿Será entonces necesario apelar a la todopoderosa Sala IV para que en defensa de los ciudadanos y la economía costarricense exija un cambio a la Constitución para que los funcionarios “competentes” de verdad actúen en este caso?

O al menos apelemos a la vanagloriada popularidad de los mandatarios para que, por temor a las encuestas de opinión, se sacudan de este letargo, ya que ni las promesas de las elecciones han pesado.

Sin dudas, la platina representa hoy un monumento a la mediocridad, la parsimoniosa forma para enfrentar problemas, a una mentalidad subdesarrollada que se rinde ante una brecha de 15 centímetros.

El 7 de agosto del año pasado, recapacité si debía titular esta misma columna “La maldita platina”, para infortunio de todos, esta maldición aún continúa.

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