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La Cumbre de las Américas

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 13 abril, 2015


Disyuntivas

La Cumbre de las Américas

Con diversos resultados se han venido realizando reuniones hemisféricas de jefes de Estado y de Gobierno de los países de nuestro hemisferio, como la efectuada la semana pasada en Panamá.
Ellas son sucesoras de la primera Conferencia Panamericana convocada en esa misma ciudad de Panamá en 1826, por el libertador Simón Bolívar, que tuvo fines fundamentalmente de acercamiento y apoyo ante problemas de seguridad para los estados.
Otras como la Reunión de Presidentes de Punta del Este en 1967, a la cual tuve el honor de asistir muy joven acompañando a los muy recordados y queridos presidente José Joaquín Trejos y ministro de Relaciones Exteriores Fernando Lara, tuvieron objetivos fundamentalmente de promoción del desarrollo económico y social.
La primera de las Cumbres de las Américas en su formato actual, celebrada en Miami en 1994, se lanzó para promover la integración económica hemisférica con la Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que por muchos años fue el eje fundamental de las relaciones interamericanas.
Ello cambió cuando los atrasos en la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio y el cambio de los intereses políticos en algunas naciones de América, acabaron con esa iniciativa y abrieron la puerta a tratados de comercio de naciones latinoamericanas, individualmente o como una subregión con EE.UU.
Las cumbres siguientes en Santa Cruz de la Sierra (1996) en Santiago (1998) y en Quebec (2001) continuaron dando el apoyo a ALCA, e introdujeron muy importantes elementos de desarrollo social, sostenible y democrático a ese concepto.
Así por ejemplo, en la de Canadá de 2001, con el patrocinio de Costa Rica, se introdujo la cláusula democrática que estableció que las cumbres era un proceso exclusivo para estados democráticos y que dio origen a la posterior Carta Democrática Interamericana aprobada por la OEA, con fuerte apoyo de Costa Rica, en Lima el 11 de setiembre de ese mismo año.
Pero en los últimos años este proceso no ha tenido un norte claro.
América ha sido pionera en la promoción la de democracia, los derechos humanos y la libertad incluyendo la económica, y no puede sin desdibujarse dejar de tenerlos como norte. Por ello, democracias, derechos humanos y libertad deben seguir siendo brújula de las acciones hemisféricas, a la par de otros principios como los de solidaridad y sostenibilidad.
Empero esa vigencia está en juego en la conformación y operación de las diversas organizaciones interamericanas de naciones.
Lo OEA tiene, como quedó claro —desde la reorganización de su secretaría general al inicio de mis funciones allí—, cuatro áreas de acción, cada una de las cuales requiere la construcción de acuerdos políticos para avanzar en su vigencia: derechos humanos, democracia, desarrollo humano y seguridad.
Ninguno de ellos puede dejarse de lado en aras de avanzar en otros campos.
Definir la respuesta del siglo XXI ante las realidades actuales de las naciones americanas con su diversidad de inclinaciones ideológicas, es el mayor reto que enfrentan la OEA y las Cumbres de las Américas.
Esta es una tarea pendiente.

Miguel Ángel Rodríguez

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