La sociedad enferma
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 30 julio, 2008
Al ver los síntomas se puede llegar a la conclusión de que la sociedad costarricense está seriamente enferma. Cualquier circunstancia que contradiga en alguna medida las expectativas de la gente reunida, ya sea en un estadio para ver un partido de fútbol o en la puerta de entrada a un concierto, entre otros, puede ser la chispa que encienda la violencia.
La situación producida por una turba que provocó destrozos en la Universidad Latina y en negocios cercanos, hurtando mercadería y equipos solo porque no podría ingresar al concierto que una empresa había organizado en uno de los parqueos de dicho centro educativo, es una demostración de la enfermedad social. Los síntomas son claros.
Es posible que las maras los estén observando porque estas les indican donde está la materia prima sobre la que pueden trabajar para lograr su propósito de extender sus acciones a este país.
La pregunta es, ¿los están estudiando también las autoridades a quienes corresponde tomar medidas inmediatas para atacar las causas que originan la enfermedad? Porque nada se soluciona con ciertos cuidados paliativos. La gravedad del mal exige atacar sus causas seriamente mientras se mantiene al paciente en cuidados intensivos.
Y las causas son varias. Una de ellas, la pérdida de valores a la que, de un modo u otro se ha inducido a los jóvenes, muchas veces con el mal ejemplo dado por quienes deberían ser sus adecuados modelos.
Por otra parte, la latente tensión en una juventud que vive la incertidumbre permanente con respecto a sus posibilidades de tener éxito en estudios, trabajo y expectativas de consumo en la cambiante sociedad, pareciera llevar a la violencia ante la mínima oportunidad para explotar.
El grave estado de inseguridad ciudadana probablemente conduzca al error de pensar que si tantos pueden delinquir impunemente, unos cuantos delitos más no van a significar nada.
En fin, son las propias universidades, especialmente las estatales, que destinan presupuestos a investigación, quienes tienen diagnósticos importantes derivados del estudio de estos síntomas.
No obstante, pareciera que estos no han sido tomados en cuenta por quienes tienen el deber de atacar las causas de la enfermedad. No ha existido voluntad política para ello.
Costa Rica, un pequeño país con enormes posibilidades de desarrollarse positivamente para brindar a quienes lo habitan una buena calidad de vida, se encuentra, por el contrario, sin atención a sus graves dolencias y viviendo cotidianamente sus nefastos síntomas.