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La reforma fiscal republicana del Congreso de EE.UU.

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 13 febrero, 2017


Es importante darle seguimiento al plan Ryan-Brady, y familiarizarnos con sus posibles efectos

La reforma fiscal republicana del Congreso de EE.UU.

Cuando el Sr. presidente Trump anunció la construcción del muro y que México lo pagaría, el Sr. Presidente de México digna y contundentemente negó que su país asumiría ese costo. El Secretario de Prensa de la Casa Blanca anunció entonces que México sí lo sufragaría mediante impuesto de un 20% sobre sus exportaciones a EE.UU.
De inmediato surgieron las protestas por tal presunta medida que, además de iniciar una guerra comercial y violar los acuerdos de EE.UU. ante el NAFTA y ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), significaría que la mayor parte del precio lo pagarían los consumidores estadounidenses. Y así vino la aclaración: no se trataba de un impuesto a las importaciones, sino de la aprobación de la reforma fiscal propuesta en junio del año pasado por los Sres. representantes republicanos Paul Ryan, presidente (Speaker) de la Cámara de Representantes, y Kevin Brady, presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios.
¿Qué es el plan Ryan-Brady?
En lo que nos interesa por sus posibles efectos sobre el comercio y las finanzas internacionales, consiste en sustituir la tasa impositiva del 35% sobre las ganancias de las empresas (tasa que se ve fuertemente disminuida por las múltiples fisuras que bajan la tasa efectiva a alrededor de un 27%) por un impuesto del 20% sobre el flujo de caja de esas entidades.
El impuesto sobre las ganancias se impone sobre los ingresos totales a los que se restan los salarios, los intereses sobre sus deudas y la depreciación de sus activos. El impuesto sobre el flujo de caja considera solo los ingresos por ventas en el mercado doméstico y deduce los salarios, las compras de insumos domésticos y las inversiones.
Así el plan Ryan-Brady en los ingresos de las empresas no incluye los prevenientes de exportaciones; y en los egresos por gasto en insumos no incluye (y por lo tanto no se deducen de los ingresos) los importados. En el léxico técnico esta característica se conoce como “ajuste de frontera”.
El ajuste de frontera se aplica en los impuestos de valor agregado (IVA) como el que desde mi gobierno se ha propuesto para cambiar nuestro impuesto de ventas. Como se trata de un impuesto sobre el consumo no se afectan las exportaciones que son consumo externo, y se pone el impuesto sobre las importaciones pues son para ventas domésticas. Esta práctica es aceptada por la OMC y se considera no proteccionista.
El impuesto propuesto por Ryan y Brady es como un VAT más un subsidio a la contratación de mano de obra local, ya que las producciones domésticas deducen su pago por salarios de sus ingresos, pero las importaciones no lo pueden deducir. Esto parece otorgarle una condición proteccionista.
Se argumenta que eso no es así, y no lo sería si la mayor demanda por dólares de extranjeros por la baja de precio de las exportaciones en sus monedas (por no estar los ingresos de exportaciones de EE.UU. sujetos al impuesto) y la menor demanda de estadounidenses por moneda extranjera para comprar las importaciones por estar más caras (por no ser deducible como gasto su uso como insumos), hacen subir el valor del dólar con una revaluación de la misma magnitud del impuesto. En este caso las importaciones y las exportaciones de EE.UU. no se verían afectadas por el plan Ryan-Brady
En EE.UU. el plan se promueve porque se evitaría el incentivo de mover las fábricas o las utilidades (a través de precios de transferencia manipulados) a países con menores impuestos a las empresas, se podría pasar de una renta sobre ingresos de todo el mundo a renta sobre ingresos territoriales, simplificando el sistema, se elimina un trato fiscal preferente a la deuda y se favorece la inversión. Además, porque como tienen un alto déficit en la balanza comercial la ganancia en “impuestos” (al no ser un gasto deducible) sobre las importaciones sería mayor a la pérdida de ingresos por la exoneración de los ingresos sobre exportaciones, y esto permite reducir su tasa.
En lo que nos interesa: ¿sería proteccionista el cambio?
La respuesta está aún en discusión entre los economistas.
Si fuera proteccionista nos afectaría por nuestra importante proporción de exportaciones a EE.UU. (alrededor de un 40%), y por el efecto de ello en otros países también en similares condiciones por el alto peso de sus exportaciones a EE.UU., y a los que exportamos, como México, Centroamérica y Colombia.
Otro efecto que podría sernos muy perjudicial es la consecuente revaluación del dólar y su impacto sobre las deudas en dólares del Gobierno, los bancos y privados que aumentarían —por esa revaluación— su valor equivalente en colones, y les haría incurrir en sustanciales pérdidas financieras.
Por estas razones es importante darle seguimiento al plan Ryan-Brady, y familiarizarnos con sus posibles efectos.

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