La insulsa gestión de Insulza
Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 16 julio, 2009
Vericuetos
La insulsa gestión de Insulza
Convencido de que sin los bolivarianos no hay reelección, Insulza se debate en su tragicomedia personal de ser complaciente, o tener que dejar los goces del D.C., capital de la madre de todos los males (según ellos). Por supuesto que con el anuncio de la señora Clinton de que no apoyarán su reelección, quizás por su cercanía a la izquierda recalcitrante, su panorama se torna aún más sombrío.
Para no empacar hacia el Sur, no le ha quedado más que mantener la OEA como una institución baladí, insustancial, vacía y frívola, adjetivos todos sinónimos de “Insulsa”. ¿Casualidad fonética?
La ya inoperante y elefantiásica organización, ahora amén de inservible se ha convertido en un apéndice del Miraflores en la propia capital del “imperio”, para usar ese término propagandístico que con tanto hincapié empleó el presidente Morales durante su visita a Montevideo.
Objeto perenne de toda suerte de críticas por parte de la izquierda latinoamericana, la OEA (organización en estado agónico) se ha transformado de la noche a la mañana en su consentida, avanzadilla al más puro ejemplo del Caballo de Troya. Cosas veredes.
El flamante secretario general de la OEA habría, dicen los entendidos, violado las reglas implícitas y explícitas de su importante posición al tomar partido en asuntos internos de un país miembro. Fue a Tegucigalpa, no sabemos a ver a quién, se negó a conversar con las nuevas autoridades que, por supuesto, era con quienes tenía que hablar para intentar una salida diplomática, disparó cuanto cachiflín verbal pudo y se declaró en campaña permanente promoviendo el bloqueo contra el pueblo y la quiebra total de la economía de ese país, con el único propósito, supongo, de condenar al hambre a los hondureños para obligarlos a lanzarse a las calles y matarse entre ellos. ¿Qué más propicio para promover el socialismo del siglo 21 que la rebelión que producen el hambre y la violencia? Insulza perdió el norte en su insulso periplo por las capitales del nuevo imperio y apretó las clavijas más de la cuenta. Ahora, que ha quedado en evidencia, cuando algunos se cuestionan que le llegó el momento de abandonar el cargo, no tendrá más que aplicar la misma medicina a sus mecenas cuando se les vaya la mano, como se les suele ir, en el altiplano o en las floridas y empedradas calles de cualquiera de las ciudades rojas del continente. Porque sería muy feo que sigan la OEA y su insulso secretario general haciendo la vista gorda ante la persecución de disidentes, las reformas constitucionales cogidas del pescuezo, las elecciones amañadas y toda otra suerte de virulentas medicinas que los del Apocalipsis les recetan a sus pobres pueblos para seguir arriba ad perpetuam. Quizás a Insulza le queden fuerzas para preocuparse, por ejemplo, del caso del elegido alcalde de Caracas Antonio Ledezma, a quien el jefe le impide asumir el cargo y se encuentra en huelga de hambre.
No todo es tan malo en el caso de los hondureños que, sin querer queriendo, le dieron tremendo socollón a la OEA y la pusieron en la vitrina a ver si de ahora en adelante vale algo más que lo que cuesta su flamante sede de la Constitution Avenue.
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