La economía también es vida
Homer Dávila hdavilag@icloud.com | Miércoles 01 abril, 2020
Thomas L. Friedman columnista de The New York Times ha sorprendido a los millones de lectores estadounidenses por su más reciente nota donde admite rezar por el Presidente Donald Trump quien está dando una feroz lucha contra el impacto negativo que el virus chino ha desatado en la vida de los EE.UU.
Y es que la situación crucial a la que se ha visto obligado a responder el Presidente norteamericano es una de las más difíciles para cualquier estadista del mundo, y más aún cuando sobre este hombre recae la estabilidad de la potencia mundial y por ende de gran parte del mundo civilizado. La influencia de EE.UU. en el mundo es muy importante.
Luego de semanas en que los inversores han cesado el flujo de sus dineros en las bolsas, y tras ver cómo EE.UU. está siendo el país donde hay más infectados con la peste china, la decisión de enfrentar esta guerra biológica y no destruir la economía es cosa seria.
Trump ha decidido que los norteamericanos deben volver a sus puestos de trabajo ya que de no hacerlo, la catástrofe sería mucho peor al problema sanitario. Esta decisión ha vuelto a reactivar los mercados de valores por escasos días, pero nada ha sido estable, y al cerrar la última semana de marzo, el índice Standard & Poor’s 500, Dow Jones, APPL, BA, BRK-B, DIS, GE, HD, NKE, SBUX han caído nuevamente, marcando una tendencia de columpio, sube y baja. Nada bueno para la salud de la economía mundial. Cosa peor hubiese sido mantener la inactividad y recluir a la población en una cuarentena forzosa.
La peste que se extiende por el mundo entero ya no solo se circunscribe en un tema sanitario, sino además en una tragedia humana que tiene consecuencias en la economía mundial, como bien lo he señalado anteriormente en otro artículo.
Hace tan solo unas semanas el Bank of America ha informado que de no ponerse un freno a la caída en los mercados de valores, la recesión económica será tan fuerte, que se requerirían aproximadamente 1 100 días para que ésta se recupere, lo cual representan 4,4 años. Estamos ante la peor crisis económica mundial después de la debacle de 2009, así lo ha considerado Bloomberg y no es para menos, cuando alrededor del mundo millones de personas pierden sus empleos, empresarios pierden sus inversiones y el consumo cae en picada.
La peste originada en China nos ha deparado un escenario terrible para la especie humana, no solo porque nos pone en riesgo de muerte, sino porque además ha destruido el estado de bienestar de cientos de millones de personas.
Quienes conocemos cómo funciona la economía, no solo nos causa malestar la amenaza a la salud que esta peste está causando, sino que además nos pone sumamente preocupados por la situación económica que va resultar si no tomamos las medidas necesarias.
Me aflige el discurso demagógico de columnistas y políticos que han empezado a llenar los medios de comunicación del mundo con frases poco sensatas como queriendo decir que o escogemos la vida o el dinero, que ante la crisis el bienestar económico importa menos que la salud, que salvar vidas es más importante que ganar a few dollars. Cuidado. La economía también es igual de importante que la vida. No la subestimemos.
La división del trabajo y los intercambios de mercancías son los únicos mecanismos que la humanidad conoce y ha perfeccionado para poder establecer el nivel de bienestar que contábamos antes de la peste china. Inclusive la salud y los sistemas sanitarios son producto de la división del trabajo que la economía de mercado ha podido desarrollar, bien que mal. Porque aunque existan sistemas sanitarios estatales, el dinero que se requiere para mantenerlos proviene de manos privadas: el sector productivo. Nada es gratis.
Decir que la economía es menos importante que la salud es una muestra reiterada del desconocimiento de cómo las personas a lo largo de milenios desde el neolítico han perfeccionado la vida. Pensar en recluirnos perpetuamente nos expone a una severa crisis de producción que nos va llevar a la escases y de esta a la miseria.
La pérdida de una sola fuente de empleo ya se transforma en una tragedia que los Estados debemos evitar a toda costa y cuando menos subsanar. Cuando esta pérdida se transforma en la pérdidas de cientos de millones de empleos no queda otra opción que actuar con inteligencia. Una economía destruida representa la destrucción de millones de personas.
Una acción inteligente que los Estados podríamos tomar, es imitar el caso de naciones como Alemania o Corea del Sur, donde ante la imposibilidad de contar con una vacuna para aniquilar el virus, la población ha extremado las medidas de higiene por medio de test del virus, el empleo de guantes y cubre bocas, mientras siguen desarrollando sus actividades económicas normales. ¿Es esto la solución? Evidentemente la solución sería que la humanidad desarrolle una vacuna contra el virus, pero mientras tanto, la vida debe continuar, y para ello los Estados deberían invertir más en la compra y distribución de estas pruebas de detección de la enfermedad y extremar las medidas de higiene. Si no es así ¿Qué vamos hacer dentro de unas semanas cuando nos demos cuenta que por más confinamiento que hagamos el virus se sigue propagando?
ESCONDERSE NO ESTÁ EN LA GENÉTICA DEL SER HUMANO
No comparto la irresponsabilidad del aparato burocrático que llama a las personas a recluirse en cuarentenas forzosas como única medida para contener la enfermedad. Y mientras tanto ¿Cómo hace la población para subsistir? ¿Puede el Estado alimentar a toda la población? Imposible, si mas bien es el Estado el que vive a costillas de la población, y la clase política aún más.
Cuando se escucha a los regentes del aparato político del Estado decir que los contagiados con la enfermedad son los únicos que deben utilizar guantes y cubre bocas me obliga a pensar que estamos ante una acción irresponsable, porque ¿Cómo sabe la población cuál persona está contagiada? ¿Es que acaso una persona con 40°C de fiebre y neumonía puede andar libremente por la calle? Esto sería como recomendarle a la población que solo los que están contagiados con VIH-SIDA y ETS, son los únicos que deben utilizar el preservativo. De ser así, el contagio con este tipo de enfermedades sería catastrófico.
Debemos seguir el ejemplo de los casos exitosos, ¿no es cierto? Bien, entonces empecemos por equiparar el valor de la economía con el de la vida. Luego exijamos a la clase política y a los regentes sanitarios que tomen las medidas tomadas en países como Corea del Norte, para que demos la lucha contra este invisible enemigo que nos ha obligado a guarecernos. No somos una especie diseñada para escondernos ante los retos que impone la vida. ¿Verdad?.