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COLUMNISTAS


La dignidad de una jornada cívica

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 11 marzo, 2022


Sinceramente

La campaña electoral es la mayor lección democrática que un país debería recibir. Una campaña electoral es el momento para exaltar sentimientos de adhesión a un candidato, a un partido y a la patria. Una campaña electoral es el momento de conocer a las personas en sus mejores facetas, cualidades y destrezas. También es el momento de conocer en ellas su madurez emocional y su capacidad de liderazgo. Una campaña electoral es el tiempo de analizar los problemas de Costa Rica y las soluciones que cada uno de los candidatos tiene para resolver las dificultades.

La campaña electoral conducida con dignidad y sentido del honor dignifica al liderazgo democrático nacional y exalta los valores democráticos del pueblo. Una campaña conducida con afirmaciones verídicas, con soluciones que atiendan el interés general y el bien común reafirman la fe de todos los electores en el sistema democrático de escogencia de sus autoridades. Siempre debemos los costarricenses exigirnos más, apuntar alto para ayudar a la sociedad a superarse.

Una jornada cívica conducida en dignidad, reflexión, respeto y análisis de la respuesta partidaria a la crisis enfrentada fortalece la fe democrática en el gobierno futuro y consolida la institucionalidad democrática del país.

Por el contrario, una campaña electoral sin dignidad ni respeto debilita la democracia y educa a los costarricenses en el valor de la mentira, el insulto, las noticias falsas, el golpe bajo y los antivalores en una sociedad. Una campaña baja y sucia fortalece a los grupos antisistema que lo que buscan afanosamente es destruir todo lo que hemos construido los costarricenses.

Una campaña en la que campea la distorsión interesada para mostrar delitos, crímenes, faltas éticas, abusos y acoso, a lo que conduce es al convencimiento del país, de los electores y sobre todo de las personas más sencillas, que quienes serán electos son la escoria del país y nunca sus mejores hijos tratando de hacer de Costa Rica un país mucho mejor, más justo, más libre y más participativo. Una campaña en la que el país gasta miles de millones y que tiende a debilitar la democracia, el sistema y desacreditar a la dirigencia democrática legítima del país debería dejarnos pensando largamente.

Es suicida para la legítima dirigencia política del país, para los verdaderos demócratas, para quienes desean y buscan una institucionalidad consolidada y monolítica, despedazarse en una feroz campaña electoral sin honor, sin dignidad, sin reconocimiento de las virtudes ajenas y sin las coincidencias evidentes en las soluciones que deberán ser adoptadas.

Es destructivo para todos degradar el intercambio, destruir las avenidas de comunicación y hasta de cordialidad futuras. Es sorprendente cómo algunos insultan y denigran primero para luego pedir favores legislativos o de agenda del poder ejecutivo. No se vale y no se puede destruir primero y ver qué quedó después para sobre ello construir una endeble administración.

Se está construyendo la tradición de descarrilar al candidato opositor polarizando al electorado con argumentos efectistas que pueden no estar demostrados ni ser ciertos en forma alguna, siempre y cuando destruyan al adversario ya convertido en enemigo. Y así el efecto polarizador, el transformar buenos ciudadanos en lacras sociales, el no discutir lo esencial ni escuchar las soluciones básicas se ha convertido en toda una escuela electoral.

No pretendo que la discusión política no sea dura, no critique a los adversarios en sus razonamientos y sus ideas. No pretendo ni creo que una campaña sea un dechado de diplomacia y buenas maneras sociales. Lo que deploro es que estas campañas están legitimando descartar valores y razones para instaurar polarizaciones irracionales y la destrucción de los candidatos como personas valiosas.

En esta campaña pareciera que ya les cogió tarde a los partidos para dar una gran lección cívica valiosa y duradera, digna de recordarse. Pareciera que los costarricenses han recibido cátedra en insulto, insinuaciones malévolas, irrespeto, troles asesinando mensajeros y lo peor gozar y divertirse en este bajo proceso electoral viendo y colaborando en la deslegitimación de líderes democráticos y partidos.

¿Después de todo esto qué podemos esperar? ¿Qué reacciones y formación habrá recibido el costarricense? ¿Se vale ganar o hacer perder al adversario de esta manera? Siguiendo esa estrategia todos perdemos, todos nos denigramos, todos bajamos de nivel y nos acostumbramos a la violencia verbal y a la vulgaridad.

Debemos hacer el propósito siempre de ganar altura, de proceder con honor y con dignidad. Debemos buscar siempre construir y generar en el país un sólido sentimiento de unidad nacional y de propósito. De este sentimiento y de esta actitud depende el futuro de una relación armónica y productiva entre partidos, autoridades y ciudadanos. Hay que luchar todos los días por la libertad, la justicia y el bien común.

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