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COLUMNISTAS


La actual lucha sindical en Costa Rica, no apunta a corregir las causas de la injusticia ni de la pobreza

Roberto Thompson . | Martes 17 septiembre, 2019


El movimiento de Liberación Nacional surgió a la vida política en defensa del sufragio, de la libertad y de la democracia. Abrazó la social democracia en su lucha por la igualdad, la justicia social y el combate a la pobreza.

Asumió la defensa de las clases menos favorecidas e hizo suya la defensa del Código de Trabajo y del capítulo de garantías sociales en la Constitución Política. Buena parte de sus líderes históricos abrazaron el sindicalismo, como forma de organización y se unieron a sus luchas por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Impulsó el desarrollo de una Institucionalidad fuerte, capaz de abrir camino y llevar a todos los rincones del país progreso y bienestar.

En la ruta el rumbo y propósito se perdió y mucha de esa Institucionalidad se volvió un fin en sí misma defendida por una nueva visión sindical que dejó atrás sus principios originarios para aliarse con una burocracia creciente perdida en el cumplimiento de sus fines por la defensa de sus privilegios, bajo el alero de una clase política de intereses electoreros de corto plazo.

El esfuerzo sindical transformó su esencia y encontró refugio de sobrevivencia en el discurso del “desmantelamiento del Estado”.

Un Estado que fue perdiendo capacidad para dar respuesta a los grandes problemas nacionales, incapaz de convertirse en instrumento de desarrollo, de promoción de la inversión y de mejoramiento de la competitividad, y fallido en la atención de la pobreza y la desigualdad.

La burocracia se transformó en hija espuria del socialismo que se apropió para sí de su herencia moral y que ha enterrado la ilusión de muchos pueblos en el mundo acabando con su economía, al terminar ahogando la iniciativa privada, la creatividad y la inversión generadora de empleo y de oportunidades.

La actual lucha sindical en Costa Rica, no apunta a corregir las causas de la injusticia ni de la pobreza.

Defender privilegios de unos pocos y defenderlos bloqueando a los demás, no solo es contrario a sus fines sino antidemocrático, porque atenta contra los principios fundamentales de la convivencia y contra los más vulnerables de la sociedad, al procurar direccionar los recursos del Estado al pago de beneficios de una clase en particular, aquella que al contrario de muchos, tiene garantizado su trabajo. Este país tiene enormes retos por delante.

A propósito de la discusión del proyecto de regulación de huelgas, que votamos la semana pasada, la tergiversación de propósito y mezcla de intereses debe quedar clara por la importancia que tiene evitar que se nos manipule con el discurso.

Recuperar rumbo es sin duda el principal de nuestros retos, particularmente para quienes por convicción seguimos abrazados al esfuerzo de atender los reclamos de las grandes mayorías, desde una perspectiva socialdemócrata moderna, crítica para con un sistema que debe recuperar rumbo y autoridad para defenderse de los excesos de unos cuantos.

Una perspectiva socialdemócrata que pasa además por asumir con prontitud la necesaria reforma institucional que requiere este país para romper el círculo vicioso que nos impide avanzar. Y en ese propósito muchos estamos dispuestos a seguir construyendo.


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