Judíos encienden primera vela de Janucá
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 21 diciembre, 2011
Judíos encienden primera vela de Janucá
En esta ocasión coincidirá con la Navidad católica, lo que supone un pleno hotelero y un ambiente doblemente festivo en Jerusalén
Los judíos iniciaron ayer la celebración de la fiesta de las luminarias, Janucá, en la que conmemoran con el progresivo encendido de las velas de un candelabro la victoria de los macabeos sobre los griegos hace 2.200 años.
Poco después de la puesta del sol da comienzo la festividad, que concluye ocho días después, y que en esta ocasión coincidirá con la Navidad católica, lo que supone para los operadores turísticos un pleno hotelero y un ambiente doblemente festivo en las calles de Jerusalén.
En las vías más concurridas de la urbe, así como en el resto de poblaciones israelíes, se han instalado grandes candelabros de ocho brazos, denominados en singular “januquiá”, cuyas velas o bombillas se irán encendiendo a razón de una por noche hasta completar todas las jornadas de la fiesta.
Es costumbre que los judíos coloquen lámparas de aceite o velas de menor tamaño en las ventanas de las casas y escaparates de las tiendas para que puedan ser observadas desde el exterior.
“Janucá” significa literalmente “inauguración” y conmemora la consagración del templo judío de Jerusalén en el año 165 a.C., tras la revuelta de los macabeos contra el rey seleúcida Antíoco Epifanes que, siguiendo la tradición helenística de su dinastía, había implantado el culto a Zeus a fin de que los israelitas asimilaran su cultura.
Estos días se recuerda la gesta militar encabezada por el líder del levantamiento, Judas Macabeo, en la que la luz y el aceite han quedado como símbolos de una historia recogida en el Talmud como “milagro de Janucá”.
Según la leyenda, tras el triunfo de la revuelta, los sacerdotes judíos llegaron a Jerusalén para purificar el templo y borrar todo signo de profanación helenística.
Al encender el candelabro del templo, se dieron cuenta de que solo quedaba una pequeña jarra de aceite suficiente para un día, pero de manera milagrosa duró ocho jornadas consecutivas.
En el moderno Estado judío se le ha querido dar a la celebración un significado más amplio: el restablecimiento de la libertad de culto para el pueblo judío en periodos duros de la historia.
“La festividad conmemora la victoria de unos pocos (los macabeos), contra muchos (los griegos)”, apunta Saguit Shalev, una israelí residente en Jerusalén mientras degusta uno de los postres típicos de la festividad, la “sufganiá”.
Parecido a un dónut sin agujero, cubierto de azúcar glaseado y generalmente relleno de mermelada, este dulce también guarda relación con la fiesta.
Otro símbolo de la fiesta es el “sevivón”, una peonza o trompo de cuatro caras que se suele regalar a los más pequeños y en el que aparece el acrónimo de la leyenda hebrea “un milagro ha ocurrido aquí” (o “allá”, en las comunidades judías en el extranjero).
Jerusalén / EFE
En esta ocasión coincidirá con la Navidad católica, lo que supone un pleno hotelero y un ambiente doblemente festivo en Jerusalén
Los judíos iniciaron ayer la celebración de la fiesta de las luminarias, Janucá, en la que conmemoran con el progresivo encendido de las velas de un candelabro la victoria de los macabeos sobre los griegos hace 2.200 años.
Poco después de la puesta del sol da comienzo la festividad, que concluye ocho días después, y que en esta ocasión coincidirá con la Navidad católica, lo que supone para los operadores turísticos un pleno hotelero y un ambiente doblemente festivo en las calles de Jerusalén.
En las vías más concurridas de la urbe, así como en el resto de poblaciones israelíes, se han instalado grandes candelabros de ocho brazos, denominados en singular “januquiá”, cuyas velas o bombillas se irán encendiendo a razón de una por noche hasta completar todas las jornadas de la fiesta.
Es costumbre que los judíos coloquen lámparas de aceite o velas de menor tamaño en las ventanas de las casas y escaparates de las tiendas para que puedan ser observadas desde el exterior.
“Janucá” significa literalmente “inauguración” y conmemora la consagración del templo judío de Jerusalén en el año 165 a.C., tras la revuelta de los macabeos contra el rey seleúcida Antíoco Epifanes que, siguiendo la tradición helenística de su dinastía, había implantado el culto a Zeus a fin de que los israelitas asimilaran su cultura.
Estos días se recuerda la gesta militar encabezada por el líder del levantamiento, Judas Macabeo, en la que la luz y el aceite han quedado como símbolos de una historia recogida en el Talmud como “milagro de Janucá”.
Según la leyenda, tras el triunfo de la revuelta, los sacerdotes judíos llegaron a Jerusalén para purificar el templo y borrar todo signo de profanación helenística.
Al encender el candelabro del templo, se dieron cuenta de que solo quedaba una pequeña jarra de aceite suficiente para un día, pero de manera milagrosa duró ocho jornadas consecutivas.
En el moderno Estado judío se le ha querido dar a la celebración un significado más amplio: el restablecimiento de la libertad de culto para el pueblo judío en periodos duros de la historia.
“La festividad conmemora la victoria de unos pocos (los macabeos), contra muchos (los griegos)”, apunta Saguit Shalev, una israelí residente en Jerusalén mientras degusta uno de los postres típicos de la festividad, la “sufganiá”.
Parecido a un dónut sin agujero, cubierto de azúcar glaseado y generalmente relleno de mermelada, este dulce también guarda relación con la fiesta.
Otro símbolo de la fiesta es el “sevivón”, una peonza o trompo de cuatro caras que se suele regalar a los más pequeños y en el que aparece el acrónimo de la leyenda hebrea “un milagro ha ocurrido aquí” (o “allá”, en las comunidades judías en el extranjero).
Jerusalén / EFE