Italia 90 nos lanzó a una inflación desproporcionada e incontenible
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 07 enero, 2021

El fútbol costarricense se infló de manera desproporcionada, un día después de que terminó el Mundial de Italia 90.
Los integrantes de la Selección Nacional que no fueron fichados en el extranjero, repletos de gloria por la enorme gesta del verano italiano, exigieron a los dirigentes criollos, salarios parecidos a los que firmaron Luis Gabelo Conejo, Juan Cayasso, Hernán Medford, Rónald González, Chávez Innecken y otros pocos jugadores que fueron fichados en Europa.
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Engolosinados por la clasificación de la Tricolor a los cuartos de final del Mundial 90, jugadores como Germán Chavarría, Róger Flores, Mauricio Montero, Héctor Marchena, Róger Gómez, Oscar Ramírez y Claudio Jara, por citar solo a otros titulares de ese Mundial, triplicaron sus salarios como actores de un campeonato que no daba para tanto y así, 30 años después lo que ha producido el fútbol costarricense es una serie de clubes quebrados, endeudados, desaparecidos, hipotecados y desde luego con las tesorerías vacías.
Atrapados por su fanatismo, los dirigentes de los equipos grandes, han sido capaces de cancelar fortunas a la estrella de turno, con tal de que no vista el uniforme del archirrival. Lógicamente que los futbolistas, se han aprovechado de este fanatismo ciego de sus patronos, para sacarle la tajada grande al negocio.
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Cuando esta semana nos enteramos, por propias palabras del nuevo presidente de Limón, Celso Gamboa, que ese club paga un salario mensual promedio de 1.2 millones de colones a sus jugadores, solo imagínense lo que reciben los futbolistas de los clubes grandes.
Costa Rica juega un campeonato repleto de futbolistas que ganan millones de colones, sin contar con población, regionalismo, infraestructura, afición, patrocinios y otro sinnúmero de requisitos profesionales, que vaya acorde con esos salarios y lógicamente que el destino más seguro para los clubes es la bancarrota.
Lo risible es que cuando un club grande está “limpio”, acusa al que tiene “money” de inflar el fútbol, olvidando que en decenas de ocasiones fue al “verre”. El hoy sin dinero fue rico y el hoy con dinero fue pobre y cada uno en su momento acusó al otro de lo “mesmo”.
Aquí si cabe aquello de que: “quién esté libre de pecado que lance la primera piedra”.
Contada la historia, mi “cochina” envidia siempre me recuerda lo estúpido que fui, en no haber estudiado para convertirme en futbolista.
gpandolfo@larepublica.net
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