Incompetencia para dialogar
| Martes 16 diciembre, 2008
Incompetencia para dialogar
Es insólito y triste. Ni la mayoría de los políticos, ni los periodistas, ni personajes, que creíamos sensatos, son capaces en Costa Rica, de sustraer las ideas y proyectos, que merecen al menos un análisis sereno, de sus creadores, difusores, o propulsores. Basta que la idea o propuesta, provenga de Pedro, de Juan, o de María, para descalificarla de porrazo. No se combate la idea o el proyecto, con argumentos de fondo, sino aludiendo al sujeto que la crea, la difunde, o la propone.
El caso más reciente, de muchos otros, se refiere a la propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, hecha por el ministro de la Presidencia Rodrigo Arias, idea que ya habían planteado mucho más elaborada el ingeniero Johnny Araya y muchos otros, tales como José Miguel Corrales, Francisco Antonio Pacheco, Rolando Laclé, Rolando Araya y sectores sociales importantes, que plantean la refundación de la Tercera República.
En campaña me acerqué a Rodrigo Arias y a don Oscar, con unos textos de Reforma Política que escribí junto con otros costarricenses, en el año 2000 —incluyendo un proyecto de nueva Constitución— para instarlos a reflexionar sobre la idea de plantear una reforma política profunda, pues creo tener argumentos de fondo para defender y convencer acerca de la necesidad que tiene el país de reformular todo su aparato público y recomponer sus relaciones internas y de los poderes con la sociedad. Los hermanos Arias recogieron mis trabajos y nunca recibí respuesta de ellos. Pero eso no importa. Lo que importa es que se examine si conviene o no dar ese paso de convocar a una Constituyente.
Por supuesto, no formo parte del grupo de expertos que don Rodrigo tiene trabajando en ese proyecto. Me vale un pito. Rescato la necesidad que tiene el país de al menos serenamente examinar una propuesta de esa magnitud. Confirmo que la manera como planteó el Ministro de la Presidencia dicha propuesta fue políticamente errónea. En asunto tan trascendental, la unilateralidad es mala consejera. Pero ese fue un error de presentación y de forma, a pesar de su experiencia política.
En lo que a mí respecta, no me importa don Rodrigo, yo rescato la necesidad de que seamos capaces de concentrarnos en el tamal y no en las hojas. Examinemos sin pasiones subjetivas y descalificaciones previas, contra nadie, si conviene o no que hagamos una reforma política profunda, se llame Constituyente o no. Yo creo que hay argumentos, urgencia, y oportunidad para plantear esa gran reforma.
En la vida de un país los personajes políticos de hoy o de mañana son chispas entre dos eternidades. A todos los respeto, unos hacen daño, otros son como el chayote, y otros procuran el bien. Pero para efecto de las ideas, no me interesan ni don Oscar, ni don Ottón, ni don Rodrigo, ni nadie. Otros podrían estar en esas coyunturas de poder. Todos me valen. Rescato, eso sí, las ideas, y las propuestas, que puedan defenderse, para bien del país, vengan de donde vengan. En vez de descalificar con simpleza, dialoguemos con entereza. Es así como se construye un país.
Walter Coto Molina
Es insólito y triste. Ni la mayoría de los políticos, ni los periodistas, ni personajes, que creíamos sensatos, son capaces en Costa Rica, de sustraer las ideas y proyectos, que merecen al menos un análisis sereno, de sus creadores, difusores, o propulsores. Basta que la idea o propuesta, provenga de Pedro, de Juan, o de María, para descalificarla de porrazo. No se combate la idea o el proyecto, con argumentos de fondo, sino aludiendo al sujeto que la crea, la difunde, o la propone.
El caso más reciente, de muchos otros, se refiere a la propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, hecha por el ministro de la Presidencia Rodrigo Arias, idea que ya habían planteado mucho más elaborada el ingeniero Johnny Araya y muchos otros, tales como José Miguel Corrales, Francisco Antonio Pacheco, Rolando Laclé, Rolando Araya y sectores sociales importantes, que plantean la refundación de la Tercera República.
En campaña me acerqué a Rodrigo Arias y a don Oscar, con unos textos de Reforma Política que escribí junto con otros costarricenses, en el año 2000 —incluyendo un proyecto de nueva Constitución— para instarlos a reflexionar sobre la idea de plantear una reforma política profunda, pues creo tener argumentos de fondo para defender y convencer acerca de la necesidad que tiene el país de reformular todo su aparato público y recomponer sus relaciones internas y de los poderes con la sociedad. Los hermanos Arias recogieron mis trabajos y nunca recibí respuesta de ellos. Pero eso no importa. Lo que importa es que se examine si conviene o no dar ese paso de convocar a una Constituyente.
Por supuesto, no formo parte del grupo de expertos que don Rodrigo tiene trabajando en ese proyecto. Me vale un pito. Rescato la necesidad que tiene el país de al menos serenamente examinar una propuesta de esa magnitud. Confirmo que la manera como planteó el Ministro de la Presidencia dicha propuesta fue políticamente errónea. En asunto tan trascendental, la unilateralidad es mala consejera. Pero ese fue un error de presentación y de forma, a pesar de su experiencia política.
En lo que a mí respecta, no me importa don Rodrigo, yo rescato la necesidad de que seamos capaces de concentrarnos en el tamal y no en las hojas. Examinemos sin pasiones subjetivas y descalificaciones previas, contra nadie, si conviene o no que hagamos una reforma política profunda, se llame Constituyente o no. Yo creo que hay argumentos, urgencia, y oportunidad para plantear esa gran reforma.
En la vida de un país los personajes políticos de hoy o de mañana son chispas entre dos eternidades. A todos los respeto, unos hacen daño, otros son como el chayote, y otros procuran el bien. Pero para efecto de las ideas, no me interesan ni don Oscar, ni don Ottón, ni don Rodrigo, ni nadie. Otros podrían estar en esas coyunturas de poder. Todos me valen. Rescato, eso sí, las ideas, y las propuestas, que puedan defenderse, para bien del país, vengan de donde vengan. En vez de descalificar con simpleza, dialoguemos con entereza. Es así como se construye un país.
Walter Coto Molina