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Sábado, 14 de diciembre de 2024



COLUMNISTAS


Grandeza y respeto mutuo

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 10 marzo, 2023


Sinceramente

Por razones que cada vez tengo menos claras nuestra sociedad se ha desbocado por la senda del irrespeto mutuo y ha abandonado el camino de la grandeza.

Se leen pocas razones, se escuchan cada vez menos reconocimientos a las verdades ajenas, se descalifica a todo aquel que de una manera u otra es adversario en una tesis o un argumento. No reconocemos nada bueno en terceros y buscamos desacreditarlos en todo momento. Se critican bajamente los yerros ajenos y las falencias de otros. Los críticos también incurren en las mismas falencias y yerros cometiendo las mismas una y otra vez.

Cada vez menos escuchamos o leemos argumentos o propuestas. Cada vez son más escasas las ideas elaboradas para mejorar nuestra comunidad o nuestro país. Cuanto escuchamos un día sí y otro también son insultos, infundios y falsedades o post verdades.

Los problemas del país, los grandes retos de nuestro desarrollo, las grandes luchas por la educación y la superación de nuestras gentes difícilmente se ven abordadas de manera pública y menos discutidas con el respeto mutuo y la grandeza que los asuntos de la Patria deberían reflejar.

Muchas personas argumentan que esto se da porque el insulto es democrático ya que está al alcance de cualquiera mientras que la discusión de altura y educada solo está al nivel y posibilidad de muy pocos. ¿Y entonces cómo educar a la población si se desprecia su capacidad de comprensión y de aprendizaje? El silogismo del razonamiento es que debido a que es más fácil y más accesible el insultar, mejor no tener discusiones constructivas sobre las soluciones de los problemas nacionales. En mi concepto gobernar es educar. Se educa con la palabra, con el gesto y con el ejemplo.

Siento que el insulto y la descalificación como presuntas herramientas de la democracia y de la participación popular son una aberración, aunque sean una realidad. El país no va a superarse más que sometiendo a la población a las discusiones de altura que señalen a la misma el camino, que muestren a ésta las formas, que definan la ruta del respeto y la grandeza para proyectar al país hacia futuro. El insulto no construye. La descalificación de terceros nunca proyectará al país al desarrollo. Hoy los troles son los que dominan el escenario de la discusión política pública. Los sicarios, los gatilleros, los portadores del blackjack cibernético son los que ahora marcan la pauta.

Con facilidad la tesis de llevar a los mejores o a muchos de los mejores a desempeñar los puestos de liderazgo en presidencias ejecutivas, juntas directivas institucionales y ministerios ha sido calificada de elitista. Si las empresas no reclutaran valores y meritocracia la competencia las destrozaría. Si los países no buscan a sus mejores hijas e hijos para atender los asuntos comunes la competencia internacional los hará girones.

No he conocido ningún país en el que un grupo de mediocres pueda generar el milagro de hacerlo crecer hasta ser una nación de renta alta. No he conocido un país en el que personas medio preparadas y medio informadas puedan liderar y ganar las batallas que el país está requiriendo ahora librar.

Se asegura que Costa Rica no necesita gente preparada sino gente honrada, olvidándose quienes así aseguran que la primera muestra de corrupción y deshonestidad es aceptar un puesto para el que no se está capacitado. Nuestro país requiere de sus mejores hijos, con valores, honestos, preparados, con los conocimientos para tomar las decisiones que hoy deben de formularse para lograr resultados positivos para el país del futuro, el país que todos queremos.

Necesita Costa Rica una transfusión de grandeza y de respeto mutuo y la debida comprensión que el país no es de unos sino de todos. Que la verdad y las soluciones no son propiedad exclusiva de un grupo sino la propiedad colectiva de los costarricenses. Que viajamos en una embarcación que si hace agua todos nos mojaremos.

Costa Rica requiere con urgencia que se elijan diputados de primera, figuras con visión país y no con interés municipal, con capacidad de liderazgo para discriminar entre lo conveniente, aunque sea duro de aceptar, de lo fácil y popular a los oídos de los electores. El país necesita escoger ministros y presidentes ejecutivos siempre buenos y competentes y no figuras para llenar esas posiciones y además que sean dóciles a la voluntad política superior. El país está muy necesitado de elegir magistrados incorruptibles, portadores de sabiduría y conocimiento de la realidad de las calles y barrios y no solamente de libros y de acuerdos internos entre abogados de carrera judicial.

Si nos demoramos en enfrentar el proceso de hacer que el país transite la ruta de la grandeza y del respeto mutuo, de la meritocracia y de la capacidad, de la serenidad y la firmeza, de la madurez y de la sabiduría quizás nunca llegue el país a alcanzar su desarrollo.

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