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Ezequiel, Samuel y Sebastián

Luis Alejandro Álvarez redaccion@larepublica.net | Miércoles 07 marzo, 2018


Ezequiel, Samuel y Sebastián

Estas últimas semanas se han dado eventos que no podemos obviar, ya que nos hacen considerar la valía de lo que tenemos, no obstante nos hacen también, como sociedad, poner las barbas en remojo. Se ponen sobre la mesa temas que deben atenderse de forma inmediata.

La seguridad social por la que apostamos como nación durante la década de 1940 sigue rindiendo sus frutos.

Hasta no hace mucho, conocíamos de operaciones en las que se separaba a siameses en otras latitudes, siempre en países de primer mundo.

Nos ha puesto en los titulares mundiales, con una operación que muchos descartarían se pudiera efectuar en un país en vías de desarrollo.

Samuel y Ezequiel están evolucionando positivamente luego de un procedimiento de muchas horas. Esperamos su pronta recuperación.

Estos dos niños costarricenses hoy son el emblema de que en Costa Rica hay mucho de lo que sí se puede.

Podemos sacar pecho y podemos enorgullecernos de que sin elevados costos para los padres, inalcanzables para la gran mayoría de los ticos, se separó exitosamente a estos hermanos y que podrán llevar una vida normal, una vez que culmine el proceso de recuperación.

Dos ciudadanos con futuro y que podrán continuar con su vida, recibir educación y eventualmente se incorporarán a la fuerza laboral para seguir haciendo grande a Costa Rica.

Ezequiel y Samuel, el grupo de profesionales de la Caja Costarricense de Seguro Social, la institución misma, quienes asistieron la cirugía y ahora durante el proceso de convalecencia, nos enaltecen a todos.

Nos demuestran que a pesar de problemas que pueda tener la institución, esta sigue siendo de vital importancia para esta sociedad, y reafirma que debemos ser vigilantes de que siga su funcionamiento y cumpliendo su objetivo.

Sebastián, el pequeño niño que víctima de bullying, aceptó un reto para demostrar algo que no tenía necesidad de demostrar.
Una víctima más, como muchos lo han sido en silencio.

Hoy algunos comparten en redes sus experiencias, saliendo de un “clóset de víctimas” que callaron durante mucho tiempo, confirmando que frecuentemente las heridas del bullying —casi siempre ocultas— algunas nunca sanan y otras dejan cicatrices para toda la vida.

Nos arroja esta lamentable pérdida, a nuestras caras y a nuestras conciencias, que hay que atender males que surgen desde lo íntimo de las familias, de un sistema educativo que falla, y que no reaccionó a tiempo para evitar esta tragedia.

Sebastián no merecía haber sufrido la presión que lo llevó a cometer un acto que nadie en su sano juicio hubiera hecho. ¿Qué pasaría por su mente de niño?

El “bullying” es una enfermedad que nos está carcomiendo, que no se debe callar, que debe  ser denunciada, y que debe atacarse desde las raíces.

No es un tema exclusivo de menores de edad, o de travesuras de colegio y escuela; es algo que se vive en instituciones, lugares de trabajo e incluso en círculos de amistades o conocidos.

No podemos permitir que haya más personas, de cualquier edad, que se vean sometidas a estos malos tratos.

Sebastián, su muerte nos mató a todos un poco: a los que han hecho bullying, a los que lo han sufrido, a los que vieron hacer, callaron y permitieron.

Nos quitó algo de lo “pura vida” que con orgullo nos autocalificamos. No es solo su familia inmediata, compañeritos y amigos, quienes hoy lloran su pérdida, es un país entero.

Las autoridades del Ministerio de Educación, así como la Fiscalía, tienen una responsabilidad muy grande. Este lamentable hecho no puede pasar sin consecuencias.

Ezequiel, Samuel y Sebastián nos marcaron y dejan su huella en la familia que somos todos los costarricenses.

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