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¿Es una necedad insistir en el ajuste fiscal?

Jose Luis Arce | Jueves 22 octubre, 2015


Es difícil poder argumentar que el fortalecimiento del colón de los últimos años es el resultado de sólidos fundamentos macroeconómicos

¿Es una necedad insistir en el ajuste fiscal?

¿Es posible lograr una reactivación económica saludable y sostenida sin un ajuste fiscal? Desde mi punto de vista la respuesta es no, aunque poner en orden las finanzas públicas signifique —según el libro de texto— un cierto sesgo recesivo en el corto plazo.
Hay poderosas razones por las que un conjunto de políticas de reactivación requieren, para ser efectivas, anuncios creíbles de que se pondrán en orden las finanzas gubernamentales y que se procurará ser virtuosos en ese campo en el futuro.
La primera razón son las expectativas. Dinamizar el gasto de los consumidores y la inversión privada requiere un entorno macroeconómico estable, pero no solo en el corto plazo.
Es difícil pensar que las empresas y los hogares estén dispuestos a invertir en proyectos ambiciosos o a gastar mucho más en residencias o bienes duraderos, si saben que, en ausencia de un ajuste ordenado y creíble, la situación fiscal derivará, eventualmente y en el mejor de los casos, en mayores tasas de interés o, en el peor, en un ajuste desordenado que pondría en peligro el crecimiento y la estabilidad.
No son suficientes para dinamizar la demanda interna bajos tipos de interés de corto plazo provocados por aparentes excesos de liquidez en el sistema financiero. Se requiere más que eso, se necesita confianza de que estas condiciones no son flor de un día.
La segunda razón es la apreciación de la moneda local, producto en buena medida de la forma en que, mediante financiamiento externo, hemos estado pateando la pelota en lugar de realizar un ajuste creíble en materia fiscal.
En los últimos años, y parece que esa seguirá siendo la estrategia según lo anunciado por el Gobierno en el recuento de medidas denominado Impulso, hemos evitado ordenar las finanzas públicas recurriendo al endeudamiento externo, no solo del sector público, sino además del sector privado a través del sistema bancario. Las condiciones de los mercados de capitales internacionales fueron favorables para esto, elevadísima liquidez, bajas tasas de interés y despreocupación de los acreedores.
Sin embargo, como un efecto secundario de esta corriente de capitales la moneda local se ha apreciado de manera considerable, afectando la rentabilidad de las actividades productivas que venden en el mercado externo y que compiten con importaciones.
Es difícil poder argumentar que el fortalecimiento del colón de los últimos años es el resultado de sólidos fundamentos macroeconómicos —como por ejemplo, mayor productividad— y no de movimientos financieros coyunturales provocados por los requerimientos de financiamiento gubernamentales elevados —es decir, el déficit— y por las particulares condiciones internacionales, las que además están llegando a su fin (¡Una razón más para empezar el ajuste!).
Será muy difícil lograr un sano y duradero crecimiento económico sin una depreciación real del colón que reacomode las rentabilidades relativas entre los sectores que venden o compiten con el exterior y los que no lo hacen.
Si esto no sucede, las exportaciones y la industria local que compite con importaciones no se reactivará y además, lo que es también preocupante, el crecimiento que se presente estará siendo inapropiadamente sesgado hacia actividades que, en situaciones normales (¡y hacia ellas nos movemos!), serían menos atractivas o incluso inviables.
Por eso, la primera acción para recuperar el crecimiento económico es un ajuste fiscal creíble y sobre todo, que perdure en el tiempo.


CEFSA

José Luis Arce

 

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