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Lunes, 28 de abril de 2025



NOTA DE TANO


“Es de bien nacidos, ser agradecidos”

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 28 mayo, 2019

Don Jairo Gutiérrez Bedoya

Era lunes 22 de julio de 1985; temprano en la mañana abrí los ojos y sorprendido, Fernando Sáenz Abarca “El zorrito”, ya fallecido, quien me velaba en casa de mi hermana Carmen, donde vivía también mi mamá.

Como pudo me introdujo en su vehículo y me llevó a internar en el Hogar Salvando Al Alcohólico “Roberto Soto Gatgens”, ubicado en Zapote.

En ese bendito Hogar, entre lunes y martes volví a nacer, después de recibir estímulos, sobre todo emocionales, de sus administradores y de los propios internos. Viví una experiencia espiritual maravillosa; Dios se hizo presente, dejé de beber alcohol y volví a nacer.

Algunos años atrás, no importa cuantos, unos hombres, que igual padecieron ellos o sus familiares la enfermedad del alcoholismo, decidieron construir y fundar un hogar para alcohólicos con el fin de recibirlos, hospedarlos, vestirlos, alimentarlos, atenderlos gratuitamente y ofrecerles charlas y terapias que les hicieran entender y comprender mejor los alcances de esta enfermedad sin cura.

A esos hombres visionarios, les debo la vida, por eso deseo rendir un pequeño gesto de eterno agradecimiento a uno de ellos que falleció la semana anterior, fundador y mentor de este Hogar que hoy se sitúa en San Cayetano: don Jairo Gutiérrez Bedoya.

A don Jairo lo conocí durante mi internamiento, como a otros fundadores y directivos voluntarios de este Hogar, la mayoría ya fallecidos: el propio Roberto Soto, Jaime García, Ricardo Bolaños, el “Zorrito” Sáenz, Fernando Camacho, Eduardo Vargas y tantos y tantos más, cómplices de esta hermosa aventura que significa vivir feliz y en sobriedad.

Don Jairo Gutiérrez fue un pilar en mi recuperación; sus consejos, conocimientos, anécdotas, esa alegría por vivir y el honor que me dio la vida de acompañarlo muchos años en la directiva del Hogar, caminan diariamente a mi lado. Don Jairo me orientó, educó, condujo como lo hizo con decenas de compañeras y compañeros de tan solidaria fraternidad.

Jamás olvidaré la frase que me dijo el 5 de agosto de 1985 cuando egresé de ese Hogar: “Tanito, aquí lo hemos entrenado para que salga a conquistar el mundo”, y claro, don Jairo, pudimos conquistarlo.

Descanse en paz, maestro y amigo, que su obra en la tierra ha trascendido.

gpandolfo@larepublica.net

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