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Eramos pocos... y parió la abuela

Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 03 mayo, 2011



Eramos pocos… y parió la abuela

Compartimos los costarricenses de buena voluntad, sentimientos de indignación y preocupación en torno a lo que aconteció el domingo en la Asamblea Legislativa. Lejos de la consideración técnico-jurídica de lo ocurrido, espacio al que se quiso y quiere aún limitar la valoración de una pseudo-reelección in absentia de don Luis Gerardo en la Presidencia de la Asamblea legislativa, aquí me parece que las consideraciones significativas son de carácter ético, político y social.
En el campo ético, el accionar de los señores diputados el domingo fue injustificable. Obviando sus obligaciones como representantes del pueblo, el zafarrancho diputadil del domingo ha sido un episodio indignante y de vergonzosa vinculación para los 56 actores. Ninguno se salva.
Hace una semana advertía del peligro de aferrarse innecesaria e injustificadamente al puesto y por él, al poder. La premisa es igualmente válida para quien no quiere salir así como para quien en aras de alcanzarlo se lleva entre las patas, la integridad de su responsabilidad.
Se atribuye a Hegel valorar que “la moral no es el resultado de un contrato social, sino un crecimiento natural que surge en la familia y culmina, en un plano histórico y político, en el Estado (…) La historia del mundo, escribió, es disciplinar la voluntad natural incontrolada, llevarla a la obediencia de un principio universal y facilitar una libertad subjetiva”. La pregunta agrego, no es necesariamente cuánto hemos crecido naturalmente sino más bien el que este crecimiento se haya visto reflejado en nuestro plano político y en el Estado.
Consideración que me lleva a concluir que en lo político, la crisis de institucionalidad se ha agudizado. No solo respecto del devenir de la administración Chinchilla Miranda sino más bien, de una añeja democracia que ya a gritos pide su revisión.
El país debe considerar si el sistema político presidencialista actual —y no solo la elección de los 57 representantes por nombre o por lista— es aún válido. Pareciera que no, pues antier doña Laura ni figuró y el desbalance de su ausencia llama la atención.
Cierro con lo social, porque está claro que hemos desaprovechado la oportunidad que brinda una sociedad “atomizada” (como señalan los eruditos) representada en una conformación parlamentaria que no se termina de dimensionar, entender y administrar.
Por el contrario, estamos en ciernes de revivir una polarización que por lo evidenciado, puede incluso superar las condiciones previas a la aprobación del TLC por referéndum.
La realidad actual, ya vivida con posterioridad al 48 nos está llevando a un liberacionismo y a un anti-liberacionismo como únicos referentes. Preocupa que son los primeros quienes lo están guiando, con deslegitimación incluida para quienes no se alinean. Aquello del “están conmigo o en mi contra” resulta la nueva máxima de conducta política y social y eso, está claro que no va con muchos de nosotros.

Pedro Oller

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