Energía: no todo lo que brilla es oro
Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 31 diciembre, 2018
En el sector energía, como en todos los sectores, no todo lo que brilla es oro. Dos casos analizados en esta columna, entre muchos otros, ilustran esta situación. Uno es internacional (relacionado con altos impactos en el ambiente) y el otro es local (relacionado con altos costos).
El primer caso, que tiene relación con los serios impactos al ambiente que muchos proyectos han creado, ha sido descrito por un artículo publicado por el New York Times el 20 de noviembre pasado bajo el título “Palm Oil Was Supposed to Help Save the Planet. Instead It Unleashed a Catastrophe” (“Se suponía que el aceite de palma ayudaría a salvar el planeta. En su lugar, desencadenó una catástrofe”). Relata la situación ocurrida con respecto a la producción de biodiésel con aceite de palma para los países desarrollados. El aceite de palma es el ingrediente principal para la producción de biodiésel.
Las leyes ambientales que se promulgaron en muchos países desarrollados y que fomentaban el uso de biocombustibles provocaron que miles de hectáreas de bosques fueran arrasadas para sembrar palma africana.
El daño creado al ambiente en varios países ha sido de enormes proporciones, no solamente en cuanto a la desaparición de la biodiversidad con la destrucción de bosques, sino también con respecto a las emisiones de carbono.
El artículo indicado anteriormente publicado por el New York Times sobre el caso del biodiésel producido en Indonesia para abastecer a muchos países desarrollados señala lo siguiente:
· “A mediados de la primera década de 2000, las naciones occidentales, lideradas por los Estados Unidos, comenzaron a redactar leyes ambientales que fomentaban el uso de aceite vegetal en los combustibles, una medida ambiciosa para reducir el dióxido de carbono y frenar el calentamiento global. Pero estas leyes se elaboraron basándose en una contabilidad incompleta de los verdaderos costos ambientales”.
· “A pesar de las advertencias de que las políticas podrían tener el efecto contrario al previsto, se implementaron de todos modos, produciendo lo que ahora parece ser una calamidad con consecuencias globales”.
· El mandato ambiental promulgado en muchos países desarrollados “para el uso de aceite vegetal en los biocombustibles… llevó a una deforestación a escala industrial y un enorme aumento en las emisiones de carbono”.
· “Las selvas tropicales de Indonesia, y en particular las regiones de turberas de Borneo, tienen grandes cantidades de carbono atrapadas dentro de sus árboles y su suelo. La tala y quema de los bosques existentes para dar paso al cultivo de palma aceitera tuvo un efecto perverso: liberó más carbono. Muchísimo carbono”.
· “Investigadores de la NASA señalan que la destrucción acelerada de los bosques de Borneo contribuyó, en dos milenios, al mayor aumento mundial de emisiones de carbono en un solo año, una explosión que convirtió a Indonesia en la cuarta fuente de emisiones de carbono en el mundo”.
· “En lugar de crear una solución tecnocrática inteligente para reducir la huella de carbono de los estadounidenses, los legisladores encendieron la mecha con una poderosa bomba de carbono que, a medida que los bosques se despejaban y se quemaban, producían más carbono que todo el continente europeo”.
Este caso es un claro ejemplo de que las promesas al inicio de muchos proyectos energéticos en materia ambiental terminan no siendo realidad.
El segundo caso tiene relación con el desarrollo en Costa Rica de muchas plantas de generación eléctrica que producen energía cara, lo que ocasiona una pérdida continua de la competitividad energética nacional que afecta seriamente la economía nacional y el costo de vida.
La competitividad energética en todos los países del mundo es prioritaria para poder competir eficazmente en el comercio internacional y en la atracción de inversiones. Pero aquí no lo es.
Entre las muchas plantas eléctricas caras que se han construido en el país se encuentran las siguientes:
· Planta Eólica Valle Central. El costo inicial estimado fue de $21 millones y al final terminó en $53 millones para un sobrecosto de $32 millones (un 152% más).
· Planta Hidroeléctrica Pirrís. El costo inicial estimado fue de $300 millones y terminó costando $630 millones para un sobrecosto de $330 millones (un 110% más).
· Planta Hidroeléctrica Reventazón. El costo inicial fue estimado en $633 millones y terminó costando $1.567 millones para un sobrecosto de $934 millones (un 147% más). Esta inversión se elevó posteriormente en $15 millones debido a los trabajos que se realizaron para reparar la filtración de agua que se detectó debajo del vertedero.
Además de los altos costos asociados a la construcción de esta planta, que es la más grande de país, se está dando adicionalmente un serio problema de menores ingresos a lo estimado.
Desde el inicio de operaciones, tal como ha sido reportado públicamente, se ha tenido “un rendimiento inferior respecto a lo indicado por el Instituto Costarricense de Electricidad en sus propias estimaciones anuales”. Este mes de diciembre se reportó que en los últimos dos años “la Planta Reventazón generó 47% menos de la energía prometida por el ICE”.
· Hay casos donde inclusive el costo casi se cuadruplicó, como la Planta Hidroeléctrica Balsa Inferior, donde la inversión prevista al inicio fue de $94 millones y terminó costando $361 millones, lo que generó un sobrecosto de $267 millones.
Plantas eléctricas aún sin construir o en construcción están teniendo también un aumento significativo en los costos previstos inicialmente. Un ejemplo de esto es el aumento que ha venido teniendo el costo de la Planta Hidroeléctrica El Diquís, la cual finalmente fue cancelada hace un mes por el ICE, después de haber realizado una inversión de $146 millones.
Un amplio reportaje publicado en mayo de 2018 señaló que “en diciembre del 2010, el proyecto tenía un costo de $1.779 millones. Luego el ICE lo estimó en $3.694 millones en su Plan de Expansión de la Generación Eléctrica 2016-2035 conocido en mayo del 2017, el más reciente”. Aún sin construir, el aumento de los costos previstos mayo de 2018 fue de $1.915 millones, lo que representa un 108% más. De haberse construido esta planta, su costo habría sido aún mayor.
Estos casos son un claro ejemplo de que las promesas económicas al inicio de muchos proyectos energéticos en materia de costos en Costa Rica terminan no siendo realidad.
El impacto de los altos costos de la energía en la economía nacional ponen al país en una espiral de pérdida de competitividad, lo que afecta, entre otras cosas, el desarrollo económico y social, la generación de empleo y de recursos fiscales y la pobreza.
El impacto económico de los altos y crecientes costos de la energía en el país es muy serio y a la fecha no hay una solución. El tema energético ni siquiera figura en los planes de reactivación económica.
Como lo señalé en mi columna anterior, muchas organizaciones, como las siguientes, han venido llamando la atención sobre esta grave situación:
· La Cámara de Industrias (CICR) señaló lo siguiente a inicios de este año: “En diez años, mientras en Estados Unidos las tarifas eléctricas subieron un 10% y en Europa bajaron un 1%, en Costa Rica subieron un 94%”. Resaltó además que “El industrial debe producir para competir con el mundo y en el mundo, donde las tarifas son mucho más bajas”.
· CINDE señaló también lo siguiente a inicios de este año: “En el año 2005, el costo promedio de la energía eléctrica en Costa Rica para consumidores industriales de media tensión fue de 6,2 centavos de dólar por kilovatio hora (kWh). En ese año, nuestro costo era similar al de Estados Unidos y era la mitad del de México; sin embargo, en el 2016, nuestro costo por kWh llegó a ser tres veces más alto que el de Estados Unidos y el doble de México”. CINDE también resaltó que “es necesario entender que la generación de empleo y la energía son elementos que van tomados de la mano”.
A pesar de los grandes impactos que tienen los costos de la energía en el país, estos siguen creciendo aceleradamente. Este mes la ARESEP le aprobó al ICE un aumento del 7,89% de las tarifas eléctricas a partir del 1° enero próximo (el ICE pretendía un aumento del 13%).
Muchos no entienden lo que bien señaló hace un tiempo el director ejecutivo de la Cámara de Industrias: “necesitamos energías limpias baratas, no limpias caras, porque nos sacan de competencia”.
En resumen, los casos analizados en esta columna son apenas dos de los muchos que demuestran que en el sector energía no todo lo que brilla es oro, tanto desde el punto de vista económico como ambiental.
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