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El sueldo, y no el sexo, es el último gran tabú

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 17 noviembre, 2010




El sueldo, y no el sexo, es el último gran tabú
Si nos sentimos cómodos hablando de sexo o de la muerte con los demás, deberíamos poder hablar de nuestro dinero

Ya no nos incomoda hablar de sexo. Se habla abiertamente de la muerte, la enfermedad y la depresión.
Por otra parte, no hay ni una sola función corporal sobre la que los cómicos no puedan hacer alguna broma en televisión.
Pero hay un tabú que persiste.
La mayor parte de la gente aún se muestra renuente a hablar de lo que gana, de cuánto dinero tiene.
Sabemos con exactitud cuánto gana la mayoría de los máximos responsables ejecutivos. ¿Pero qué hay de nuestros compañeros de trabajo? ¿De nuestros vecinos? La mayor parte de nosotros no tiene idea de cuánto ganan, de cuánto deben por su casa, de qué tipo de ahorros tienen.
En realidad, todos seríamos más prósperos si diéramos a conocer nuestras finanzas. Obtendríamos acuerdos más justos, nos sentiríamos más seguros y sería menos probable que acumuláramos deudas absurdas.
Las regulaciones obligan a los ejecutivos a dar a conocer cuánto ganan. Sabemos que el máximo responsable ejecutivo de Lloyds Banking Group Plc, Antonio Horta-Osorio, recibirá un sueldo anual $1,7 millones, además de una bonificación, porque el banco lo comunicó en una declaración cuando se lo designó recientemente.
Sabemos que Willie Walsh, el máximo responsable de British Airways Plc, acaba de recibir un aumento salarial de 90 mil libras porque la línea aérea lo reveló en el marco del proceso para recibir la aprobación de los accionistas para su fusión con Iberia Líneas Aéreas de España SA.
Mediante una búsqueda rápida, podemos obtener los mismos detalles sobre prácticamente todos los ejecutivos de empresas.
Cada vez más sabemos también cuáles son los sueldos más altos del sector público.
Gran Bretaña decidió este año dar a conocer los salarios de los ejecutivos de los organismos gubernamentales que más ganan.
Así, sabemos que David Higgins, que tiene a su cargo la organización de las Olimpiadas de Londres de 2012, cobra 394.999 libras por año.
Los países escandinavos tampoco se muestran reticentes al respecto. En Dinamarca, las autoridades impositivas publican online cuánto gana cada uno. Noruega hace lo mismo.
En casi todas partes, sin embargo, los sueldos siguen envueltos en el secreto. Una encuesta realizada entre 1.392 adultos británicos que reveló la página web Uswitch.com determinó que el 37% de la gente dice a su familia y sus amigos cuánto gana, que el 20% habla de sus bonificaciones y que el 23% habla de sus deudas.
Pero eso significa, por supuesto, que un 63% de la gente no está dispuesta a informar sobre sus finanzas.
Una encuesta realizada en Estados Unidos demostró que también los estadounidenses se muestran reticentes. La encuesta de Harris Interactive entre 2.257 adultos para la página web Glassdoor.com determinó este año que el 17% de la gente se negaba a comentarle a nadie cuánto ganaba. En cuanto al 83% restante, sin embargo, la mayoría estaba dispuesta a compartir esa información solo con su cónyuge o su pareja. Un tercio aceptaba hablar de lo que ganaba con su mejor amigo, solo un 15% lo hacía con un colega de jerarquía similar en el lugar de trabajo, mientras que apenas un 5% lo hacía con un simple conocido.
Sigue existiendo una gran resistencia a revelarle al mundo la propia situación económica. La mayor parte de nosotros no lo hace. Pero todos deberíamos ser por completo abiertos en relación a cuánto dinero ganamos. Estas son las razones.
En primer lugar, todos saldrían beneficiados. No podemos estar del todo seguros de si se nos paga un sueldo justo a menos que sepamos cuánto reciben nuestros colegas.
Los jefes nos pueden engañar con facilidad porque no tenemos suficiente información.
Si todos supiéramos cuánto ganan los demás, nos resultaría más fácil negociar un contrato mejor. A corto plazo podríamos sentirnos algo incómodos si luego comprobamos que aceptamos menos de lo que cobran los demás en la oficina. A mediano plazo, saldríamos ganando.
En segundo término, como no tenemos idea de lo que ganan los demás, tendemos a sentirnos inseguros respecto de lo que cobramos. Miramos a nuestro alrededor y pensamos que los otros ganan mucho más. Lo más probable es que tengamos un sueldo intermedio. Si fuéramos más transparentes, seguramente nos llevaríamos una agradable sorpresa y nos daríamos cuenta de que estamos bien. Nuestra autoestima aumentaría.
En tercer lugar, nos haría más responsables en el plano económico. Uno de los grandes problemas del mundo actual es la deuda de los consumidores. Eso se debe, en parte, al secreto en que envolvemos nuestras finanzas. Hacemos ostentación gastando mucho dinero. Si fuera habitual contarle a todo el mundo el monto de nuestra hipoteca, o que compramos ese auto nuevo enteramente a crédito, tal vez nos sentiríamos algo incómodos. Competiríamos en responsabilidad financiera, así como en consumo, y nos sentiríamos menos tentados a acumular deudas impagables.
Es cierto, lo que ganamos es información personal. Dice mucho sobre nosotros y el lugar que ocupamos en el mundo. Pero sin duda la sociedad ha mejorado mucho desde que se eliminaron los tabús victorianos sobre hablar de sexo, muerte, salud y emociones.
Deberíamos hacer lo mismo en relación con el dinero. ¿Cuánto gano? Lo diré, pero solo si ustedes me cuentan antes cuánto ganan.

Matthew Lynn / Bloomberg






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