El rol de la Iglesia católica
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 03 octubre, 2007
En Centroamérica, incluyendo a Costa Rica, cuando se habla de “la Iglesia” ya es necesario preguntar ¿cuál de ellas? El abandono a la Iglesia católica de los feligreses es masivo, a tal punto que en Honduras, tierra del cardenal Oscar Andrés Rodríguez, solo un 45% de la población pertenece a lo que fue la casa espiritual de casi todos hace 25 años.
En ninguno de los seis países del istmo es menos del 25% el porcentaje que se declara miembro de una de las iglesias evangélicas. En Costa Rica es un 29% que se declara evangélico, y un 57% católico. Pero cuando se pregunta sobre la frecuencia de asistencia a los servicios religiosos, es un 20% de los católicos el que asiste por lo menos tres veces al mes, mientras que un 80% de los evangélicos asiste a sus iglesias con la misma frecuencia.
En efecto, si se mide la fuerza de cada grupo por el número absoluto de personas que llegan a sus servicios cada fin de semana, en Costa Rica ya hay más evangélicos que católicos. Es dentro de ese contexto que hay que analizar el anuncio de los 90 sacerdotes católicos que se oponen al Tratado de Libre Comercio (TLC).
¿Por qué es que tres millones de centroamericanos, incluyendo 350 mil costarricenses, han abandonado a la Iglesia católica en los últimos 20 años? Hay tres razones y la primera es que el sacerdocio no tiene vocación proselitista. Mientras que los evangélicos salen en los barrios a visitar a la gente y para invitarla a sus servicios, el sacerdocio se queda en sus iglesias esperando que lleguen los feligreses. Los evangélicos reciben a todos los seres –borrachos, divorciados, pobres, criminales, y atribulados— los católicos reciben a los bien portados, a quienes se les imponen todo tipo de requisitos para recibir los sacramentos.
Segundo, hay demasiados sacerdotes que tienen como interés principal la política —y casi siempre es en contra de algo. Estos sacerdotes dan sermones en contra de la minería, se oponen a la exploración petrolera, odian las concesiones, y ahora están en contra del TLC. Si fueran seguidores de la teología de la liberación, y de los pensamientos de Paulo Freire y otros, por lo menos se les podría respetar por la coherencia ideológica con la religión que promulgan. En Costa Rica lo único coherente de estos sacerdotes es su adhesión al “no” en una multitud de esferas políticas.
Tercero, los evangélicos se interesan en las almas y las vidas de sus feligreses, mientras que los sacerdotes católicos parecieran estar más interesados en “cambios estructurales” de las sociedades en que operan. Además, los evangélicos hablan más de Dios.
El próximo domingo puede ganar el “sí” o el “no,” pero no cambiará la realidad de que la Iglesia católica cada vez pierde seguidores y no ha encontrado una solución al problema. Una posible solución sería la de reanalizar lo que son las funciones del sacerdocio. El problema es que tienen muchas dificultades para encontrar costarricenses con vocación para el sacerdocio.
Puede ser el requisito del celibato que limita las nuevas vocaciones, pero más probablemente es la percepción que el sacerdocio ha perdido su sendero.
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