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FORO DE LECTORES


El Niño Dios en Navidad

| Jueves 25 diciembre, 2014


Lo cierto es que la Navidad celebra el Hijo de Dios como hombre y nos prepara a su venida como juez


El Niño Dios en Navidad


La Navidad es una época bellísima recordada con amor. Personalmente en mi memoria tengo a mis padres cuando en aquellos tiempos de infancia hacíamos el portal con fervor y llenos de esperanza de que al ser las 12 de la noche del 24 de diciembre, el Niño Dios llegara a nuestra casa y nos dejara los regalos. Al amanecer los encontrábamos alrededor de nuestra cama. Ropa, zapatos, golosinas y juguetes que jamás han pasado al olvido. La historia de la Navidad la contaban papá y mamá con lujo y detalle. Nos imaginábamos a María en los lomos del burrito y a José camino de Belén. A ella con su pancita a punto de dar al mundo a quien el arcángel Gabriel, le había informado que sería el Hijo de Dios y a él, como el hombre bueno, trabajador y protector de la familia. Atentos, seguíamos a José y María hasta llegar a Belén aquella tarde de frío sin tener un lugar para alojarse, hasta que un buen samaritano, les prestara su establo para que pasaran la noche. Nos entristecía María que con frío, tuviera que permanecer en un establo, pero nos encantó saber cuando José, su esposo, le hizo con paja su camita y con su mismo manto la cubriera hasta ver caer la noche. San José sí fue buen esposo, he pensado siempre, porque al cubrir con su manto el frío de María, le daría calor y amor a su esposa que esperaba un hijo. Esa noche, allá en el cielo, la estrella más hermosa del firmamento no dejaba de iluminar posándose sobre la familia. Con esta luz, María ve nacer a su hijo: Se trataba de Dios, era Jesús el nuevo rey. Después seguía la historia con los reyes magos Melchor, Gaspar y Baltasar, quienes atraídos por los destellos de la estrella, se enteran de que el Niño Dios ha nacido, entonces, “ellos fueron siguiendo su brillo hasta llegar al pesebre donde tuvieron la dicha de visitar a Jesús, a quien le entregaron oro, incienso y mirra”. Nosotros no conocíamos de San Nicolás, el viejito de ropas rojas y barba blanca que hoy encanta a miles de niños recorriendo el mundo en trineo y repartiendo regalos, llamado también papá Noel; es la celebración de la Navidad para muchas personas también cristianas. Lo cierto es que la Navidad celebra el Hijo de Dios como hombre y nos prepara a su venida como juez. Se prepara su obra redentora para nuestras almas. Dios habita una inaccesible luz y que precisamente, para darnos a conocer a su padre baja Jesús a la Tierra. Desde niños, nuestros padres nos inculcaron en la profundidad de nuestros corazones esta cosa tan maravillosa de la Navidad; fue así, como nació de nosotros que somos católicos, pedir que nos llevaran a la Misa de Gallo. Pasada la inocencia aparece la realidad: “El Verbo hecho carne es la manifestación de Dios al hombre”. Luego, llegamos a saber que a través de las encantadoras facciones de este Niño recién nacido, quiere la Iglesia que acostumbremos a la Divinidad misma, que por decirlo así, se ha tornado visible y palpable. “Quien me ve, al Padre ve”, decía Jesús. “Por el misterio de la Encarnación del Verbo, añade el Prefacio de Navidad conocemos a Dios bajo una forma visible” – y, para asentar de una vez cómo la contemplación del Verbo es el fundamento de la ascesis de este tiempo, se echa mano de los pasos más luminosos y profundos que hay en los escritos de los dos apóstoles S. Juan y S. Pablo, entrambos heraldos por excelencia de la Divinidad de Cristo. Los tiempos no han cambiado, somos nosotros los hombres los que hemos querido hacer ese cambio. La espléndida liturgia de Navidad nos convida a postrarnos de hinojos con María y San José ante este Dios revestido de la humilde línea de nuestra carne: “Cristo nos ha nacido, venid adorémosle”. Gloria a Dios. Feliz Navidad.

Dr. Eliseo Valverde Monge






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