El e-book, regalo estrella de las Navidades
| Jueves 24 diciembre, 2009
El e-book, regalo estrella de las Navidades
Esta herramienta traspasó la barrera de los inventos prometedores para enmarcarse en el territorio de los que producen un cambio irreversible
El hábito de la lectura comenzó a cambiar para siempre a lo largo de 2009 con la apuesta de la industria electrónica por el “e-book”, destinado a convertirse en uno de los regalos estrella de estas Navidades.
¿Serán estas Navidades el principio del fin de la era del papel? Lo que está claro es que el e-book traspasó en 2009 la barrera de los inventos prometedores para enmarcarse en el territorio de los que, como Internet, el teléfono móvil o el iPhone, producen un cambio irreversible.
Amazon, que se alió con el libro electrónico Kindle para crear un sistema de exclusividad similar al de iTunes y iPod de Apple, anunció a finales de noviembre que su libro electrónico era ya el producto más vendido de su página, 3 millones en lo que va del año.
Sus acciones se dispararon a un precio de $135,25 y las estimaciones para 2013 son de 13 millones de ejemplares. Para muchos, el libro electrónico, como el papel de aluminio, quedará asociado a su marca más famosa: Kindle.
“El papel quedará como un objeto de culto, algo parecido a lo que pasó con los caballos y el coche”, según Juan González de la Cámara, director general de Grammata, el portal que distribuye para el e-book español, el Papyre, que también cuenta con la técnica electroforética, la que hace “hermanas” a la pantalla y a la hoja de papel.
Pero también hay nostálgicos, como el belga Antoine Compagnon, catedrático de Historia y Literatura, que afirmaba en una entrevista con el diario El País que “es difícil una lectura prolongada de Proust o de Hegel en un libro electrónico” y que “un libro implica un paisaje, un territorio a explorar” que se pierde en la pantalla.
Desde el New York Times, en cambio, se subían al carro rápidamente.
“Hemos sabido por más de una década que llegaría un día en que un producto de lectura electrónica ofrecería la misma experiencia satisfactoria que leer un periódico impreso”, sostuvo Arthur Sulzberger, el presidente de la compañía editora del periódico al presentar el Kindle DX, que ampliaba su memoria a 3.500 libros.
Y, entre medias, el periodista Robert McDrum titulaba su elocuente artículo: “Nadie sabe nada y otros dilemas de la era del e-book”, que terminaba así: “Una cosa está clara: no es el principio del fin, sino es, probablemente, el final del principio”.
Es decir, ya no cabe ponerse a la defensiva y, como hicieron las discográficas al aliarse con iTunes o YouTube, toca negociar con el antiguo enemigo para no quedarse atrás, según los expertos.
El Kindle ha bajado su precio hasta los $259; el lector de Sony y el Nook aceptan más tipos de archivos e introducen color; Google ha puesto ocho millones de libros disponibles on line; existe la Europeana, y Marvell ha anunciado que presentará su e-book a comienzos de 2010 por $150. La maquinaria es ya imparable.
En la Feria de Fráncfort sonó una suerte de réquiem del papel. Un experto de los libreros alemanes, Roland Schil, afirmó que llegará el día en que esos aparatos se conviertan en algo cotidiano y se llegó a la conclusión de que en dos años el 25% del negocio será digital.
Las ventajas claras son la portabilidad y la ecología, así como, por el ahorro en costes de distribución e impresión, el descenso de los precios. El libro de ficción más vendido en Amazon para Kindle es “Eclipse”, de Stephanie Meyers, por poco más de $5.
También, desde luego, la accesibilidad de los catálogos y la ubicuidad de los puntos de venta. Pero, una vez más, la tecnología va por delante de la legislación y entran en juego las cuestiones de propiedad intelectual.
En cambio, retomando el discurso de Compagnon, quizá el gran cambio haya que buscarlo en la dinámica social del hombre.
“El ritmo de la lectura no guarda ninguna relación con el ritmo de los medios audiovisuales, de los portátiles, de los móviles... Puede sonar a broma, pero el aburrimiento estimula la lectura (...) y hoy parece prohibido aburrirse”, concluía el intelectual francés.
Redacción Internacional
EFE
Esta herramienta traspasó la barrera de los inventos prometedores para enmarcarse en el territorio de los que producen un cambio irreversible
El hábito de la lectura comenzó a cambiar para siempre a lo largo de 2009 con la apuesta de la industria electrónica por el “e-book”, destinado a convertirse en uno de los regalos estrella de estas Navidades.
¿Serán estas Navidades el principio del fin de la era del papel? Lo que está claro es que el e-book traspasó en 2009 la barrera de los inventos prometedores para enmarcarse en el territorio de los que, como Internet, el teléfono móvil o el iPhone, producen un cambio irreversible.
Amazon, que se alió con el libro electrónico Kindle para crear un sistema de exclusividad similar al de iTunes y iPod de Apple, anunció a finales de noviembre que su libro electrónico era ya el producto más vendido de su página, 3 millones en lo que va del año.
Sus acciones se dispararon a un precio de $135,25 y las estimaciones para 2013 son de 13 millones de ejemplares. Para muchos, el libro electrónico, como el papel de aluminio, quedará asociado a su marca más famosa: Kindle.
“El papel quedará como un objeto de culto, algo parecido a lo que pasó con los caballos y el coche”, según Juan González de la Cámara, director general de Grammata, el portal que distribuye para el e-book español, el Papyre, que también cuenta con la técnica electroforética, la que hace “hermanas” a la pantalla y a la hoja de papel.
Pero también hay nostálgicos, como el belga Antoine Compagnon, catedrático de Historia y Literatura, que afirmaba en una entrevista con el diario El País que “es difícil una lectura prolongada de Proust o de Hegel en un libro electrónico” y que “un libro implica un paisaje, un territorio a explorar” que se pierde en la pantalla.
Desde el New York Times, en cambio, se subían al carro rápidamente.
“Hemos sabido por más de una década que llegaría un día en que un producto de lectura electrónica ofrecería la misma experiencia satisfactoria que leer un periódico impreso”, sostuvo Arthur Sulzberger, el presidente de la compañía editora del periódico al presentar el Kindle DX, que ampliaba su memoria a 3.500 libros.
Y, entre medias, el periodista Robert McDrum titulaba su elocuente artículo: “Nadie sabe nada y otros dilemas de la era del e-book”, que terminaba así: “Una cosa está clara: no es el principio del fin, sino es, probablemente, el final del principio”.
Es decir, ya no cabe ponerse a la defensiva y, como hicieron las discográficas al aliarse con iTunes o YouTube, toca negociar con el antiguo enemigo para no quedarse atrás, según los expertos.
El Kindle ha bajado su precio hasta los $259; el lector de Sony y el Nook aceptan más tipos de archivos e introducen color; Google ha puesto ocho millones de libros disponibles on line; existe la Europeana, y Marvell ha anunciado que presentará su e-book a comienzos de 2010 por $150. La maquinaria es ya imparable.
En la Feria de Fráncfort sonó una suerte de réquiem del papel. Un experto de los libreros alemanes, Roland Schil, afirmó que llegará el día en que esos aparatos se conviertan en algo cotidiano y se llegó a la conclusión de que en dos años el 25% del negocio será digital.
Las ventajas claras son la portabilidad y la ecología, así como, por el ahorro en costes de distribución e impresión, el descenso de los precios. El libro de ficción más vendido en Amazon para Kindle es “Eclipse”, de Stephanie Meyers, por poco más de $5.
También, desde luego, la accesibilidad de los catálogos y la ubicuidad de los puntos de venta. Pero, una vez más, la tecnología va por delante de la legislación y entran en juego las cuestiones de propiedad intelectual.
En cambio, retomando el discurso de Compagnon, quizá el gran cambio haya que buscarlo en la dinámica social del hombre.
“El ritmo de la lectura no guarda ninguna relación con el ritmo de los medios audiovisuales, de los portátiles, de los móviles... Puede sonar a broma, pero el aburrimiento estimula la lectura (...) y hoy parece prohibido aburrirse”, concluía el intelectual francés.
Redacción Internacional
EFE