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COLUMNISTAS


El liberalismo. ¡La ley como garante de la igualdad, la libertad y la justicia!

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 13 enero, 2017


“El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia.” ― Voltaire

Sinceramente

El liberalismo. ¡La ley como garante de la igualdad, la libertad y la justicia!

El liberalismo estableció con claridad dos valores humanos trascendentes de los cuales derivan el resto. Estos valores fueron la libertad y la igualdad sin la cual la libertad no opera. El Estado de derecho que el liberalismo construyó tuvo por objetivo defender y erigir con fortaleza justamente los valores de igualdad ante la ley y de libertad. Con ello creó un marco y procedimientos legales para que ninguna persona pudiera ser acusada y condenada en una mascarada de juicio, en un linchamiento mediático, un despojo o un atropello disimulado.
En la época anterior al advenimiento del liberalismo, las leyes eran garantes de los privilegios de quienes desde la monarquía hereditaria disfrutaban de todo y se debían a nada. Las leyes eran una forma de encausar a quienes eran administrados, sin derechos y a quienes se les consideraba solo activos dentro de los feudos y en la administración del estado. Eran siervos, no seres humanos libres.
En épocas actuales de despotismo los mercados no funcionan, los gobernantes no se eligen, no se expresa lo que se piensa, no hay garantía en los juicios, no hay respeto a la propiedad individual. El despotismo no es un fenómeno pasado, es uno vivo y actual. Déspotas existen hoy y muchas veces son exaltados como una solución a las necesidades de los pueblos. Las leyes que promulgan son para suprimir libertades, para avasallar a las gentes. Son autoritarios y militarizados. Ahora no son reyes, son comandantes.
¿Libertad de prensa? Jamás, esa libertad genera problemas al despotismo y exhibe a los líderes inútiles y corruptos. Buscan no darles herramientas a los ciudadanos para preservar su libertad. Los medios, y sus propietarios en consecuencia, se persiguen, se cierran, y se expropian. ¿Propiedad privada? Menos aún, ya que con bienes a los dueños no se les puede subyugar por hambre. Se cierran los mercados, se les niegan las divisas, se les impide la importación, se asegura que empresarios y comerciantes hacen una guerra económica al pueblo. ¿Libertad de elección? Nunca, y por eso se impone a los habitantes del país el partido único sin escogencia más que dentro del mismo. Referéndums se prohíben a los electores mediante subterfugios, libres elecciones se dificultan y eventualmente se niegan. ¿Estado de derecho y procesos de juicio? No, jamás. Los acusados ya han sido condenados políticamente por las autoridades antes de llegar a juicio. Los juicios son hechos para guardar apariencias.
En esos regímenes despóticos los individuos viven y trabajan en función del Estado y el Estado funciona a su vez en dependencia y provecho de los líderes del “pueblo”. Las leyes son hechas para que el Estado tenga supremacía sobre los seres humanos.
¿Cuántos regímenes desean que los ciudadanos no sean propietarios de empresas, negocios, fincas o de su misma casa de habitación? ¿Cuántos regímenes desean que el Estado y sus cuadros dirigentes manden y los ciudadanos vivan para pagar impuestos y trabajar en función del Estado mismo y su burocracia? ¿Cuántos no tienen la concepción de que el Estado es lo importante y el individuo está supeditado a los intereses del gobierno y funcionarios?
La lucha por la libertad, por la libre escogencia, por la transmisión del pensamiento, la propiedad privada y la libre movilidad del individuo no ha terminado. La lucha por ser juzgado conforme a la ley, no linchado por medios, de ser sujeto de presunción de inocencia y no presunto culpable sujeto de linchamiento mantendrá vigente al liberalismo.
Así que cuando los representantes o activistas del despotismo les quieran insultar diciéndoles neoliberales sepan bien que el liberalismo representa la lucha contra los opresores. Cuando intenten descalificarles, acusándoles de neoliberales quienes son simpatizantes del despotismo, sientan la satisfacción de ser parte de un pensamiento que adversa el despotismo actual, el despotismo moderno, el partido único, que adversa la eliminación de la libertad de pensamiento y de prensa, que se opone a la dictadura de clase y a los monopolios gubernamentales y privados.
Defender la libertad, la propiedad privada, lo que se piensa y la libertad de decirlo, de ser sujeto de justicia y no de linchamiento, de elegir y reemplazar a los gobernantes no es algo que avergüence. Luchar por la defensa de todos estos valores es enaltecedor nunca descalificatorio. “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”, afirmó Albert Camus.
Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

 

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