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COLUMNISTAS


Doscientos años

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 17 septiembre, 2021


Sinceramente

Esta semana cumplió el país sus primeros 200 años de vida independiente. Celebramos esa fecha el día 13 conforme a la ley que traslada los feriados para juntarlos con el fin de semana más próximo. Sin ceremonia especial alguna, sin relevancia especial ha pasado la celebración de este aniversario. Casi como se recibiera la noticia de nuestra independencia a finales de octubre de 1821, celebramos la misma. Lo he lamentado mucho. Esperaba que los actos hubieran tenido más relevancia no más gasto.

En 1924, mi tía bisabuela doña Auristela Castro de Jiménez escribía:

“¿Qué es la Patria? Es mi hogar…mi familia…mis amigos

Los lugares que han sido y son testigos

De mi vida feliz…y donde extranjera

no me puedan llamar…donde mi idioma

Tenga el mismo sabor y el mismo aroma

Que en juegos de niña yo les diera”

Esta feliz imagen contenida en su laureado poema me evoca justamente lo que siempre he sentido que es la patria, mi hogar, mi familia, mi vida feliz.

Llegó por correo la independencia, viajando por veredas a ratos a pie, otras a caballo. Trillos en las selvas y pasos en los grandes ríos crecidos por las lluvias de esos meses fueron testigos de la sencillez y de la trascendencia de aquella noticia inesperada pero feliz. El país se emanciparía del Reino de España. Habríamos de vérnoslas a solas. Trabajar y construir para nuestra comunidad. El país aceptó su independencia y luego de algunas dudas y decisiones mal tomadas comenzamos a vivir nuestra independencia. Un 31 de agosto de 1848 cuando don José María Castro Madriz decretara nuestra República, se separa el país de la Federación Centro Americana convirtiéndose en el último Jefe de Estado y siendo el primer Presidente. Él fue el Fundador de la República y creyente en las virtudes de la ilustración y de la libertad, así con don José María iniciamos esta etapa de nuestro devenir como país y república independiente.

Hemos ido construyendo nuestra independencia poco a poco. Hemos tenido intervención extranjera en nuestros asuntos, libramos una guerra sin cuartel en La Campaña Nacional que nos costó cerca de un 10% de nuestra población por las bajas en combate y por la mortífera peste del cólera. Pero la voluntad nacional de triunfar, de defender lo nuestro, de no permitir que otros mandaran sobre nuestro territorio prevaleció sobre el poder y los recursos de nuestros enemigos. Luego de la Campaña Nacional el país fue más libre e independiente.

La economía del país ha ido evolucionando hasta convertirnos en una potencia mundial en la industria de la producción de artefactos de alta precisión para la medicina. La transformación ha sido excepcional y la imagen de la Costa Rica de los descalzos, de las carretas de bueyes pintadas a mano y del café como la producción única del país ha sido sustituida por una exportación de más de tres mil quinientos productos. El país también es una potencia internacional en la elaboración de programas de cómputo o “software” y se evidencia lo que un pequeño país puede lograr con su conocimiento, voluntad, su unidad de criterio y un liderazgo apropiado.

Pasamos un serio bache en estos momentos en los que el desempleo y la pobreza han borrado muchos de los grandes logros de Costa Rica. Las brechas y la desigualdad nos hacen un país muy diferente al de nuestros anhelos. La pérdida de la igualdad de oportunidades y de la educación pública ejemplar como movilizador social nos sume en un mundo que no queremos.

La revolución del conocimiento debería llevarnos a una sociedad más libre, con un estado mucho más efectivo, pequeño y sostenible en sus costos. Para alcanzar esa revolución que parecía al alcance de nuestras manos, requerimos una revolución educativa en serio, profunda. Necesitamos otro Mauro Fernández del silo XXI.

Somos libres, pero hemos incurrido en graves errores que nos frenan en nuestro desarrollo. Nuestro liderazgo no ha sido el correcto. Así como don Juan Mora Fernández fue el maestro que nos guió en los primeros años, don José María Castro Madriz nos llevó a la República y a la plena independencia y don Juan Rafael Mora Porras defendió nuestro país y nuestra independencia con dientes y garras hasta vencer, ahora requerimos un nuevo liderazgo que nos adentre en una Costa Rica mejor.

Hoy deseo celebrar nuestra herencia española. Somos independientes del Reino de España como los hijos son independientes de sus padres al alcanzar su mayoría de edad y la fundación de su propia familia, pero la herencia española, su legado, perdura en nuestra sangre, en nuestros nombres y apellidos, en nuestro idioma, en la religión católica, en la arquitectura de nuestras ciudades, en nuestras letras y en nuestra idiosincrasia. Al darle el abrazo de despedida a aquel país muchos dudaron en hacerlo, otros intuyeron que dicha independencia la habíamos alcanzado hacía muchos años por la lejanía, la ausencia de buenas comunicaciones, y porque la pobreza hacía que tuviéramos que trabajar todos para comer, incluyendo a las más altas autoridades de la península. Hacía muchos años nos autogobernábamos, la democracia la vivíamos en los cabildos y la decisión fue menos difícil que en otros lares.

Al celebrar doscientos años de vida independiente debemos asentar profunda y sólidamente las lecciones que hemos recibido. Nunca se gastan dos por cada colon recaudado. No se construye un estado por encima de nuestras posibilidades económicas. No se coloca a la población en estado de postración económica por mantener un sector con duplicidades e instituciones rebasadas por la realidad actual, no se olvida jamás que el estado solo gasta y el sector privado es el que produce para mantener la sociedad caminando. Que la iniciativa y la libertad, la producción y la inversión privada nacional y extranjera mantienen al país en marcha y que si se asfixian se asfixia al sector público también.

Ser independientes y libres nunca fue fácil, nunca será sencillo. La independencia exige responsabilidad y el convencimiento que no hay sustituto a la educación de los pueblos y al conocimiento de las gentes.

Felices doscientos años pasados, felices próximos doscientos años. A discutir menos, a concordar más, a trabajar unidos, a buscar el bien de todos. A lograr que si yo estoy bien es porque todos están bien. Espero que la libertad y la independencia nos terminen de hacer mejores y que vivan siempre el trabajo y la paz.

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