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Divino Tesoro

| Viernes 09 noviembre, 2007




Divino Tesoro

Juan Pablo Rioseco
América Economía

Hoy, cerca del 65% de la población de América Latina tiene menos de 35 años. Y todos, tarde o temprano, estarán poniendo sus ahorros en los sistemas de fondos de pensiones.
Un pastel apetitoso a los ojos de los gigantes del mundo financiero, que se están lanzando a la administración de estos recursos. El mejor ejemplo: ING, que hizo este año una jugada maestra tras comprar por $1.300 millones todo el negocio de pensiones en la región al grupo español Santander (Chile, México, Colombia y Uruguay) y se situó como la segunda entidad en el rubro en la región, con una cartera de cerca de $50.300 millones en fondos administrados (de los cuales $19.500 eran de Santander). El líder sigue siendo el banco español BBVA, que administra $58.300 millones (23,4%).
Ambos están decididos a profundizar el negocio. ING asegura que doblará sus activos hacia 2011, tomando en cuenta el crecimiento natural del mercado en una región con sistemas de pensiones en pleno desarrollo y una que otra compra.
“Tenemos dos responsabilidades. La primera es consolidar e integrar lo que adquirimos. Y la otra es estar muy atentos a las oportunidades”, dice Carlos Muriel, presidente ejecutivo de las operaciones de seguros y pensiones de ING en América Latina. “Y tenemos el capital para eso”.
Se nota. Dicen que Santander se llevó una buena tajada tras la operación. Pero para el asegurador holandés valió la pena. La multinacional ganará una escala importante, sobre todo en Chile y México, donde ya tenía administradoras.
“Hay duplicidades que nos van a permitir ahorros y eficiencias. Y aun reconociendo que los sistemas son particulares, tendremos sinergias regionales en temas como branding y publicidad”, dice Muriel.
Ante la arremetida, a BBVA no le quedó más alternativa que reordenar su mapa. Y subir la apuesta. Casi paralelamente con la movida de ING, los españoles reafirmaron públicamente su interés por el negocio.
“Somos el grupo líder indiscutible en esta área, lo que nos da una doble palanca de crecimiento”, dice Vicente Rodero, director del banco para América del Sur. “Hoy, las pensiones administran más recursos que los propios bancos”.
La entidad da por descontado que los fondos acumulados van a crecer entre un 15% y un 20% anual en los próximos años, sin contar los cambios estructurales en los modelos de seguridad social que se vienen. ¿Por cuánto tiempo? “Hacemos proyecciones de los sistemas normalmente al año 2050, y para esa fecha todavía no han madurado todos los sistemas”, dice Agustín Vidal-Aragón, director de Seguros y Pensiones de BBVA en América Latina.
Tiene razón. Según datos de la OIT, cerca del 60% de los trabajadores en América Latina están en la economía informal, y el porcentaje de los asalariados que cotizan para la seguridad social en el sector formal casi triplica al del sector informal (79,3% contra 26,2% en 2003). En la medida en que las economías crezcan, más empleados llegarán a la formalidad.
La vitalidad de las pensiones se suma al mundo de la seguridad de personas en general, que debería crecer con el mismo impulso. “Habrá un incremento en la industria que ofrece soluciones a otras partes del ciclo de vida de las personas: el mundo de los seguros de vida, invalidez, de renta”, dice Vidal, de BBVA. Muriel coincide: según el ejecutivo, los incentivos al ahorro voluntario, por ejemplo, abren un abanico mayor de negocios.
Con eso en mente, es probable que BBVA también salga de compras.
Recientemente vendió su administradora en República Dominicana —tal como lo hicieron en el pasado en El Salvador— por $50 millones a Scotiabank.
México es sin duda el país que más promete. Allí, como en la mayoría de los países latinoamericanos, el sistema no tiene más de diez años, lo que implica que una gran masa de empleados comenzará a cotizar en los próximos períodos.
Este año, por ejemplo, comenzaron a ingresar al sistema los empleados públicos, una masa de 2,4 millones de personas, quienes, encima, han estado recibiendo aumentos salariales. Aunque la mitad de lo que pagó ING por los fondos latinoamericanos correspondió sólo a Chile (cerca de $600 millones), hay estimaciones que indican que en menos de cinco años el tamaño de los fondos mexicanos podría doblar al de los chilenos.






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