Distinga los tumores de nuestro fútbol
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 21 septiembre, 2020
Cuando Bryan Ruiz se incorporó al fútbol costarricense como jugador del Alajuelense y se “metió” en el campeonato, le llamó la atención la falta de ritmo y continuidad de las acciones.
“Jugamos un fútbol muy lento, muy cortado y de muchas interrupciones”, alertó el capitán del seleccionado. Quizá en la Tricolor, el 10 del equipo no sentía tanto estos detalles que hoy denuncia, por estar integrada la Selección Nacional con una mayoría de jugadores legionarios, que compiten en ligas de mejor nivel.
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Pocos días después de esta alerta del capitán del Alajuelense, Jafet Soto, técnico del Herediano, reclamó del juego que su equipo perdió con Pérez Zeledón, las constantes interrupciones que sufrió el partido, lo que le impidió a sus pupilos meterle ritmo a la acción. Cuando los partidos se cortan, con un exceso de faltas, le es muy difícil a los equipos darle continuidad a la confrontación.
Una semana después de la queja de Soto, le tocó el turno a su colega Hernán Medford, quien al término del juego que su Cartaginés empató con Jicaral, reclamó pérdida de tiempo exagerada de los lepanteños, fingiendo lesiones y otros menesteres.
Si juntamos el consejo de Bryan Ruiz, con las quejas de Jafeth Soto y los reclamos de Hernán Medford, tenemos que llegar a la conclusión que urge e interesa.
A nuestro fútbol hay que meterle intensidad, ritmo, velocidad, fantasía, alegría, continuidad, características todas contrarias a lo que se practica.
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Lentitud, juego para atrás, exceso de faltas, lesiones fingidas, tiros libres que duran hasta dos minutos en ejecutarse y otro sinfín de acciones que atentan, no solo contra el espectáculo, sino con la modernización de nuestro deporte favorito.
Y, aunque suene curioso, ya estando los juegos en su desarrollo, el personaje que debe ayudar a que este se revolucione, no es el técnico de cada equipo, ni su capitán, ni los futbolistas.
La persona que más puede ayudar a que el fútbol se mueva, que el partido corra, que el balón no se detenga, que el ritmo del juego contagie, es el árbitro.
El árbitro central cuenta con todas las herramientas para darle sabor a un partido, para apurarlo, para no retrasarlo, para aligerar los tiros libres y tiene su principal arma en el reloj.
Cuando los tiempos de reposición indiquen que al partido le faltan 12 o 15 minutos, se van a eliminar “solitas” las malas costumbres que lo retrasan.
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