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Día dos: 19 de abril. La Explosión

Arturo Cruz redaccion@larepublica.net | Lunes 19 abril, 2021

Arturo

Arturo Cruz

Precandidato

Nicaragua

Segundo artículo de la serie Siete días que estremecieron Nicaragua.

En esta segunda crónica de la serie: Siete días que estremecieron Nicaragua, narramos y analizamos los acontecimientos de aquel 19 de abril. En un ambiente de indignación generalizada, los estudiantes entran en escena. Las principales universidades de Managua amanecen tomadas, algo que para El Carmen fue como una reminiscencia cruel, de aquellos días en que podían controlar todo lo que se hacía, o no, dentro de los recintos universitarios. De nuevo, los muchachos nos demostraban, porque siempre han sido el motor del cambio político en nuestra historia.

TERCER ACTO: UN HURACÁN TOCA TIERRA

Y de pronto, amaneció en toda Nicaragua. Un país aún estremecido por la noche anterior, que permanecía expectante, a lo que ya se veía inevitable: la explosión, la hecatombe. De repente, mirábamos en televisión nacional, como entre el humo de los gases lacrimógenos y de los morteros, en la carretera norte, aparecían los estudiantes de la Universidad Nacional Agraria, que de manera sorprendente reivindicaban su lucha, comparándola con el combate de sus padres en contra del somocismo. Lo más importante, es que fueron claros en sus posicionamientos, no iban a permitir otra dictadura. Una declaración excepcional, si recordamos que fue a esta generación de jóvenes, a la que, hasta no hace mucho, se les tildaba de apáticos e indiferentes. Tal parece, que los valores democráticos y el instinto por defender nuestra dignidad nacional, actúan de manera misteriosa, y encuentran siempre, una rendija para manifestarse en nuestra historia.

Mientras aún asimilábamos semejante reflexión, se escuchó el estruendo de las escopetas policiales. Fue ahí, en medio del olor a pólvora y la confusión, que escuchamos por primera vez su nombre, Roberto Rizo, estudiante de zootecnia y originario de la Comunidad “El Corozo”, en el municipio de Matiguás. Había perdido su ojo por una bala de goma disparada por la Policía. Un joven que quedó marcado, para toda su vida, por la irracionalidad de un gobierno que, por primera vez, se tambaleaba, en medio de un mar de contradicciones. En momentos así, es cuando comprendemos la razón de tanta violencia política, y es que es directamente proporcional a la profundidad de los cambios que el país ha venido exigiendo. Como bien decía el Doctor Martin Luther King: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”. Para bien de Nicaragua, ese día, se desterró para siempre la indiferencia hacia todo lo que tiene que ser cambiado.

CUARTO ACTO: LA MUERTE ENTRA EN ESCENA

Ese día, por más vueltas que se le diera al dial de todas las radios de Nicaragua, la noticia seguía siendo la misma. Los chavalos de la UNI, de la UCA, de la UPOLI y de la UNAN, se sumaban al impulso colectivo por decir todo lo que estaba mal en este país. Y es que, en nuestra patria, que históricamente ha estado a merced de los caudillos y remedos de rey, los derechos se consiguen en las calles y no en los pasillos de las instituciones, como debería ser en un país que no vive en las cavernas del autoritarismo. Lo que nunca se sospechó desde El Carmen, fue que se estaba tejiendo una mayoría social abrumadora, de la cual incluso, estaban formando parte activa, los sandinistas históricos, muchos de los cuales, siempre se habían sentido relegados en esta nueva etapa, de Daniel Ortega en el poder. Una peculiaridad que la confirma el levantamiento de Monimbó esa misma tarde. Una comunidad, que, a partir de ese día, ya nunca más volverá a ser bastión del FSLN.

Mientras caía la noche, en una ciudad exasperada por la indignación, pues la represión había sido desmedida, se daba el primero de muchos avisos funestos. En medio del desconcierto y a través de las múltiples transmisiones en vivo en los celulares de la gente, vimos cómo un grupo de personas se acercaban al cuerpo de Darwin Urbina, aparentemente muerto. Darwin, un trabajador humilde, había sido abatido en el sector de la UPOLI. Luego, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, diría que su cuello había sido destrozado por un artefacto explosivo lanzado por la Policía. Ese tipo de noticias se harían, lamentablemente, cada vez más comunes en los titulares de todos los diarios nacionales e internacionales. Por eso, en ese instante en verdad lo supimos, ya no estaba en juego el futuro de la reforma del INSS, sino el destino de nuestra nación y de la democracia. La llama estaba ya encendida, como diría nuestro gran Rubén: “Tu hoguera en todas partes, ¡oh Democracia inflamas, tus anchos pabellones son nuestras oriflamas, y al viento flotan ya”. Nicaragua no volvería a ser la misma. De nuevo, las notificaciones de los celulares no dejaban de sonar, los grupos de WhatsApp estaban abarrotados de imágenes, audios y videos. ¡El horror!






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