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Cuando fuimos a la Luna

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 23 julio, 2009



VERICUETOS
Cuando fuimos a la Luna

A la Luna fuimos todos. Todos los que tuvimos la inmensa suerte de ver a Armstrong descender del módulo lunar “Eagle”, en vivo y en blanco y negro, los que leyendo el periódico al día siguiente, en la Soda Palace o en la Eureka, se maravillaban de la hazaña, los que escuchaban por radio la descripción de la lejana imagen y hasta los que, incapaces de entender la grandeza de la mente y del espíritu humano, clamaban que era un fraude urdido desde algún estudio de Hollywood. Era la época de la guerra fría y no se podía conceder ningún mérito a Estados Unidos. Por eso en China y en la Europa soviética la prensa guardó silencio. No se daría ventaja alguna al enemigo.
Era una época diferente aquella cuando de un momento a otro pasamos de Perdidos en el Espacio, Viaje a las Estrellas y Mi Marciano Favorito, a la realidad de Armstrong, Collins y Aldrin. Era cuando las calles de las montañas del Valle Central se llenaban de veraneantes que se metían a los potreros a almorzar y a patear bola. Cuando solíamos caminar a la salida del Capri o del Central hasta la esquina de Bansbach para tomar el bus de veinte céntimos.
Cuando las cosas más insignificantes de la vida nos producían una enorme emoción, cuando no habíamos perdido, como sociedad, la capacidad de ilusionarnos, ni de asombrarnos, cuando sabíamos que había muchas cosas que teníamos que preservar y muchas metas que alcanzar.
Fue cuando Palach se inmoló en Praga protestando contra la invasión rusa, cuando nace Plaza Sésamo y Pelé, O Rey, anota su gol número mil.
Fue el año en que volaron por primera vez el 747 y el Concorde, cuando Led Zeppelin lanzó su primer disco, los Beatles dieron su último concierto público en Londres y cuando las pasiones se desbordaron de una manera tan absurda que un partido de fútbol llevó a una triste guerra fratricida entre El Salvador y Honduras.
1969 fue el año en que John Lennon y Yoko Ono se casaron en Gibraltar y cuando llevaron su famosa “bed in” en Canadá, en el que recorrimos campos y praderas en la moto de Peter Fonda cantando Raindrops keep fallin’ on my head junto con Butch Cassidy y el Sundance Kid.
Fue una época extraordinaria de rebeliones juveniles en Francia, en México y en Checoslovaquia, de óperas fastuosas como Tommy y Jesucristo Superestrella, del surgimiento de la televisión a color, de Santana y de Abbey Road de los Beatles. La misma época en que los ciudadanos se lanzaban a las calles frenéticamente contra la discriminación racial, el odio y la guerra de Vietnam; cuando la represión franquista llegó a su punto culminante en España y cuando el movimiento hippie con su proclama de amor y paz movió los cimientos de la sociedad americana.
El año en que todos fuimos a la Luna, fuimos también al cine Rex a ver “en diferido” el concierto de Woodstock que se había celebrado en agosto en Bethel, Nueva York, con 400 mil asistentes que vivieron el frenesí durante tres días de música continua. Un episodio como no se ha vuelto a repetir en la historia.
Fue sin duda un año extraordinario, marcado por sucesos irrepetibles que cambiaron profundamente a la humanidad.

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