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Crucitas no es el problema

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 16 agosto, 2010




“Sin ingredientes artificiales” o “El mundo es nuestro basurero”
Crucitas no es el problema
Costa Rica debería ser consistente, y pensar en forma seria cómo resolver muchos problemas ambientales grandes y graves

Muchos costarricenses se preocupan porque el proyecto de la mina de oro Crucitas podría causar graves daños ambientales en el futuro.
Mientras tanto, pocas personas parecen estar ansiosas por las diversas actividades contaminantes, que ya están causando daños mucho más graves que cualquier otra consecuencia que la mina pudiera producir.
Desde el lado positivo, Costa Rica está dando pasos para mejorar su gestión ambiental.
Nuevos proyectos para producir energía limpia, incluyendo hidroeléctrica y eólica, reducirán el consumo de combustibles fósiles, los cuales contribuyen al calentamiento global por la emisión de dióxido de carbono.
La exención del impuesto sobre las ventas hará más fácil para los consumidores comprar aparatos de energía solar para sus hogares, incluyendo refrigeradores y calentadores de agua.                   
En los últimos años, Costa Rica ha atraído a los turistas con conciencia ambiental, utilizando el lema, “Sin ingredientes artificiales”.
Un eslogan menos seductor, pero más preciso, sería “El mundo es nuestro basurero”.
La verdad incómoda es que cada río costarricense que pasa por cualquier zona habitada, constituye una cloaca abierta, en la cual bolsas de plástico, detergentes, desechos industriales y excremento humano destruyen la vida vegetal y animal del caudal, así como del mar hacia el cual fluye el río.
Además, desde las ventanas de los vehículos en las carreteras de todo el país frecuentemente vuelan latas, botellas y envoltorios de plástico, mientras miles de hogares suelen tirar su basura en cualquier lugar que se considere conveniente.
Estas actividades contaminantes son una forma barata para la gente descuidada de disponer de sus desechos.
Sin embargo, representan un alto costo para el resto del país, que eventualmente deberá pagar por la limpieza.
Por el contrario, Crucitas representa un riesgo relativamente bajo en cuanto a daños al medio ambiente.
Es cierto que la operación consiste en la minería a cielo abierto, pero el tajo no contiene contaminantes.
Para separar el oro del mineral en bruto, el proyecto utilizaría tanques cerrados, por lo que el riesgo de un derrame tóxico de cianuro es casi inexistente.
Los residuos de la mina contienen dióxido de azufre, que se convierte en ácido sulfúrico peligroso, cuando se expone al aire y al agua.
Pero ya que los residuos se hundirían en un pantano sin quedar expuestos al aire, el riesgo de daños es también bajo.
El proyecto podría dejar una garantía mayor en caso de que algún imprevisto llegar a ocurrir —el depósito de seguridad propuesto es de tan solo algunos cientos de miles de dólares.
No obstante, a diferencia de la mayoría de las demás actividades que actualmente envenenan este país, Crucitas pagaría una cuota razonable por el derecho de operar.
A los precios actuales del oro, el proyecto aportaría alrededor de $25 millones en tributos anuales, dadas las características técnicas.
Una opción para Costa Rica es utilizar parte de este dinero para enseñar a la gente sobre el costo real de la contaminación —así como contratar los inspectores que hacen cumplir las leyes de control de la contaminación a nivel nacional.
Incluso si se rechazara el proyecto minero, Costa Rica al menos debería ser más consistente, y pensar en forma seria cómo resolver tantos problemas más grandes y graves.

Fred Blaser
Co-presidente,
República Media Group






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