Cavilaciones en estos malos tiempos
Juan Manuel Villasuso jmvilla@racsa.co.cr | Martes 23 diciembre, 2008

Cavilaciones en estos malos tiempos
Juan Manuel Villasuso

La recesión de Estados Unidos, que contamina a los otros países desarrollados y se transmite a las naciones más pobres, es un fenómeno que tiene causas y consecuencias que apenas se logran interpretar. Los procesos de apertura y globalización han introducido modificaciones en el funcionamiento de los mercados y en el comportamiento de los agentes económicos que la teoría económica aún no comprende a cabalidad.
La existencia de un sistema financiero autónomo, que más que facilitador y lubricante del sector real de la economía, se ha convertido en un fin en sí mismo y compite por la inversión ofreciendo altas rentabilidades; la proliferación del crédito para consumo en tarjetas de crédito y financiamiento bancario que propicia elevados niveles de endeudamiento, y la expansión de la titularización sin los controles adecuados, plantea un escenario nuevo que la literatura macroeconómica no ha logrado integrar adecuadamente.
A su vez, las bolsas de valores en todo el mundo constituyen el paradigma de la globalización, sus desempeños están cada vez más interrelacionados y propician flujos de capital de manera instantánea, provocando efectos inmediatos y reacciones que privilegian los réditos expeditos en demérito de visiones y proyectos de mediano y largo plazo.
De igual manera, el rendimiento de las inversiones bursátiles se ha ido independizando de la economía real. El valor de las acciones y su rentabilidad ya no dependen necesariamente de las ganancias de las compañías, de su eficiencia productiva o de sus avances en materia de innovación. La especulación, la manipulación de las expectativas y la contabilidad creativa han llegado a ser más importantes que el desempeño competitivo de las empresas. Varias corporaciones farmacéuticas, Enron y WorldCom y la burbuja de las “dot-com” ilustran esta evolución.
Este escenario de cambio radical en el papel y comportamiento del sector financiero y bursátil en relación con la economía real, estimulado por los procesos de apertura, por la insuficiencia de las legislaciones nacionales para regular acciones globales y por factores emocionales asociados con el consumismo y la codicia (que va mas allá del afán de lucro), ha creado una situación mundial que a todos nos afecta y donde las avenidas de acción no están del todo claras.
Pareciera que el único camino que se vislumbra para superar la crisis es la fórmula keynesiana de la intervención estatal para estimular la demanda agregada por medio de la inversión pública. Su efectividad se probó durante la Gran Depresión de los años treinta y es casi seguro que tenga efectos positivos sobre la producción y el empleo, dimensiones que deben privilegiarse en situaciones recesivas.
No obstante, el planteamiento de Keynes, aunque eficaz para la reactivación, resulta insuficiente para delinear nuevas políticas en torno al sector financiero y bursátil y redefiniciones sobre los conceptos de crecimiento, consumo, ganancias, bienestar y distribución, que son esenciales para configurar la estructura y funcionamiento de un sistema económico sostenible en el futuro: más eficiente en el uso de los recursos, más amigable con el medio ambiente y más equitativo para las personas en todo el mundo.
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