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Camino de Santiago

Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Sábado 15 septiembre, 2012



Cantera
Camino de Santiago

Etapa IV

Amanecimos en el centro histórico de la ciudad, el 1° de julio; es verano, pero las tierras gallegas no se rinden fácil al calor y la moda veraniega de los ourenses les hace pasar frío, las temperatura oscilan entre los 18 y 21 grados. Desayunamos con nuestra ilusión de peregrinos y con las credenciales estrenadas en el Albergue Hospital San Francisco en la Rua Emilia Pardo Bazán (en el centro de esta avenida hay una bellísima escultura de esta gran dama de la literatura gallega), donde nos atendieron muy cordialmente y compartimos con otros peregrinos españoles y europeos.
Salimos a callejear, ese andar primigenio de deambular por las callejuelas antiguas del centro histórico, y apreciar desde escalinatas y aceras que suben y bajan, esta ciudad que lleva en sí, el movimiento arquitectónico de las laderas de uno y otro lado del Miño. En ella descubrimos una luz distinta, una gama de blancos perlados, la luz solar de agua de fondo de piedras de río y emanaciones vegetales olorosas a sulfuros y minerales.
En la historia de Ourense destaca la presencia romana: el puente de origen romano sobre el río Miño, algunos restos entre los que sobresale un ara dedicada a las ninfas de las aguas cuya réplica se encuentra en las Burgas (aguas termales), o los lavaderos de oro de las orillas del río en Oira. Precisamente este preciado metal dio nombre a la ciudad: Auria, palabra latina que haría mención a las arenas auríferas del río Miño. Aunque también se lee que proviene del alemán Wurm see (lago caliente, haciendo referencia a las aguas termales).
Los reyes suevos Teodomiro y Mirón establecieron aquí su corte, y parece que rey Carriarico en el siglo VI comenzó la construcción de la primera Catedral en honor de San Martín de Tours, al que se encomendó para pedir la curación de su hijo leproso. Unas veces los normandos, y en otra Almanzor, arrasaron la ciudad, hasta que con la repoblación llevada a cabo por Sancho II, comienza un periodo de tranquilidad y esplendor.
A partir de este momento será un lugar obligado de paso para los peregrinos procedentes de tierras portuguesas y del oeste español a través de la Vía de la Plata. Las guerras con Portugal a mediados del siglo XVII y a principios del siglo XVIII, y después la de Independencia a principios del siglo XIX, van dictando la historia de la ciudad. Uno de los atractivos de esta ruta son los puentes y trayectos de las calzadas romanas, y sentir que a cada paso que damos, donde nuestros ojos se posan, y nuestro corazón pulsa, otros miles anteriores, dejaron su sombra perderse en la calma y el sosiego del que se sabe caminante, transitando.
Actualmente es la tercera ciudad de Galicia en población (110 mil).
Y justo al frente de la Catedral, está la Plaza Mayor de donde sale el único vehículo permitido, un trencito turístico que nos lleva a pasar sobre el Ponte Romano Vella (de la época de Augusto) sobre el río Miño y se dirige a las famosas termas al aire libre de A Chavasquiera y Pozas do Muiño da Veiga.
Hacemos el ritual del peregrino que llega a Ourense: descansar, callejear, deambular, sentir la inmovilidad del tiempo en estas antiguas aguas termales, donde sus minerales y su temperatura sanan pies adoloridos, desde los tiempos más antiguos.
Y así contemplando el bello cauce, la sierra y el agua que fluye como un ojo abierto de nuestra conciencia, de nuestro anhelo espiritual, nos hacemos un poco mas felices y agradecidos en este campo de aguas como estrellas que nos esperan en esta ruta.

Macarena Barahona

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