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¿Cambio en Costa Rica?

Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 14 mayo, 2015


¿Cambio en Costa Rica?

Hace algunos días conversaba con buenos amigos y concluíamos que de alguna manera hablar de cambio en Costa Rica —como propuesta radical— tiene grados de irresponsabilidad. Uno cambia una fórmula o un método cuando no funciona, cuando los resultados no son favorables, de lo contrario lo que se hace es modificarla o ajustarla a los nuevos tiempos.
Cuando digo que Costa Rica es un país exitoso algunos levantan las cejas en señal de sorpresa, normalmente los más jóvenes, a quienes el Internet les acerca a naciones más desarrolladas. Nuestra fórmula debe ser ajustada a los nuevos tiempos, pero esos ajustes no pueden hacerles daño a los grandes logros cosechados por décadas, centurias.
Hoy todo se mide por los fríos números, sin importar la equidad social, léase bien, equidad no igualdad. La igualdad absoluta que algunos sueñan para este mundo terrenal, los hace concentrarse en el coeficiente de Gini —que mide desigualdad— y desdeñan el esfuerzo particular y disciplinado de aquellos que alcanzan el éxito, preferimos castigar al exitoso antes de promoverlo.
Pregunto, ¿será malo que algunos triunfen más que otros si a la vez logramos disminuir la pobreza? ¿Qué es más importante la desigualdad o eliminar la pobreza?
Por ejemplo, China incorporada al comercio mundial y con cambios drásticos en su vieja estructura de producción comunista es más desigual que hace algunas décadas, pero no podemos obviar que hay millones menos de chinos pobres, al final esto es más importante.
Nuestra fórmula por mucho tiempo fue tan exitosa con índices de equidad social ejemplarizantes y de paso logrando disminuir la pobreza progresivamente, lo que se detuvo en el año 1994.
Desde entonces el 20% o más de pobreza se ha sostenido por todos los gobiernos posteriores a ese año, porcentaje que en números reales, por el crecimiento de la población, indica que hoy tenemos más pobres aunque el porcentaje nos engañe con una falsa estabilidad.
Nos dicen que los países del BRICS son desarrollo, pero un repaso rápido por sus integrantes nos hace cuestionar qué es desarrollo. Brasil tiene una pobreza extrema de un 11%, mucho mayor que la nuestra. Rusia tiene la mayor tasa mundial de desigualdad de ingresos. En la India la expectativa de vida es de 66 años, muy por debajo de la nuestra. China con altos índices económicos está muy distante de nuestra democracia y del respeto a los derechos humanos. Para completar, Sudáfrica es parte de estas naciones “ejemplo” con más de un 25% de sus ciudadanos sin trabajo, porcentaje que se eleva a más del 50% entre los jóvenes.
Todos los cambios implementados para mejorar nuestro desarrollo económico no pueden ser a costa de desmejorar los logros sociales alcanzados con una fórmula comprobadamente exitosa, todo lo contrario.
Tener buenos números macroeconómicos no es desarrollo y no es significativo si los índices de educación, salud, seguridad y sobre todo de pobreza no mejoran.
¿Cambiar para qué, para mejorar o en detrimento de los éxitos alcanzados? Esa es una pregunta que deberíamos contestar en forma responsable y no como slogan electoral. Que la respuesta valore nuestros logros y potencialice nuevos objetivos. A lo mejor, más que el cambio, el problema de nuestros gobernantes es su permanente estado de inmovilidad.

Claudio Alpízar Otoya

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